Carlos Timoteo Griguol fue mucho más que un futbolista y un entrenador: fue una contraseña para entrar al corazón del fútbol argentino al menos durante tres décadas. Sus palmadas en el pecho, su gorrita característica al costado de la línea de cal y su estilo simple y campechano quedarán en el recuerdo de un ambiente que en los últimos seis meses sufrió pérdidas emblemáticas: Diego Armando Maradona, Alejandro Sabella, Leopoldo Jacinto Luque y ahora Griguol. Para explicar al Viejo Timoteo no alcanzan su títulos como DT -1973, con Rosario Central; 1982 y 84 con Ferro-. Fue formador y docente de varias generaciones de futbolistas que lo despiden con agradecimiento.

Griguol, que además dejó una huella indeleble en Gimansia de La Plata, con dos subcampeonatos históricos, falleció este jueves a los 86 años, confirmó su yerno, el exfutbolista Víctor Hugo Marchesini. Griguol se encontraba internado por dificultades respiratorias en el Sanatorio Los Arcos, del barrio porteño de Palermo. El encargado de confirmar la noticia fue su yerno Marchesini, quien a través de Twiter escribió: «Se nos fué Timo. Gracias por todo Viejito, imposible no tenerte presente minuto a minuto. Te voy a extrañar. QEPD». Diez días atrás las redes sociales y algunos medios de comunicación habían anunciado su partida equivocadamente. 



Llamado simplemente «Timo» o el «maestro Timoteo» dejó su huella por los clubes en los que enseñó de fútbol y de la vida porque siempre se propuso ser un formador más que un entrenador.  Su estilo de juego fue muchas veces criticado pero siempre respetado, y convivió en una etapa de gloria en el fútbol argentino, marcada por la eterna polémica entre «menottistas» y «bilardistas», escuelas que reportaron los títulos mundiales de 1978 y 1986.

Después de cerrar su carrera como futbolista en Atlanta y Rosario Central, entre 1957 y 1969, Timoteo se lanzó a la dirección técnica en el «Canalla», que rápidamente comprobó su sabiduría con el título de Primera División de 1973. Dos años más tarde salió de Rosario, hizo su primera experiencia en el exterior, en Tecos de Guadalajara (1975-1977), regresó a Central y pasó por Kimberley de Mar del Plata antes de llegar a Ferro Carril Oeste, donde produjo una verdadera revolución.



En 1982, durante la plenitud de su carrera, Griguol el primer título con Ferro Carril Oeste, que dos años después repitió para consagrarse en un verdadero prócer del club porteño de Caballito. Esa primera corona venía precedida de dos subcampeonatos en 1981, uno logrado en lucha parejísima con el Boca de Diego Armando Maradona. Aquellos conquistas con Ferro pusieron a Griguol en la consideración de muchos. Tanto fue así que hasta se lo candidateó a entrenador de la Selección Nacional luego de la frustración en el Mundial 1982 de España que forzó la renuncia del «Flaco» Menotti.

El prestigio acumulado en aquellos años le abrió la puerta de un gigante del fútbol argentino como River (1987), donde levantó la Copa Interamericana con un equipo que había sido campeón de América y del mundo el año anterior. Al promediar la mitad de los ’90 inició su historia en Gimnasia y Esgrima La Plata, club en el que tuvo tres ciclos y que fue otro de los grandes amores de su vida. Con el «Lobo» orilló la coronación en 1995, 1996 y 1998 y le puso final a su carrera como DT en 2004. Una experiencia en el Betis de España (1999) y Unión de Santa Fe (2002) también fueron parte de su currículum.

En los últimos años de su vida, Timoteo fue atacado por una dura enfermedad degenerativa de la memoria, que no le permitió entender la realidad. Su figura quedó eternizada en la estatua que se erige en los jardines de la sede social de Ferro en Caballito, el barrio al que Timoteo siempre volvió. Y donde lo recordarán para siempre.