Va un minuto del segundo tiempo y Argentina tiene un penal a favor para empatar el juego en Córdoba, para ahuyentar los fantasmas que parecen perseguir a esta Selección. Mientras Sergio Agüero acomoda la pelota desde los 12 pasos, Edgardo Bauza busca dentro de su traje una medallita para rezar. Pide que la bola entra al arco y que esta historia se empiece a enderezar. Se concentra. Pero no: Agüero define suave y a la izquierda de Villar, que se tira ahí y ataja. La escena resume a la Selección de Bauza, que no da ninguna respuesta futbolística dentro de la cancha y por eso necesita apoyarse en cuestiones sobrenaturales.

Después de la muy mala actuación en Lima, en el empate ante Perú del jueves pasado, el entrenador dispuso cinco cambios. Los tres en defensa –Mercado por Zabaleta, Demichelis por Otamendi y Muscachio por Funes Mori- fueron obligados. Pero el de Banega en lugar de Kranevitter y el de Gaitán por Dybala fue una decisión táctica para buscar eso que preocupó ante Perú y se volvió a ver ayer ante Paraguay: lo partido que está el equipo. Ya desde el arranque quedó claro que ese problema no se resolvía con un par de cambios de nombres.

Por momentos, parece que Argentina son dos equipos distintos. Hay seis futbolistas que defienden y juegan cerca de Romero y otros cuatro que miran desde lejos, a la espera de que en algún momento llegue la pelota. Durante los primeros minutos del partido, Banega se acercaba al área propia para tratar de salir con la pelota. Pero el volante del Inter, el que debe conectar las líneas, no tenía con quién jugar. Sería injusto caerle al ex Boca, porque no parece ser un déficit individual sino casi un problema crónico de esta Selección. Por eso Argentina se termina resignando a los pases largos o a los pelotazos.

La aparición de Gaitán sobre la banda derecha sí pareció entusiasmar durante el primer tiempo. Los pocos avances colectivos durante la primera mitad –los otros fueron corridas de Di María- fueron por esa lateral, asociándose con Mercado y con el propio Banega. Pero fue sólo un amague. Es que el zurdo del Atlético de Madrid se fue remplazado a los 11 del segundo tiempo, para darle el lugar a Dybala. Curioso el cambio de Bauza, que sacó a uno de los pocos futbolistas que parecía aprobar el examen. Agüero venía de fallar el penal y un mano a mano ante Villar. Sacarlo al Kun hubiera sido exponerlo a los silbidos de los hinchas cordobeses. Pero también hubiera sido una muestra de fortaleza del entrenador, que eligió la más fácil y dejó al hombre del Manchester City en la cancha.

Dybala entró en una posición distinta a la que había jugado en Lima. Lo hizo por el centro, donde brilla en la Juventus y donde apareció en Instituto. Eso había sido motivo de polémica en Córdoba, la tierra de natal de Dybala: algunos periodistas cordobeses le preguntaron al técnico por qué ante Perú ubicó a la «Joya» sobre la derecha, una posición desconocida para él. El DT respondió que en sus comienzos en Instituto jugaba allí. Los periodistas que lo conocen desde juvenil, lo desmintieron. Y ayer ingresó en una posición distinta, donde le dio movimiento y opciones de ataque al equipo, más allá de que no alcanzó.

Quince minutos después de la salida de Gaitán, Bauza otra vez movió el banco: mandó a la cancha a Pratto por Banega. Otra modificación que sorprende. Aunque el delantero del Atlético Mineiro puede conectar líneas, otra vez eligió terminar con superpoblación de centrodelanteros en lugar de apostar por algún mediocampista que sirva como conector. Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió ante Venezuela, en Mérida, no llegó el empate agónico. Y Argentina quedó con las manos vacías aunque con la cabeza repleta de preocupaciones.