El 31 de octubre de 1987 Diego Aguirre se metió en la historia. Faltaban apenas dos segundos para que terminara la final de la Copa Libertadores. América de Cali preparaba el festejo porque empataban y el empate le daba derecho a dar la vuelta olímpica. Enfrente estaba Peñarol, con toda su mística copera. Y en Peñarol jugaba Aguirre, La Fiera para todo el mundo uruguayo. La pelota le quedó justo para pegarle de zurda, el mejor perfil para este goleador de 22 años que ya se había ganado llevar el 9 blanco pintado sobre la camiseta a rayas negras y amarillas. Y le pegó cruzado. Y Falcioni ni siquiera se tiró. Y fue gol. Y Peñarol consiguió su quinta Libertadores, la última hasta hoy.

Desde ese día Aguirre es Peñarol y también es Uruguay. Su capacidad para meter goles lo llevó a recorrer el mundo, a pasar por el fútbol argentino para ponerse la camiseta de Independiente en 1991, a volver a su casa aurinegra y a seguir rumbo a Europa para terminar su carrera en Rentistas, un equipo uruguayo de los chicos. Allí, mientras masticaba la posibilidad de retirarse, La Fiera hizo el curso de entrenador. Sabía que ese era su futuro.

El termo y el mate forman parte de su anatomía. Cebar buenos amargos a la uruguaya, con yerba sin palos, es uno de sus pasatiempos más preciados. El otro es leer. Nunca falta un libro en su mesita de luz o en su valija itinerante. También entró en el mundo de las series, uno de los pocos motivos que lo llevan a prender el televisor. La zaga de “24 horas” lo fascinó, así como siempre prefirió a Jaime Roos para escuchar lo que él llama “rock uruguayo”. De todas formas, cuando le dan a elegir su hobbie favorito se inclina por compartir momentos con sus tres hijos y su mujer. Ellos entendieron que el fútbol lo volvía a llamar cuando, recién terminado el curso, tuvo un paso fugaz por un equipo universitario de Carrasco y enseguida, en 2002, se hizo cargo de Plaza Colonia, donde comenzó a destacarse en su nueva etapa.

Catorce años después, Aguirre llegó a San Lorenzo en silencio. Casi desconocido para el fútbol argentino, La Fiera arribó a Ezeiza con una trayectoria que incluía dos etapas en Peñarol (donde se dio el gusto de volver a salir campeón), Wanderers, la selección Sub 20 de su país (a la que llegó a pedido del maestro Tabarez, uno de sus referentes), Ecuador, Qatar y el Inter de Brasil (donde dirigió a D’Alessandro entre otras grandes figuras). No guardaba buenos recuerdos del fútbol argentino tras su paso en falso como delantero de Independiente, pero se tenía una fe enorme. Lo unían muchas razones a su nuevo país de residencia. Messi, según cree el mejor jugador de la actualidad; Maradona, a su criterio junto a Pelé uno de los mejores de la historia; Caniggia, el mejor delantero que enfrentó, y Buenos Aires, tan parecida a su Montevideo natal, aunque se haya criado en Prado.

Admirador de Pep Guardiola, aunque con diferencias en su forma de ver el fútbol, apenas tuvo su primer contacto con el plantel de San Lorenzo se dio cuenta de que tenía con qué ir a buscar el título. “Siempre mi objetivo es salir campeón”, repite cada vez que puede. Y en eso está. Juntó en el mediocampo a Ortigoza, Belluschi y Blanco para generen juego. Armó al resto del equipo para que las pelotas siempre pasen por ellos tres y puso un delantero con la capacidad suficiente como para que las jugadas terminen en gol, su especialidad cuando jugaba, su obsesión desde que es entrenador. Encontró a Blandi y le dio la confianza suficiente, pero se dio cuenta que Cauteruccio también está a la altura. Y así, jugando bien al fútbol, amoldándose a los jugadores que ya estaban, Aguirre armó el equipo que hoy es un bálsamo ante tanta mediocridad. San Lorenzo juega bien, tiene una propuesta lúdica interesantísima, busca el juego asociado con la pelota pegada al piso y muestra una contundencia que le permite ostentar una campaña prometedora.

Los resultados, por ahora están a su favor. Hasta el momento, sumando todos los torneos, San Lorenzo jugó 13 partidos, con 11 triunfos, dos empates y una derrota. Hace 11 encuentros que no pierde, hizo 31 goles y le marcaron 13. Es el único equipo argentino que sigue adelante en tres frentes (torneo local, Copa Argentina y Sudamericana) y está segundo en el campeonato detrás de Estudiantes, al que enfrentará el fin de semana que viene con posibilidades de pasarlo. “Por ahora estamos con el tanque lleno y no hace falta hacer muchos cambios en el equipo, jugamos siempre con la misma base, pero sé que no será siempre así y hay que planificar a futuro”, afirma La Fiera, que se resiste a modificar ese esquema que armó y con el que está mostrando su capacidad en un medio tan complicado.

Aunque Aguirre destaca como uno de sus grandes defectos el dolor que le produce perder, sabe que algún día llegará el momento de superar una derrota. “Ahora estamos muy bien, pero esto no durará para siempre”, dice. Y sabe, porque su extensa trayectoria de los dos lados de la línea de cal se lo demostró, que el más formidable cimiento de una campaña no es el resultado circunstancial de un partido sino la propuesta del equipo. Y si San Lorenzo sigue jugando así, sigue basando su esquema en esa usina generadora de fútbol que es la sociedad Ortigoza, Blanco y Belluschi, va a sobrevivir a cualquier derrota. Y su objetivo de campeonato va a tener sustento. Quizás nunca pueda lograr el sueño de hacer un solo como muchos de sus guitarristas admirados, pero la vuelta olímpica en Boedo no parecerá una utopía.