No había manera de que durante la tarde del viernes 13 de mayo, mientras la noticia de su urgente salto del fútbol femenino al Sub 20 tomaba carácter público, Julio Olarticoechea (57 años, Saladillo) sospechara lo que iba a ocurrir el jueves 7 de julio, poco menos de dos meses más tarde, los 55 días en los que la Asociación del Fútbol Argentino detonó la impasible paciencia de Lionel Messi. 
El mejor jugador del mundo todavía no había amenazado con abandonar la Selección, los equipos no habían siquiera empezado a negar a sus futbolistas para los Juegos Olímpicos y el Tata Martino, herido por la Copa América y por el conflicto institucional, aún no había terminado de madurar su renuncia. De modo que no había indicios de que el Vasco, sin buscarlo, se tropezaría con semejante oportunidad. Sabía, sí, que la AFA era un monstruo descabezado, pero nunca imaginó que ahí, en esa acefalía, estaba su fortuna. 
Pero la implosión que se desató con la derrota en la última final ante Chile hizo tangible el culto al oportunismo: estar en el lugar indicado, en el momento justo, convirtió a Olarticoechea en el jinete momentáneo del seleccionado de mejor ranking del mundo. El último jueves, en su presentación, se lo vio extasiado, con los ojos que iban de un lado a otro, como si en vez de periodistas que lo examinaban se estuviera jugando un partido de tenis. “No seré Bielsa ni Mourinho, pero capaz, capaz que terminan diciendo ‘mirá al Vasco, era bueno’”, dijo.
Si para llegar al máximo cargo deportivo de Argentina se requieren antecedentes y un fórceps público para ganarse el cariño de la gente, Olarticoechea tiene sólo dos argumentos que le permitieron llegar al lugar en el que está: su estela de campeón del mundo y su condición de único entrenador de AFA con contrato vigente. Esos son los sellos visibles que hay en su pasaporte para ir a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. 
Fuera de la AFA, donde participó de los seleccionados Sub 15, Sub 17, Sub 18, Sub 20, la Sub 23 de la Primera B Metropolitana y el combinado mayor de fútbol femenino (en los últimos dos fue entrenador), sus memorias apenas arrojan un paso fugaz como director técnico de Talleres de Remedios de Escalada, en la temporada 00-01, donde no le fue bien, y dos etapas como asistente: primero en Mandiyú, luego en Unión. 
“A mí, que soy defensora, me decía que no tuviera miedo de intentar, que arriesgara. Trabajamos con dos esquemas: 4-1-4-1 y 4-4-2. Variaba según el rival”, analizó Cecilia Ghigo, jugadora de Boca y del seleccionado de fútbol femenino, quien fue dirigida por el Vasco. Pero en el fondo, por lo menos hasta ahora, la filosofía de Olarticoechea es todo un misterio. Sus referentes, para cerrar grietas, son Menotti y Bilardo, el agua y el aceite.