Desde ayer la Universidad de Qatar tiene dos nuevos huéspedes. Ángel Correa y Thiago Almada ya están en la concentración argentina después de haberse subido a la lista cuando ya todo estaba arrancando. La llegada de ambos en remplazo de Nicolás González y Joaquín Correa puso en duda, incluso, que otros jugadores pudieran correr el mismo destino. Lionel Scaloni marcó como norma que cada futbolista debía estar disponible para el primer partido, el martes contra Arabia Saudita. El Mundial no será tiempo de recuperación de nadie, salvo de quien lo requiera durante el transcurso de la competencia, o de quien se llame Lionel Messi, que ayer generó angustia cuando no se entrenó junto a sus compañeros. Hubo mensaje de tranquilidad, Messi está bien.
Tuvo que aclararlo enseguida el cuerpo técnico de Scaloni porque fueron las primeras preguntas que surgieron en el entrenamiento de ayer por la tarde en Qatar. Si Messi estaba bien. Porque sus compañeros salieron a la cancha del complejo universitario y él se demoró. Lo hizo después junto al kinesiólogo Luis García. No formó parte del equipo titular en el entrenamiento y realizó algunos movimientos de manera diferenciada. El viernes ya se había quedado en el gimnasio porque venían observando que tenían que regular su esfuerzo.
La Argentina venía en un camino muy angosto respecto a las respuestas físicas. A González y a Joaquín Correa ya se les habían sumado otros nombres bajo la mira como Alejandro “Papu” Gómez, uno de los posibles titulares en el partido con Arabia Saudita, y Marcos Acuña, que también empieza a ganar terreno en el lateral izquierdo por encima de Nicolás Tagliafico. Pero Messi está bien, dijeron desde el staff que conduce Scaloni. Una sobrecarga, algo de cansancio, mejor no forzarlo cuando faltan pocas horas para el debut.
El fantasma de las lesiones recorrió las últimas horas la Universidad de Qatar, el refugió argentino. La fragilidad física antes de que comience la competencia, luego de una temporada extraña para el plantel, trajo los peores recuerdos, los que llevan al anterior Mundial en Asia, Corea-Japón 2002, cuando a Marcelo Bielsa se le fundieron algunos jugadores. Aquello costó caro y algunos jugadores de este cuerpo técnico lo saben porque estuvieron en esa selección, como Pablo Aimar y como Walter Samuel y Roberto Ayala, que fueron víctimas de esas lesiones sobre la hora.
Esos temores, de todos modos, parecen percepciones externas. Hacia adentro de la Universidad de Qatar el ambiente parece transcurrir dentro de cierta tranquilidad. Incluso los cortes de dos jugadores que había viajado con el plantel, algo brusco para cualquier grupo, se asimilaron como parte del asunto, decisiones que tienen que tomarse en estos momentos.
Parte de la administración del esfuerzo tiene que ver también con la temperatura en Doha, donde por la tarde, cuando ya oscurece, en los horarios donde la Argentina se entrena, el promedio es de 30 grados. Pero la Argentina jugará su primer partido a las 13 de Qatar (7 de la Argentina), un mediodía que aún en esta época del año puede ser abrasador. Se espera, de todos modos, que en estos días disminuya la temperatura y que en los estadios, que tienen sistemas de refrigeración, tampoco se sienta tanto. Pero ese calor y el desgaste que arrastran algunos jugadores que llegaron con lo justo desde sus clubes, por ahora, es una clave de este Mundial. Para todos los equipos, también para la Argentina. «