En el póster de promoción para la velada de la noche del 13 de mayo de 2018 en el Korakuen Hall Tokyo Dome resaltaba, como si fuera el único luchador, al experimentado, número uno del ranking y favorito Kobayashi Masato. En una imagen mucho más pequeña aparecía la foto del rival: el joven Ricardo Bravo. Nadie podía suponer lo que iba a suceder minutos más tarde: “KO en el cuarto round. Un tremendo silencio en todo el estadio, un segundo de desconcierto y los festejos de mi sensei. Eso fue lo que escuché. Fue una sorpresa”, contó el argentino de apenas 18 años que se convirtió en el campeón más joven de la historia de la categoría welter de kick boxing y el primero no nacido en Japón.

“Después nos fuimos a comer y a dormir, porque al otro día tenía que limpiar el Dojo y entrenarme temprano, como siempre. Si bien soy el campeón, acá en Japón todavía sigo siendo el discípulo”, agregó Jopo en una charla con Tiempo. Así es la vida de un campeón en tierras lejanas, con un idioma difícil y con un estilo de vida completamente diferente al que estaba acostumbrado, pero que en poco tiempo pudo superar las dificultades y conquistar un mundo nuevo.

Ricardo Bravo comenzó su entrenamiento en 2015, a los 15 años, en Ihara Dojo Sucursal Argentina, un gimnasio exclusivo de kick boxing japonés y Muay Thai, ubicado en el centro de Quilmes.

Bajo la dirección de su entrenador Diego La Volpe, Ricardo decidió formar parte del equipo de Uchi Deshis del Dojo, sistema japonés de discípulos internos bajo la estricta enseñanza del Sensei.

Ricardo destacó entre los discípulos y comenzó su carrera como atleta competidor amateur ganando varios campeonatos, entrenando y trabajando en el Dojo de lunes a viernes de 14 a 22, sin faltar jamás.

A fines de 2016 le llegó la oportunidad de irse a entrenar a Japón, la cuna del kick boxing, de la mano del mejor entrenador del mundo y ex campeón, Kaicho Ihara. Está allí hace año y medio.

“Si lo pensaba decía que no, así que inmediatamente dije que sí. Sabía que era una locura, pero pensé en ir para delante. No iba a tener otra oportunidad así. Por supuesto que me costó dejar a mi familia y amigos, pero la vida es demasiado corta como para dejar atrás los sueños”, dice Bravo, como si no se tratara de un jovencito que recién arranca, sino de un luchador de mil batallas.

No le costó mucho la adaptación ya que sus días iban del Dojo a la casa y de la casa al Dojo. No hablaba japonés ni inglés, pero hace unos meses comenzó a estudiar su nuevo idioma para poder comunicarse, sobre todo porque empezó a dar clases de kick boxing.

“Tengo que estar a las 8:30 en el gimnasio del sensei, limpiar el Dojo, saltar la soga y a las nueve en punto me espera Ihara para entrenar hora y media. Son muy estrictos y puntuales. Después me voy a correr por una hora. Tras un descanso vuelvo al gimnasio y doy clases hasta las 19 a amateurs y profesionales. Después me toca entrenarme hasta las 21:30. Y sí, se extraña todo. Más que nada las cosas pequeñas, la comida, amigos y la familia. Recién iré a la Argentina para las fiestas”, relata el campeón.

Además de eso, también logró buenos resultados desde que pisó suelo nipón. A solo un año de su estancia en Japón ya ostentaba la suma de seis peleas ganadas sobre seis disputadas, cuatro de ellas por KO en el primer round, en la categoría welter de los 66.680 kgs. que lo ubicó en el puesto N°3 del ranking en la Asociación Japonesa de Kickboxing, Shin Nihon Kickboxing Kyokai, la más antigua y prestigiosa del mundo.

En febrero de 2018 el campeón japonés de la categoría, Kenji Watanabe, anunció su retiro, dejando el título vacante. Bravo ya era tercero en el ranking y meses después se coronaría.

-¿Qué pasa por la cabeza de un campeón de tan solo 18 años?

-Mi meta era llegar donde estoy ahora. Para los que no me conocen y se enteran que soy campeón japonés  con 18 años se sorprenden, pero para los que me conocen no cambió nada. Recién comienzo y todo esto no es nada para las metas que mi sensei tiene para mi. Hago lo mismo que hacía antes de ser campeón.

 Esas metas se cumplen con disciplina: “Es un arte marcial y la disciplina es fundamental. El kick boxing es una forma de vida. Quiero ir a Tailandia y pelear por el título de la World Kick Boxing Association y espero que dentro de poco este deporte sea olímpico. Quiero ser una leyenda. No quiero que mi vida esté sin el kick boxing. Quiero ser como mi sensei y tener mis propios discípulos, entrenarlos y vivir siempre ligado a las artes marciales”. «