Eran cerca de 2000 socios en el gimnasio del Estadio Nueva España, en la ciudad deportiva del Bajo Flores. En la mañana del domingo 20 junio de 1993, el clima, ahí, estaba caliente. Habían volado sillas entre los insultos. Mauricio Macri pagaría 15 millones de dólares a Deportivo Español por el plantel, mudaría la localía, pasaría a llamarse Mar del Plata Fútbol Club y contrataría como entrenador a César Menotti. Lo había acordado con el presidente de Deportivo Español, Francisco Ríos Seoane, en una reunión en la Quinta de Olivos con Carlos Menem y Julio Grondona.

La asamblea le dijo que no.

«Entre gallos y medianoche -dice Luis Tarrío Gómez, actual vicepresidente de Español, presente aquel día-, los socios resistimos. Perdieron la votación casi por unanimidad. O por aclamación». Desde entonces, dos años antes de convertirse en presidente de Boca, Macri guarda la obsesión de oficializar la entrada de las empresas privadas en el fútbol argentino. Ahora, como presidente de la Nación, volvió a la carga: la intervención de la AFA con su Comité, la introducción de la Superliga, el anteproyecto de ley, todos empujes para darles cabida a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD).

En la mesa que armó para cumplir el objetivo, Fernando Marín, director de Fútbol para Todos, aparece en la postura más extrema: por dónde sea, cómo sea. «El fútbol está en una crisis terminal y sus dirigentes no toman el tema con seriedad -sostuvo el martes Macri, en la primera conferencia de prensa del año, como si no hubiese sido presidente de Boca hasta 2007-. Dejen la oscuridad y hagan que las instituciones sean transparentes». Un amigo íntimo de Macri, asesor en asuntos del fútbol, cuenta: «Nadie tiene en la cabeza que los clubes sean obligatoriamente sociedades anónimas. Será una elección de los socios. Si todos los socios de todos los clubes dicen que ningún club es sociedad anónima, ninguno lo será. Vos les das la opción, sobre todo a los del Ascenso, que están recontra fundidos, de que encuentren la solución sacándole guita a un boludo. El socio decidirá si le dan la posibilidad o no». Los «boludos» suelen ser amigos de Macri, hombres de negocios, como el propio Marín, gerenciador de Racing con Blanquiceleste Sociedad Anónima entre 2001 y 2006.

En las charlas con los funcionarios, Macri suele repetirles que la política es una pavada al lado del fútbol. Le dura la sangre en el ojo: el 20 de julio de 1999 perdió 38-1 la votación para implementar la figura de las sociedades anónimas en la AFA grondonista. Las asambleas de socios de River, San Lorenzo, Huracán y Argentinos, entre otros clubes, le dijeron el año pasado que no a las SAD. «Este tema no tiene ideología. Vos ponés la herramienta, y tal vez el día de mañana los socios prefieren que venga Jorge Mendes y compre Vélez», dice el representante de jugadores cercano a Macri. El portugués Jorge Mendes es el agente de futbolistas más poderoso del mundo, con contratos por 727 millones de euros, que hundió al Valencia de España asociado con el inversor singapurense Peter Lim. «Vélez tiene su escuela, sus deportes… ¿Sabés cuánta guita pierde Vélez? ¿Y quién y por qué lo subvenciona? ¿Tiene que trabajar para sacar jugadores, venderlos y mantener la estructura general o achicarse a lo que puede? Ese servicio social lo perdió hace años. En Alemania, España, Francia, en todos los países, está la opción de las SAD. Después decidís».

Las sociedades anónimas fueron aprobadas por la FIFA. En la Argentina, sin embargo, no se aceptan en el estatuto de la AFA, en el que se establecen las sociedades civiles sin fines de lucro. Fernando de Andreis, secretario general de la Presidencia, también integra la línea dura: redactó el proyecto de ley para contemplar las SAD con el abogado español Luis Chocarro Altamira, del estudio de Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional de España. Hay un punto que aún genera controversia incluso entre los impulsores: el artículo 7 marca que, en caso de que las empresas fracasen en la administración de los clubes, la responsabilidad de las pérdidas se cargue en las instituciones. «Es un hijo de puta, un sinvergüenza», le respondió Raúl Gámez, presidente de Vélez, después de la exposición en la Casa Rosada. «Es muy grave lo que dijo sobre el fútbol, con una soberbia increíble al hablar de los dirigentes. Y miren que lo voté y quiero que le vaya bien, pero Macri quiere que los clubes seamos cada vez más pobres y que ganen más plata solo sus amigos formando sociedades anónimas».

En Boca, luego de los primeros dos años con resultados adversos, Macri habilitó el 4 de septiembre de 1997 el Fondo Común de Inversión con el fin de comprar jugadores «sin la aparición de intermediarios». La suma mínima para entrar era de 100 pesos y el inversor debía presentarse en la Bolsa de Comercio. Macri, Antonio Rattín y Jorge Griffa integraban el comité que recomendaba a los futbolistas. Dirigentes opositores denunciaron en aquel momento que el entonces prominente intermediario Gustavo Arribas era el dueño del 30% de la ficha de Martín Palermo. Arribas, se sabe, es hoy el director general de la Agencia Federal de Inteligencia y está investigado por la Justicia después de ser acusado de recibir sobornos. «El Fondo, tras una lenta agonía, no duraría mucho ni cambiaría la historia del club -se lee en el blog de archivo Imborrable Boca-. Pero dejaría un antecedente muy poco feliz de cómo una asociación civil sin fines de lucro puede llegar a comportarse como una empresa». El 23 de septiembre de 2003 fue disuelto. «Si bien perdió por paliza en la AFA y en Español, en retrospectiva ganó al volver a instalar el tema de las SAD en el fútbol argentino, que venía bastante olvidado. Estuvo archivado por décadas hasta que Macri lo desempolvó. Lo reflota, porque después de cada crisis profunda deportiva y económica aparece como la salvación las empresas clubes», analiza el abogado César Francis, que defendió a Deportivo Español.

Después de la asamblea en la que los socios de Español votaron en contra del plan de Macri, Ríos Seoane aumentó la cuota con la intención de que haya menos socios para retomar el intento de privatización. «Se perdieron 6000 socios en menos de un año -recuerda Carlos Andújar, otro socio que estuvo ese día de 1993-. Desde ese momento tenemos a Macri con el pie en la cabeza de Deportivo Español: quiso trasladar La Bombonera a los terrenos de la ciudad deportiva y también con Boca fue el primer club de AFA que le pidió la quiebra a otro por los cheques de los pases de los jugadores». Días más tarde de la derrota en Español, Macri convocó a una conferencia. «Tenía en la cabeza el desafío de lograr una nueva forma de administrar el fútbol -confesó-. Los clubes chicos están en crisis. Pensaba desembarcarme a corto plazo, porque soy hincha fanático de Boca y no quería crear dualidades irreconciliables». Antes de terminar, sonrió. «Pero si pudiera -dijo- compraría a River y lo mandaría a la Primera C».