Los superclásicos, tan apasionantes, también tienen sus perjuicios, lo que algunos economistas llaman el costo del beneficio: las previas pueden hacerse más largas de lo esperado -aunque ninguna como los 40 días que antecedieron a la definición en Madrid de la Copa Libertadores 2018- y los juegos periodísticos se tornan inevitables. Por ejemplo, el famoso y consabido “¿quién llega mejor?”.

Esta vez, en los días previos al superclásico que se jugará en Núñez el próximo domingo desde las 19, no hay respuesta taxativa, definitiva. Es cierto que River, que ayer goleó 4-0 a Gimnasia y es el campeón de la liga pasada, tiene más funcionamiento y mejor juego colectivo que Boca, pero el equipo de Sebastián Battaglia llegará al Monumental después de uno de los mejores partidos de su ciclo, tras el 1-0 a Estudiantes en La Plata. La presencia de Pol Fernández como volante central le otorgó un fútbol que hacía rato no se veía en el mediocampo de Boca.

Pero más allá de las interpretaciones actuales, ¿es válida esa pregunta, la de qué equipo llega mejor? ¿O apenas es un truco -válido, inevitable- para ganarle a la ansiedad? En todo caso, no se trata de una novedad. En la previa al superclásico del Apertura 1990, la revista El Gráfico publicó dos columnas de sus periodistas para empezar a “vivir” el partido. Uno de esos artículos, firmados por Natalio Gorin, se tituló “Para mí gana Boca”. El otro, escrito por Juvenal, se llamó “Para mí, gana River”. El partido correspondía a la sexta fecha y, hasta entonces, Boca arrasaba en la punta -llevaba cuatro triunfos y un empate en cinco fechas-, mientras River venía de fracasar en la Copa Libertadores y se arrastraba en la mitad de tabla del torneo doméstico.

Juvenal, un periodista histórico del deporte argentino, comenzó su columna preguntándose si no estaba loco por aventurar que River podría ganar lo que a todas luces parecía un clásico a favor de Boca. “Releo el título de esta columna -‘Para mí, gana River’-, me ubico dentro de este momento riverplatense, después de su fracaso en la Copa Libertadores, eliminado por Barcelona de Ecuador, y de su posterior derrota frente a Mandiyú, juego una opinión favorable a River y me siento como un suicida. ¿En qué puedo basarme para sostener que River le ganará a Boca? Solamente en los antecedentes históricos. La historia dice que, cuando se enfrentaron River y Boca, los antecedentes inmediatos tenían muy poca influencia en el desarrollo y el resultado de la lucha”.

Siguió Juvenal, en septiembre de 1990, épocas de dos puntos por triunfo, botines negros y camisetas del 1 al 11: “¿Cuántas veces llegó River como el seguro dominador del encuentro y se encontró con un Boca dispuesto a plantearle pelea, discutirle cada pelota como si fuera la última, y superarlo, no sólo en la cancha, sino en la red? ¿Cuántas veces era Boca el que llegaba a paso de vencedor y se encontraba con un River inesperado, dispuesto a jugar el partido del año y quedarse con el triunfo?”.

Finalmente, contra todo lo esperado -o a favor de esa lógica tan ilógica de los superclásicos-, River ganaría 2 a 0 e incluso podría haber goleado a ese Boca que había llegado puntero e invicto al Monumental. Desde entonces, por supuesto, el superclásico volvería a repetir muchas veces esa “sorpresa” de acuerdo a los resultados anteriores, pero tradición de acuerdo a la propia historia de los Boca-River.

En los 90, River llegaba mejor pero Boca solía ganar los superclásicos -y allí construyó su actual paternidad-. Hoy, 14 de marzo, justo se cumplen cuatro años de cuando River y Boca jugaron su segunda final de la historia, en 2018, en Mendoza, por la Supercopa Argentina. Boca le llevaba 24 puntos en el torneo local y sin embargo River le ganó 2 a 0, un título que al equipo de Marcelo Gallardo también le sirvió de prólogo para la segunda final que se jugaría ese año, ya por la Libertadores.

A seis días del clásico, lo único seguro es que para los futboleros será una semana más larga de lo habitual, y que más de uno se preguntará «¿Quién llega mejor?», ese oxímoron de los superclásicos.