Mientras toda la atención giraba alrededor de la definición entre Argentina y Francia por la final masculina en Qatar, la FIFA se vio obligada a dar el brazo a torcer frente a una desigualdad que se volvió viral el año pasado. 48 horas antes del partido decisivo en el estadio Lusail, el futsal femenino festejó su campeonato, gritó su gol sin que nadie lo televisara. Después de distintas negociaciones y reclamos públicos, las deportistas lograron que Gianni Infantino anunciara la creación del primer Mundial de Futsal femenino en la última conferencia en Doha. Mailén Romero, actual jugadora de la Selección, estaba en Mendoza, donde nació hace 24 años, cuando se enteró de la decisión mirando una historia de Instagram mientras se entretenía con su celular. «Me nació contarle primero a mi mamá porque siempre le decía que mi sueño es jugar un Mundial. Estábamos muy emocionadas», dice Romero acerca de ese momento, el punto final para la Copa del Mundo discriminada.

Todavía se desconoce dónde y cuándo se jugará la primera competencia, pero para Argentina ya hay efectos concretos. Esta semana, la Selección jugó dos amistosos ante España por primera vez en su historia. En el debut, el equipo conducido por Nicolás Noriega dejó una buena imagen: levantó un 0-3 para nivelar el partido, pero perdió por 4 a 3 sobre el final ante una de las potencias de la disciplina. El segundo examen en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas fue otra historia, las locales ganaron 6 a 0. «España está trabajando muy bien hace tres años, con competencia casi todos los meses y eso le permitió emparejarse con Brasil, que es la gran estrella del futsal femenino. Por eso está bueno venir a competir y seguir mejorando», evalúa el entrenador, que dirige al seleccionado nacional desde 2017. «Siempre pedimos competencia de nivel y esta oportunidad fue muy importante para poder medirnos con una selección que, si no es la mejor, pega en palo», agrega Silvina Espinazo, arquera y una de las ocho jugadores de la liga nacional entre la delegación de 16 deportistas que estuvieron en Madrid.

Foto: Diego Diaz

El camino hacia el primer Mundial de Fútbol Sala necesitó de la unión de las jugadoras y el 2022 fue el año bisagra. Cansadas de las promesas incumplidas por la FIFA y de la falta de una respuesta concreta, las futbolistas nucleadas en la Asociación de Jugadoras de Fútbol Sala (AJFSF) iniciaron una campaña internacional en la que denunciaron un «trato discriminatorio». Hay un dato que explica la desigualdad con contundencia: la federación con oficinas centrales en Zurich organizó nueve mundiales de futsal masculino desde 1989 y ninguno del femenino. La proscripción no sólo privó a la disciplina de la competencia más importante, sino que achicó el universo de jugadoras. En Argentina, por caso, las futbolistas se vieron empujadas a irse al fútbol 11 –semiprofesional desde 2019– y abandonar el futsal. Algunos equipos perdieron más de la mitad de su plantel, un sacudón con efectos deportivos.

«La presión hizo que se consiguieran algunas cosas. A la larga o a la corta, era algo que iba a suceder, pero es una lástima haber esperado tanto tiempo para tener un Mundial», dice Espinazo, jugadora de Racing que hasta los 31 años era arquera de handball. Hoy, a los 36, se arrepiente de no haber llegado antes a la disciplina: «Espero disfrutarlo hasta que el cuerpo diga basta». En cambio, Mailén Romero lo practica desde muy chica. Es su perdición y, de hecho, en Racing decidió dejar el de 11 –donde también estuvo en la Selección– para dedicarse solo a jugar en la cancha de 40×20. Hasta ese momento, sus días eran interminables: a la mañana, cursaba la licenciatura de Educación Física y Deportes; por la tarde, se entrenaba con el plantel de 11 y terminaba cada jornada con la práctica de futsal. «El desgaste era muy fuerte. Llegaba física y mentalmente muy cansada a cada fin de año», cuenta la jugadora que se fue de Racing en diciembre para sumarse al San José de Brasil. 

