–¿Hoy sos el Bolt argentino?

–Más chico, más blanco y atiendo en un local de Nike. 

Matías Robledo acomoda zapatillas. Escucha a clientes que le dan cátedra de lo que es correr, de lo que buscan comprarse y de todo lo que saben. Robledo les vende. Es el argentino más rápido desde hace cuatro años: nadie supera su marca: 10.52 segundos en los 100 metros. El argentino que está más cerca de alcanzar a Usain Bolt también tiene contrato con una marca deportiva. Pero para atender en el local de Nike del Alto Palermo como especialista en running.

Robledo se toma el 152 cada noche para volver a su casa de San Telmo. Arranca temprano, a las siete. Desayuna un mate cocido y dos tostadas antes de que junto a su mujer lleven a Alma, su hija de tres años, al jardín. A las 10, después de viajar en el 130, ya está en la pista del Cenard con su entrenador Javier Morillas. La rutina seguirá por la tarde, cuando se suba al 29 para ir hasta a trabajar al local. Matías Robledo tiene 27 años, una vida dedicada al atletismo, y ninguna beca de la Secretaría de Deporte ni del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD). 

«Mis amigos del local le dicen a los clientes: ‘¿Vos sabés quién te está atendiendo?’. Yo no saco el pecho. Hace dos años que estoy trabajando ahí. Me causa gracia cuando alguien empieza a explicarme algo. Ser runner es una cosa y ser deportista de alto rendimiento es otra. Y yo, a pesar de estar trabajando, soy un deportista de alto rendimiento. Aunque no sea reconocido y no pueda entrenar en doble turno», cuenta Robledo, que no tiene ni un día libre para recuperarse. Pasa muchas horas parado por su trabajo. Ninguna marca lo acompaña como sponsor; sólo recibe el apoyo de la Lotería correntina a través del gobierno. Su historia –como la de muchos atletas que vienen del interior– es silenciosa, repleta de esfuerzo y sacrificios por lograr desarrollarse en el atletismo casi de manera amateur.

Su velocidad empezó a llamar la atención en torneos regionales cuando vivía en Bella Vista, Corrientes. A los 14 años ganó en salto en largo en unos Juegos Evita y, desde ahí, empezó su camino en Sudamericanos hasta que, a los 18 años, llegó al Cenard para dedicarse a entrenar y estudiar el profesorado de Educación Física en el Romero Brest (se recibió el año pasado). En el medio, estuvo cerca de fichar con Arsenal porque jugó al fútbol hasta los 17 y, lógico, era muy rápido. Sin embargo, se volvió a su ciudad porque extrañaba. Su llegada al Cenard no fue sencilla: primero vivió en lo de un tío en Ciudadela; después, en una pensión. Hasta que a los seis meses logró la marca de 10.89 con la que consiguió que le dieran alojamiento en el Cenard por diez meses. Terminó viviendo ocho años ahí. Pero así empezó su camino.

«Sé que si hubiera hecho mi carrera en otro país mi marca sería otra porque sólo me hubiera preocupado por entrenar. Pero esto también me hace ser lo que soy. Cuando te caés, te levantás y seguís remándola. Hoy mi familia es mi principal apoyo. Acá por ser campeón argentino no te dan una beca, es necesario conseguir un logro sudamericano», cuenta Robledo. Y explica: «Brasil vive de esto, tiene otro desarrollo. Hay diez o 15 tipos mejores que yo porque tienen un roce internacional constante y otro nivel de desarrollo interno, otras condiciones. A veces es duro, pero yo sé que lo hago porque tengo un sueño y quiero estar en el top ten histórico de la Argentina (tiene que marcar 10.47) y no voy a dejar que me lo rompan. Porque, si el día de mañana no corro más, quiero saber que hice todo para cumplirlo.» 

En Argentina, Robledo no tiene rival: hace cuatro años que no pierde. Gana hasta teniendo un mal día y eso que no puede dedicarse sólo a entrenar. «Un juvenil eso lo ve, piensa para qué me voy a esforzar si ni lo llevan a Matías a competencias o no le dan apoyo. Un pibe que está empezando y todavía está lejos de mi marca piensa eso cuando ve mi caso, es inevitable», dice Robledo. «Hay campeones de entrenamientos. Lo difícil es el día del torneo, cuando se te nubla todo y hay que saber manejar la ansiedad, la presión. Muchos tienen condiciones pero no rinden en la competencia. Lo que a mí me pasa es que necesito que me salgan corriendo adelante. Si tenés alguien que va más rápido que vos te sirve, es psicológico», cuenta.

En parte por eso buscó una nueva prueba: el Mundial indoor de 60 metros en España, al que viajó en febrero gracias a la ayuda de la Lotería de Corrientes. «Fue una buena experiencia desde lo deportivo porque conocés otra manera de entrenar y te abre la cabeza. Me hubiera gustado hacerlo antes, ahora a cualquier pibe se lo tiro, si tenés unos pesos andá y fijate», cuenta. Cuando estuvo en España, la Embajada Argentina lo invitó como deportista embajador a una gala en la que estuvo el presidente Mauricio Macri y muchos otros deportistas argentinos. Robledo recibió la invitación como un reconocimiento a su carrera deportiva. Esta vez para el protocolo lo tuvieron en cuenta.

–¿Se puede disfrutar en esos diez segundos?

–Siempre me preguntan qué me da correr los 100 metros. Es toda una vida dedicada a diez segundos y es loco pero es así. Disfrutás según cómo cruzás. El mejor momento es cuando dicen «a sus marcas» y vos estás concentrado y sabés que vas. Hay una tensión increíble en el clima y después en el momento que dicen «listo», te olvidás de todo. Estuviste horas, días entrenando para que ahí todo te salga automatizado. Y durante la carrera uno piensa: «Uy, la puta madre, buena partida, sigo, sigo, me suelto». Vas pensando mucho, lo vas sintiendo y a veces te engaña esa sensación. 

–¿Cómo se entrenan los 100 metros?

–Se necesita mucha potencia de piernas, todo lo que es anaeróbico. No sirve entrenarse intermitente porque no somos jugadores, no hay cambio de ritmo. Suena el disparo y hay que correr rápido a máxima velocidad tratando de no morirse en la pista y llegar. Hay mucha fatiga muscular después de correr, hay mucho tiempo de recuperación. Y después, desde el entrenamiento, todos tus gestos tienen que ser veloces, hacés una media sentadilla veloz. Todo ejercicio tenés que llevarlo a un momento de la carrera. 

El récord histórico de 100 metros es compartido por Carlos Gats y Gabriel Simón con 10.23. «El promedio de edad de un velocista argentino es entre 26 y 30 años. El pico de rendimiento se da en la Argentina a 28, 29 años», explica Robledo, que está llegando a Taipéi, China, para competir en los Juegos Olímpicos Universitarios, apoyado por la Federación del Deporte Universitario Argentino (FeDUA). «Estoy en un buen momento, me siento bien. Corrí más rápido en el Sudamericano en Asunción pero no me valió porque corrí con un viento a favor de 2.3. En mi cabeza tengo una marca hace años pero que no la quiero quemar. Soy muy competitivo, no me gusta perder a nada. Si no tenés esa ambición no podés ser atleta de alto rendimiento. Mejor quedate en tu casa.»