La última vez que el polo tuvo un momento olímpico fue en Berlín 1936. De las únicas cinco ediciones con ese deporte dentro del calendario, la Argentina se había quedado con dos medallas doradas y con una potencia arrolladora: para llegar a la Alemania nazi el viaje costó 150 mil dólares y el plantel arribó a destino dos meses antes, con 40 caballos, 15 petiseros y seis jugadores. La final, disputada ante 30 mil espectadores, fue por un contundente 11-0 ante Gran Bretaña.

Después de ese momento, el polo dejó de ser olímpico. Y no es el único deporte en donde la Argentina es potencia que no tiene la chance de ver los cinco anillos sagrados. La pelota paleta y el hóckey sobre patines, disciplinas en las que es muy común ver a la Argentina en podios mundiales, nunca lo fueron y lo más cerca que estuvieron de ser olímpicos fue en Barcelona 1992, donde se conformaron con ser de exhibición.

Los muchachos de los patines fueron oro al vencer a los locales por 8-6, mientras que en pelota vasca (con presencia en París ’24 y México ’68) tuvo un resultado espectacular: dos oros en trinquete y dos bronces en frontón. Ese año, la delegación nacional apenas logró una presea oficial: la pareja formada por Christian Miniussi y Javier Frana fueron bronce en dobles de tenis.

El patín carrera y el padel son otros de las especialidades por estas tierras que ni siquiera son tenidas en cuenta para ingresar a la élite. Es que la posibilidad de ser deporte olímpico es mucho más compleja y lleva todo un extenuante protocolo establecido en la llamada Carta Olímpica. Primero y principal debe ser reconocida por el Comité Olímpico Internacional (COI). Es decir, si es seguido a nivel mundial por un mínimo en 75 países, el espacio que le brinden los medios de comunicación, además de los costos de la competencia y la dificultad de dicho evento. Hay que tener una federación internacional que haya sido aprobada por el COI y que adopte su código ético. Este organismo deberá establecer las normas internacionales, crear campeonatos y ser el órgano encargado de supervisar y gestionar la disciplina a nivel internacional. También hay que cumplir el Código Mundial Antidopaje y, de encontrarse algún caso, castigarlo convenientemente. La práctica de dicho deporte tiene que realizarse en un mínimo de 75 países y cuatro continentes por hombres y en al menos 40 países y tres continentes por mujeres.

El COI es el encargado de determinar la cantidad de deportes en cada Juego Olímpico. En 2016 se metieron el golf y el rugby 7, que tuvieron 63 y 81 votos a favor, respectivamente, mientras que el béisbol y el sóftbol abandonaron la competencia, pero solo hasta 2020.

Tokio tiene en estos momentos una larga lista de nuevas disciplinas que se presentan para poder ingresar a los Juegos. Son 25. Y ninguna de ellas tiene una amplia práctica en la Argentina. En 2020 habrá cinco nuevos deportes: béisbol/sóftbol, karate, skate, escalada y surf, y la presión que se generó hace diez días desde la convención anual Sportaccord, realizada en Dinamarca, puede llegar a poner al COI en aprietos, ya que la idea de los popes del deporte olímpico es que no haya más de 310 pruebas, 28 deportes y 10.500 atletas por juego.

Entre las disciplinas que presentaron sus credenciales se encuentran saltos ornamentales extremos, básquet 3×3, BMX freestyle y las competencias mixtas por equipos de nado sincronizado, tiro con arco, pentatlón moderno, triatlón, judo, taekwondo, tiro y tenis de mesa.

Hay más: la natación pidió la inclusión de los 50 metros mariposa, pecho y espalda en ambos sexos, postas mixtas 4×100 libre y 4×100 estilos. En ciclismo volvería la prueba madison, la que les dio el oro a Juan Curuchet y Walter Pérez en 2008. Mientras que el boxeo y pesas pidieron sumar dos categorías femeninas para equipararlas con las masculinas. El COI tomará una decisión sobre estos pedidos antes de que el Comité Ejecutivo se reúna en julio en Lausana.