Defensa y Justicia suma 132 puntos entre las últimas tres temporadas. Se ubica tercero en la tabla general acumulada, por detrás de Boca y Racing, y por delante de River e Independiente. Es la excepción que confirma la regla: el empobrecimiento de la clase media del fútbol argentino, el dominio más fuerte de los clubes grandes. Único invicto en la Superliga, pelea el título con Racing. Pero los puntos, aunque parezca obvio, no se suman solos. Defensa y Justicia, el equipo que demuestra que el fútbol aún es posible, lidera la estadística de tiempo neto de juego (58,1%), presiona arriba con voracidad, posiciona si es necesario a cinco jugadores en la amplitud del ataque (2-3-5), con los centrales pasando al frente, y corren todos en la línea de un estilo ofensivo que arrastra desde que ascendió por primera vez a la élite del fútbol argentino, a mediados de 2014.

«Tratamos de adaptarnos a lo que tenemos y acercarnos a esta idea que sentimos, la de pasar el balón y tratar de ser protagonistas –dijo Sebastián Beccacece, el entrenador–. A veces el rival es mejor, a veces no tenés una buena tarde, y el equipo tiene que saber transitar esos momentos. No es que Defensa siempre va a jugar bien, pero sí va a intentar hacerlo, tener jugadores que cada vez piensen más de manera natural y espontánea o interpreten el juego posicional, lo que tiene que ver con el conjunto».

En ese sentido, se destacan el zaguero Lisandro Martínez, el mediocampista central Leonel Miranda y el delantero Nicolás Fernández. El mundo ya habla de Defensa y Justicia, y no sólo porque juega por tercer año consecutivo la Copa Sudamericana. «Tiene un técnico joven (38 años) que nunca jugó al fútbol profesional y como aficionado ocupó el puesto de lateral derecho, ese que, en las pachangas, suele cederse al tipo que no da para más. Sebastián Beccacece se formó como entrenador a la sombra de Jorge Sampaoli y ha compuesto un equipo joven, peleón, ordenado, solidario y valiente, dirigido en el campo por Leonel Miranda. El estadio, de 11 mil plazas, se les queda pequeño», escribió Enric González, corresponsal en Buenos Aires de El País de España, en «Dale nomás», su columna sobre el fútbol argentino.

En las crónicas se suele omitir a Christian Bragarnik, el representante más poderoso del fútbol argentino, que entró a Defensa y Justicia en 2009 de la mano de José Lemme, presidente histórico, extesorero y mano derecha en los largos años de Julio Grondona en la AFA. Bragarnik, que extendió su poder de influencia a Boca y la Selección gracias a Daniel Angelici, contrata técnicos y diseña plantel junto a Diego Lemme, hijo del presidente. El empresario concretó la primera venta de un futbolista a Irapuato de México, ligado al narcotráfico. De ahí en adelante, sostiene la conexión mexicana. En 2014, como premio por el ascenso, Defensa realizó la pretemporada en las instalaciones de Xolos de Tijuana, también sospechado por sus vínculos con los dineros del narcotráfico.

«En ninguno de los demás clubes me metí de la manera que me metí en Defensa. En los otros fue simple asesoramiento. Defensa es como mi novia, y por ahora no me fue infiel», dice Bragarnik en la edición de enero de 2018 de la revista Planeta Defensa. En Florencio Varela se preguntan qué pasará el día de mañana, sin ese acuerdo sin firma. Temen que, como hace diez años, Defensa vuelva a ocupar el decimoquinto puesto en la B Nacional en lugar del decimoquinto puesto entre los mejores equipos del mundo, según Football World Rankings.