Están los que dicen que el Mundial empieza en el sorteo, el día que se conocen los rivales. Y están los que dicen que el Mundial empieza en los octavos de final, el comienzo de la marcha de cruces definitivos, ahí en los que puede no haber mañana. Pero está lo práctico también, ese mundo donde todo es menos complejo, donde el Mundial empieza con el primer encuentro, el único punto de partida, el que te marca más o menos dónde estás parado.

La Argentina ya conoce sus rivales (Arabia Saudita, México, Polonia), sus días (el martes 22 de noviembre, el sábado 26, el miércoles 30), sus horarios (a las 7 el primero, a las 16 los otros dos), los estadios en los que jugará (en el Lusail los dos primeros, en el 974 el tercero). Y también los probables cruces que le puede deparar el Grupo C.

Una primera reacción a lo que tocó para Qatar 2022 es que está bien. Se trata básicamente de rivales entre accesibles (Arabia Saudita) y rivales con los que puede competir (como les gusta decir ahora los entrenadores) y, por supuesto, ganarles (México y Polonia). Después están las probabilidades futuras, si Francia (¡otra vez!) o Dinamarca en octavos (o Túnez o el ganador de Perú contra Emiratos Árabes o Australia). Si Inglaterra puede ser un rival de cuartos de finales. Demasiada anticipación para un deporte como el fútbol que siempre tiene guardada una sorpresa.

Es cierto que el sorteo pudo ser peor. Y que revisando los antecedentes de cada selección del grupo, la Argentina se convierte en la favorita para llevarse la sortija del primer puesto. También es cierto que del otro lado, la llave que va del Grupo E al H, quedó una concentración alta de equipos fuertes. España y Alemania se las arreglarán en su primera fase con Japón. Están Bélgica y Croacia, Brasil y Serbia. Está Portugal con Cristiano Ronaldo. Para la Argentina es como mirar de lejos una zona de conflicto.

Vendrán los análisis, también los sobreanálisis, sobre los rivales argentinos. Pero los casi ocho meses que quedan para llegar a Qatar 2022 es un tiempo para pensar en la propia Argentina. Todo lo importante que debe pasar en este tiempo es que la selección que dirige Lionel Scaloni lo transite en paz, sin mayores problemas, en la misma armonía que se construyó hasta acá.

Es una situación anómala la que se vive este año con un Mundial en noviembre y diciembre. No habrá concentraciones largas antes de Qatar. Las ligas europeas terminarán sus temporadas apenas unos días antes. Premier League, Bundesliga y Ligue 1, donde juegan Lionel Messi, Ángel Di María y Leandro Paredes, bajarán la persiana el fin de semana previo al inicio del Mundial.

Esa situación la afrontarán todos, no es exclusivo de la Argentina. Algunas selecciones europeas, las que se aseguraron el pase a Qatar en 2022, ni siquieran han tenido partidos este año. Será cuestión de tener algunos amistosos, de cuidar a los jugadores, y de llegar a Qatar de la mejor manera posible.

Pero los Mundiales muchas veces guardan sus traiciones. Es muy difìcil jugar un Mundial. Es difícil llegar y luego es difícil avanzar. Todo tiene que estar en su medida. Hay demasiadas historias -y Argentina tiene la propia- de selecciones favoritas que no pasaron la primera ronda. Hay también, por suerte, de las otras.

Hace sólo cuatro años, en medio de ruidos internos, con una clasificación casi sin respirar, con tres entrenadores -incluyendo al que estaba en el cargo- en el camino, la Argentina tuvo su debut en Rusia 2018 frente a Islandia. Todas las previsiones ponían a ese rival como el más accesible. Sus historias eran de vida, de hombres que se dedicaban a diversos oficios en paralelo al fútbol; a un entrenador que daba charlas en pubs. Fue empate. Rocoso, difícil, una entrada a Rusia como la de Napoleón. No hay que subestimar a nadie.

El fútbol es generoso porque admite discusiones previas sin límites y luego las deja en ridículo. No sólo pasa cada cuatro años en los Mundiales: queda claro todas las semanas. El cuerpo técnico argentino sabe bastante de esto. Scaloni respeta a Gerardo Martino (por ahora, entrenador de México). Sabe que México es un rival difícil, al que no conviene mirar de costado. Y tiene quien estudie a Arabia Saudita. Matías Manna trabajó con Juan Antonio Pizzi en esa selección. Ahora es parte del staff de Scaloni.

El fútbol es impredecible. Pero también tiene quien lo trabaje. Es la tarea de acá al Mundial, un tiempo para pensar en Argentina.