Tiene las manos en la cintura y está parado al lado de Gregg Popovich. Como en cada partido, esta vez ante Minnesota, hablan, dan indicaciones, se enojan, fruncen el ceño. Esa rutina, ese vínculo, lleva 15 temporadas. Y Emanuel Ginóbili, con una vigencia impresionante en la liga más exigente del mundo a los 39 años, sigue siendo vital en los Spurs. Incluso más que nunca: esta temporada el liderazgo del bahiense, adentro y afuera de la cancha, cobró mayor visibilidad y protagonismo luego del retiro del máximo referente de San Antonio, Tim Duncan (campeón en 1999, 2003, 2005, 2007 y 2014). Es que Manu junto con Tony Parker son los hombres fuertes y referentes de este nuevo equipo que busca seguir prendido entre los mejores de la NBA. Sin embargo, por la personalidad de Manu, y tal como lo reconoce Popovich, su imagen se volvió aún más fuerte afuera de la cancha: en el banco o en la cancha, Manu es el MVP, el hombre clave de San Antonio y de su DT.

«Este año su liderazgo es más importante que lo que hace adentro de la cancha porque incorporó mucho conocimiento, que se lo transmite a los más chicos», reconoció hace unos días Popovich. La relación entre el entrenador y el escolta es tan intensa como interesante para analizar. El respeto, la complicidad y el cariño que se demostraron todos estos años siguen intactos cada vez que uno habla del otro. «Manu es alguien que puede jugar cinco o seis años más. Este año pensé en empezar a dejarlo afuera, bajar sus minutos de juego y dejarlo hacer mi trabajo porque lleva muchísimo tiempo diciéndome qué hacer», contó entre risas Pop en Ciudad de México hace una semana. «Soy lo suficientemente inteligente para escucharlo porque es un gran jugador y un increíble ser humano. Este año es un mentor para los más jóvenes. Tuvo menos minutos, pero cuando juega es Manu Ginóbili y compite al mejor nivel, hace todo para ganar. Obviamente que en el futuro estará en el Salón de la Fama de la liga».

Patricio Garino, que está jugando en el equipo de reserva de los Spurs y quien compartió la pretemporada con el primer equipo junto al ahora cortado Nicolás Laprovittola, contó esta semana parte de lo que vivió con Manu en su llegada a San Antonio. «Con Nico seguimos hablando sobre cómo nos sorprendió Manu como persona. Las cosas que hizo por nosotros fueron hasta innecesarias. Nos trató como familia. Es como decir: ‘Dios está haciendo todo esto por nosotros que somos dos pibes nuevos’. Nos fue a buscar al aeropuerto a las 9 de la mañana, nos llevó a comer, nos llevó a su casa. Hizo todo para que estemos ambientados desde el primer segundo. Eso nos pegó mucho. Uno lo tiene tan arriba que tal vez la gente común no se imagina cómo es. Uno puede pensar que es un extraterrestre, pero no. Es alguien más común que todos, humilde, generoso», reveló el pibe de 23 años, confirmando la grandeza de Ginóbili.

En una temporada difícil para los argentinos en la NBA -el corte de Pablo Prigioni horas antes de comenzar; la reciente salida de Laprovittola; los escasos minutos de Luis Scola en Brooklyn; los primeros pasos de Brussino en Dallas-, Ginóbili es la única alegría argentina. Y si bien su rol en los Spurs no es algo nuevo, está claro que siente la ausencia de Duncan. «Cambiaron las miradas, sobre todo en los últimos minutos de los partidos, cuando Pop canta el sistema faltando cuarenta segundos… Antes nos conocíamos de memoria. Ahora hay jugadores que son bárbaros y se acoplaron muy bien al equipo, pero hay otra comunicación y siempre que se va un jugador con semejante trayectoria, queda un agujero importante», confesó Manu hace unos días. Ahora ese rol, ese liderazgo, le pertenece plenamente. Aún más que antes.

Hace años que Popovich lo cuida: maneja y dosifica sus minutos en cancha con precisión matemática, aunque sólo Manu y su ejemplar conducta como deportista hacen que a los 39 años sostenga un promedio de 19 minutos por partido, más de lo que Popovich imaginaba que podría contar con él. Pero también porque Manu supo acomodarse ante las consecuencias de la edad: del jugador explosivo y veloz que se animaba a penetrar, logró reinventarse en el conductor, el cerebro, el hombre que hace jugar a sus compañeros. Ginóbili hoy marca el ritmo. Es cierto que bajó su protagonismo a la hora de definir en el uno contra uno, pero ganó y se transformó en mejor asistidor y tirador de media y larga distancia. La inteligencia de Manu hizo que pueda transformarse y seguir vigente en la mejor liga del mundo. Para dimensionar: es el segundo jugador más grande de la NBA, sólo por detrás de Vince Carter, que tiene seis meses más que él.

«Lo llevo muy tranquilo, antes era un loco, un enfermo de la rutina, competencia, victoria y perfección. Ahora estoy en modo goce, aprovechando de los últimos partidos que me quedan. No sé cuál será el último», asegura Ginóbili mientras disfruta de su liderazgo, de su experiencia, del vínculo con sus compañeros, del lugar que sabe ocupar hace tiempo.