Foto: Diego Diaz

Las muchas veces precarias condiciones también tienen que ver con el paso de los años sin mundiales. Hasta hace algunos años, la Selección de futsal –femenina y masculina– no contaba con una cancha fija para los entrenamientos. Las prácticas se hacían en el club donde dirigía el técnico, que también solía estar a cargo de un equipo de la Liga Argentina. Hoy la AFA cuenta con un estadio –durante la pandemia fue un hospital de campaña con 120 camas– con gimnasio y oficinas. El maldito bicho también frenó un momento de expansión del futsal femenino: en 2019, la Selección fue subcampeona en la Copa América en Paraguay, la competencia más relevante para la región. «Nos cortó el proceso que veníamos llevando y la idea es recuperarlo», dice Noriega como parte de los objetivos del conjunto nacional que en 2022 se quedó con la medalla de plata en los Juegos Odesur. Este año habrá Copa América en nuestro país, en septiembre, e incluso podría ser el torneo que entregue las plazas para el primer mundial. Pero es solo una especulación porque todavía no está resuelto si en 2024 habrá Copa, como ocurrirá en el masculino que tendrá la décima edición en septiembre. «Lo lanzaron también para sacar un poco de presión. Pero hasta que no haya una fecha y una sede oficial vamos a estar muy expectantes», advierte Espinazo.

Su expectativa también es la de alrededor de 50 países de todo el mundo que tienen torneos de fútbol sala femenino. España, Italia, Japón, Irán y Portugal son algunas de las ligas más competitivas. En Argentina, hay tres divisiones y se calcula que hay más de 1000 jugadoras inscriptas. «El Mundial va a ser un incentivo para las jugadoras y también para que se den cuenta que hay más para dar. Se puede igualar este deporte con el resto, pero hace falta tiempo y también involucrarse», sostiene Romero sobre esta nueva etapa que atraviesa a la Selección y a la disciplina en general.

Foto: Diego Diaz

Lo que también puede empezar a cambiar son las condiciones laborales. Hoy las futbolistas que juegan en el país solo reciben algún viático o un salario precario. Todas necesitan otro trabajo, como Espinazo, diseñadora gráfica freelance, una modalidad que le permite acomodar sus horarios para darle prioridad a la disciplina. «Todas tenemos un compromiso profesional por más que el deporte no lo sea. Esto sube la vara también a nivel de clubes porque las cuestiones tanto de infraestructura como económicas tienen que ser mejores», sostiene la arquera de Racing y la Selección. «Es muy difícil dedicarte solo al futsal y eso incluso perjudica a los propios objetivos. A veces llegan compañeras re cansadas porque tienen que entrenar después de laburar todo el día», coincide Romero, que no es la única futsalera –como le gusta describirse– en su familia. Nazarena, la menor entre los cinco hermanos, juega para Pacífico.  «Sentarnos en la mesa siempre es hablar de fútbol», describe sobre cómo se vive el deporte en su casa.

La fecha en la que llegará el primer Mundial de la disciplina domina las charlas de las jugadoras. «Che, ¿sabés algo?», es la pregunta recurrente. En marzo podrían llegar novedades desde Zurich. Noriega también quiere que se defina. Aunque aporta una mirada: es indispensable un camino previo, un calendario FIFA que defina fechas oficiales para los amistosos. «Es importante tener tiempo de preparación también», opina el entrenador. «Hay mundiales de todo y no hay una razón lógica para que no haya uno de futsal femenino. Están las sedes, las organizaciones y el público que quiere verlo. Es un deporte masivo, no es que no lo ve nadie», aporta Espinazo. «Estamos todas en la misma, mirando en todos lados y pasándonos información porque es una incógnita permanente», cuenta Romero sobre esa cuenta regresiva inquietante, esa victoria colectiva que 36 años más tarde que el masculino las reunirá alrededor de una pelota en algún lugar del planeta. «