Estadio Mary Therán de Weiss, Buenos Aires, 2 de febrero de 2013. La Copa Davis tiene de esos días perfectos. Es común que se titule de esa forma cuando una serie arranca con dos triunfos en el primer día de competencia. También tiene de esos días para el olvido: otro lugar común que suele abundar en los medios a la hora de hablar de derrotas en el torneo de tenis por equipos a nivel mundial. Pero el 2 de febrero de 2013 fue un día difícil, porque pese al triunfo frente a Alemania por la primera ronda se vivió un clima tormentoso dentro del equipo argentino y en algunos sectores del público que asistió al estadio esa calurosa tarde. 

“Es para Delpo que lo mira por TV” o “Y Delpo dónde está, y Delpo dónde estᔠfueron algunos de los hits que quedaron marcados, sobre todo, en el mismísimo Juan Martín. Más grave aun: los cantitos se escucharon desde el vestuario local. Meses atrás, el tandilense había renunciado a formar parte del equipo de Copa Davis sin dar demasiados detalles, algo que no cayó nada bien en el ambiente del tenis. 

En la conferencia de prensa de esa serie ante los germanos fue el doblista Horacio Zeballos que, irónicamente y entre risas, cuando un periodista le preguntó sobre Del Potro, dijo: “¿Quién?” En tres años y algo más, el mundo dio un giro impresionante en la carrera y en la vida de ese lungo de paso cansino y brazos largos, que lo convierten en uno de los pocos atletas capaces de reinventarse, de cambiar su propia cabeza para olvidar todo lo vivido, de repeler los pensamientos de retiro, los miedos de “no poder”, de sacarse de encima el olor a quirófano por sus cinco operaciones en las muñecas (sus herramientas) y de recuperar la simpatía de un país (el suyo) cuando todo se pensaba perdido. 

El Gigante de Tandil acaso haya terminado de recuperar su lugar en el corazón de los argentinos con la victoria del viernes ante Andy Murray por la Copa Davis que le dio el primer punto al equipo que capitanea Daniel Orsanic en la serie. El segundo lo consiguió Guido Pella ante Kyle Edmund. El dobles dejó la serie 2-1, y es muy probable que Delpo no juegue hoy (ver aparte). Pero, más allá de lo que suceda, este 2016 tendría que ser “el año Del Potro” en el horóscopo chino o, mejor, el de la resurrección de uno de los pocos deportistas de élite que tiene la Argentina. Arrancó de a poco, con una serie de triunfos que le dieron confianza: “Esto es emocionante”, dijo tras largarse a llorar en la primera ronda de Delray Beach, torneo en el que venció a un cuasi desconocido Denis Kudla por 6-1 y 6-4 luego de dos años sin pisar una cancha de tenis (solo jugó cuatro partidos entre visitas al sanatorio de Minnesota). Ese triunfo le dio más confianza al llegar a semifinales. Bajó un cambio, pero vio que podía. 

Es más, notó que se divertía, sin presiones: “Voy día por día. Todo es una sorpresa para mí, todo lo que me pasa no logro entenderlo. En Río modificaba todo el tiempo mi agenda, reservas de hoteles, todo”. Río es Río de Janeiro. Y en Río de Janeiro fueron los Juegos Olímpicos. Allí, pasaron cosas extraordinarias, de esas que solo están reservadas para seres extraordinarios. Pero para Del Potro significó la conquista de un universo que le parecía un tanto lejano. El nacido en Tandil hace 27 años era más ídolo en Estados Unidos (el título del US Open en 2009 con tan solo 21 años lo puso entre los más queridos por un público que supo amar a Gabriela Sabatini) que en su propio país. 

Tal vez producto del conflicto que generó su renuncia y su constante negativa a estar presente en el Argentina Open hicieron que los fanáticos locales lo pusieran a un costado. Incluso, se lo retiró antes de tiempo. Delpo solo se mostraba de vez en cuando en las redes sociales, su lugar preferido para estar en contacto con el afuera, cocinando, arreglando su hogar o con su grupo de amigos en Tandil o en las playas de Miami. Río fue diferente: Delpo contagió a la distancia y también entre los que fueron a alentarlo. En la semifinal contra Rafa Nadal se pudo ver a la gente agolpada en los bares o locales con televisión para ver la definición. Pese a su mentiroso 140º puesto en el ranking en ese momento hizo lo que parecía imposible: venció a Novak Djokovic (1º del ranking, prácticamente imbatible) en la primera ronda. Delpo se rió cuando se enteró quién iba a ser su rival tras el sorteo.También le ganó a Rafa (5º en ese momento) y cayó con el escocés Andy Murray (2º) por el oro. Pero la medalla plateada tuvo un valor impresionante. 

Fue como una varita mágica que lo convirtió de sapo en príncipe. Hay más: tuvo un gran regreso al US Open con llegada a cuartos de final al caer ante Stan Wawrinka (3º), el campeón del certamen. Los aplausos durante el último game ante el suizo fue, en sus palabras, uno de los momentos más emotivos de su carrera. En las rondas previas les había ganado a un incansable David Ferrer (13º) y al gran futuro de Austria, Dominic Thiem (10º). Del Potro llegó a su pico en el ranking con el 4º puesto en 2010. Las lesiones lo hicieron bajar hasta el 580º en junio de 2015 (casi un año atrás), para estar ahora en el 64º. Y eso que ni los JJ OO ni la Davis otorgan puntos para el ranking. 

Lejos está de preocuparse por eso y tal vez sea una de las claves de su presente. Ya no tendrá que pedir invitación para jugar ciertos torneos, salvo algunos Master 1000 más cerrados, en los que podría solicitar un wild card. A Indian Wells y Miami va a entrar porque son cuadros largos, pero seguramente continuará con su ascenso para llegar sin problemas a otros más cortos como Montecarlo o Roma. El número uno es un sueño, pero muy difícil, al menos para 2017. En estos tres meses Del Potro logró mucho más que puntos para el ranking o medallas olímpicas: volvió al tenis en un altísimo nivel, algo que nunca nadie logró tras dos años ausente y cinco operaciones. Logró el respeto de sus rivales, de sus compañeros y de la gente. Un reconocimiento al esfuerzo. Hasta en Glasgow, antes de bajar a su niño mimado en la Copa Davis, lo recibieron con una ovación. Ya nada va a ser lo mismo en el tenis mundial porque Juan Martín del Potro está de regreso.