Hola, ¿cómo están?

Subió la temperatura en Doha, esta mañana fue de 28º. Como si la llegada de argentinos en los últimos vuelos calentara el ambiente. Hay desesperación para conseguir entradas, hinchas que van al hotel donde se hospeda Claudio Tapia para reclamarle que consiga entradas a precios oficiales y no a los de reventa, donde piden de 4000 a 6000 dólares. Los grupos de WhatsApp tienen una actividad intensa. La obsesión por un ticket al Lusail domina a los argentinos en Qatar. Se reparten estrategias. Como en los penales, también hay un juego mental. Hay que saber esperar. Es muy jugado pero dicen que en el estadio, a último momento, bajan los precios.  

Mientras tanto, en esta espera, pienso que esta historia quizá haya empezado contra Francia, el 30 de junio de 2018, en Kazán. Fue la eliminación de la Argentina de Rusia 2018, octavos de final, una agonía que se estiraba entre el caos. Vimos que ese día era el fin de una generación, la de las finales perdidas que jamás olvidaré, como dice el himno que suena en casa lugar de Doha donde haya argentinos. La historia que empezó ahí es la de este equipo y su entrenador Lionel Scaloni, que era parte de ese cuerpo técnico, un colaborador de Jorge Sampaoli. Kazán impuso la salida de Rusia y la renovación de la selección. Cuando todo terminó, Scaloni le avisó a Sampaoli que él iba a seguir con la selección, en las juveniles, algo que ya se estaba armando. Son resquicios que conocemos ahora, muchos años después, pero que en ese momento no se filtraban. Scaloni ya había avisado cuál era su plan.

Francia argentina
Argentina vs Francia, en Rusia 2018.
Foto: AFP

Cuando a Sampaoli lo despidieron, se hizo cargo de la selección de forma provisoria. De la juvenil en el torneo de L’Alcudia, como estaba previsto,  y de la mayor en los amistosos de septiembre, contra Guatemala y Colombia, en Estados Unidos. En la aventura lo acompañó Pablo Aimar. Cuando Scaloni le contó que iba a aceptar el ofrecimiento de Claudio Tapia, mientras caminaban por una playa en Valencia, Aimar le dijo que estaba loco. Enseguida comenzaron a diseñar, ahí mismo, la primera convocatoria. Una reconstrucción de cómo se gestó esta selección, bajo el equipo de trabajo de Scaloni, Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, se puede leer en esta nota y esta otra de Roberto Parrottino.

Fui crítico de ese inicio y era un sentimiento generalizado, por fuera de la prensa, entre los hinchas. Scaloni, que había sido jugador de la Argentina, que fue parte del Mundial 2006 en Alemania, no tenía experiencia en equipos mayores. La selección fue su debut. Primero fue hasta diciembre de 2018, después hasta la Copa América 2019. Tapia nunca encontró otro entrenador en ese tiempo. Marcelo Gallardo, Diego Simeone, Mauricio Pochettino cerraron sus puertas. La AFA afrontaba problemas económicos, no podía ir a un contrato alto. Tapia llegó a decir en esos días que había consultado por Pep Guardiola. “Billetera muy gorda”, dijo. La frase enojó al técnico catalán.   

La desprolijidad dominó la escena. Una selección que necesitaba una reconstrucción vivía en un interinato. Nunca antes un entrenador había llegado hasta ese lugar sin un trabajo previo en un equipo, lo que no sólo te ayuda a tener una aproximación sobre cuál es su idea futbolística sino también cómo es su manejo de grupos, su forma de trabajo. Una cosa eran las críticas, otras los absurdos. A Scaloni le llegaron a preguntar si tenía título habilitante. Pero así estaba el clima. Recuerdo esos días donde amigos, oyentes, lectores, anónimos en redes y no tan anónimos, pedían que levantáramos la voz, que seamos más críticos, que esto era un desastre, que se iban a desperdiciar los últimos años de Lionel Messi con la selección. Muchos son los que ahora se abrazan a este equipo con pasión invicta y está bien que sea así, es lo que generó el fútbol de esta selección. 

Scaloni fue una apuesta audaz de Tapia, su apuesta. Muy pocos pueden ponerse esa medalla. Hasta Diego Maradona fue crítico de Scaloni en ese tiempo. Pero es injusto también ese recuerdo. Porque todo hay que ponerlo en su contexto. Tapia, además, sumó a César Luis Menotti como director de selecciones. Su regreso, aunque fuera simbólico, significó la vuelta no sólo de un técnico campeón del mundo sino de quien puso la primera piedra para que la selección argentina comenzara a ser tomada en serio. Aunque sean contradictorios, lo que empezó Menotti, lo continuó Carlos Bilardo. Y ahora Scaloni lo tenía a mano para volver a levantar el edificio. 

Al margen de las desprolijidades, de que buscó a otros entrenadores que no consiguió, Tapia vio algo en Scaloni y en su equipo de trabajo. No solamente un convencimiento de hacia dónde iban y cómo lo iban a conseguir, es decir, un método de trabajo serio, sino también un plus necesario en la nueva hoja de ruta, el buen vínculo con los futbolistas, con Lionel Messi, una química, un diálogo que era indispensable. Tapia lo supo porque él también es un dirigente con llegada a los futbolistas. Su camino a la presidencia de la AFA se construyó también ganándose la confianza de Messi. 

El mérito de Scaloni, además de su trabajo, fue la tranquilidad ante las críticas. No hubo altisonancia, no hubo respuestas polémicas, no hubo un enojo público. Y hubo un punto de partida, la Copa América 2019, menos de un año después de su asunción. El tercer puesto contra Chile terminó por mostrar que ahí había un equipo, una idea, con nombres que se mantuvieron desde entonces hasta acá. Scaloni todavía no estaba confirmado, todo era todavía incierto, pero ya se veía un camino. En aquel momento, escribí este balance.  

Desde ahí sí: quien no lo veía era porque no quería. A la Copa América de 2021 se llegó con un equipo que sabía lo que hacía en la cancha, donde los nombres se repetían y crecían. El título en el Maracaná masificó un apodo, que ya se convirtió en concepto, La Scaloneta. Una selección de comunes alrededor de Messi, lo que también podía verse como un parecido con México 86. Pero esos comunes crecieron con el equipo, se hicieron futbolistas de selección, más identificados incluso con la camiseta argentina que con la de sus clubes. 

Si esta selección es una historia de fútbol colectivo, de amigos que se juntan a jugar, de un compromiso con el otro, eso es también lo que transmite el staff técnico. Scaloni es la conducción, el entrenador, pero lo que se ve es una especie de cuerpo colegiado con Aimar, Samuel y Ayala. Los jugadores los escuchan también a ellos. Aimar fue el ídolo de Messi y sólo hay que escucharlo para darse cuenta la claridad con la que transmite sus ideas. El espíritu de grupo de los jugadores también es el del cuerpo técnico. De aquel partido con Francia en Rusia 2018, donde todo pareció derrumbarse, a la final de este domingo en Qatar se construyó un equipo que puso de fiesta a un país que lo celebra, que sabe que pase lo que pase, como dijo Messi, no lo va a dejar tirado. Parece un giro poético que sea también contra Francia.

Hasta la próxima

AW

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