Qatar 2022 será el primer Mundial sin Diego Maradona (y «seguramente», como dijo, el último de Lionel Messi como futbolista). Si los Mundiales son una medida de tiempo en la vida de una persona, podemos decir que Maradona nació el 30 de octubre de 1960 -hace hoy 62 años-, y que Chile 62 fue el primer Mundial con él en la Tierra. Diego fue protagonista de cinco Copas del Mundo: en cuatro como jugador (España 82, México 86, Italia 90 y Estados Unidos 94), y en una como entrenador (Sudáfrica 2010). Pero también jugó las demás. Y su figura «aparece» después de la muerte. Maradona murió en 2020. Al año siguiente, Argentina ganó la Copa América, un título luego de 28 años. Messi y la selección se sacaron peso de la mochila puesta por los argentinos. Porque Diego lo bancaba a Messi -a muerte, a lo Maradona-, aunque ese amor funcionase como mirarse al espejo. Messi jugará en Qatar ya sin la omnipresencia terrenal de Maradona. Su quinta Copa, una más que Javier Mascherano, y que Diego, aún récord argentino en partidos mundialistas (21, y Messi, 19).

Messi lo pasará en Qatar en Mundiales jugados. Pero Maradona, sinónimo de aura celestial mundialista, es el futbolista con más faltas recibidas en un Mundial (53, en México 86), en un mismo partido (23, ante Italia en España 82) y en la historia (152) de la Copa del Mundo, o al menos desde el registro de datos en Inglaterra 66. Lo sigue el brasileño Jairzinho, con 64. A Messi le cometieron 53. Otro punto para dimensionar a Maradona. Messi, según datos de Opta, sí es el primero en gambetas en Mundiales (110, ante 105 de Maradona). «En el debut de Italia 90 con Camerún, le meten un golpazo en el tobillo izquierdo. Una semana antes le habían arrancado una uña del mismo pie. Se había llenado de angustia. Le dije que saliera en ojotas para que el mundo futbolístico viera cómo lo estaban tratando», recuerda Fernando Signorini, preparador personal en México 86, Italia 90 y Estados Unidos 94, y en el cuerpo técnico de Sudáfrica 2010.

Inglaterra 66 fue su segundo Mundial en vida. Tenía cinco años. Vivía en Villa Fiorito. «Pelusa». En 2008, en la conferencia previa a su debut como DT de la selección ante Escocia en Glasgow, una periodista inglesa le preguntó cómo se hubiera sentido si el gol con la mano en México 86 hubiera sido de Inglaterra. «Le voy a recordar a la señorita -dijo- que Inglaterra le ganó una final a Alemania con un gol que no fue, que lo vimos todos en el mundo, y nadie dijo nada, la historia no se cambió». Se refería al «gol fantasma» de Geoff Hurst en la final de Inglaterra 66 -la pelota no cruzó la línea-, el 3-2 que inclinó el partido a los 101 minutos, en tiempo suplementario.

En México 70, último Mundial de Pelé, Maradona ya jugaba en Argentinos. «Los Cebollitas». Cuando el Brasil de los cinco N° 10 salía a la cancha, Diego no seguía a Pelé -ni a Gerson, Tostão o Jairzinho-, sino a Rivelino. «Por zurdo, por izquierdo, por la elegancia. Rivelino encerraba todo lo que quería ser como jugador -explicó-. Era rebelde, malo cuando había que ser malo, tenía gol, era pasador de bola. Pero siempre con la zurda». Rivelino fue campeón del mundo en México 70. En el programa De Zurda, durante Brasil 2014, Maradona se reencontró con uno de sus ídolos de la infancia. «Somos diferentes -le dijo Diego-. Los zurdos nos entendemos antes de vernos». Rivelino le regaló una camiseta verdeamarela, la de México 70 con la 11. Firmada: «Tu amigo».

En Alemania 74, Maradona jugaba en la Octava de Argentinos. La división siempre editada en la grabación con destino de posteridad, la frase maradoniana inaugural: «Mis sueños son dos. Mi primer sueño es jugar en el Mundial y el segundo es salir campeón (de Octava)». El primer sueño casi lo cumple cuatro años más tarde, en Argentina 78. Tenía 17 años. Cuando faltaban 12 días para el inicio del Mundial, César Menotti le dijo que tendría que esperar: que se quedaba afuera de la lista. En la noche fría, debajo de un árbol en la quinta de José C. Paz en la que se concentraba la selección, se le cayeron lágrimas adolescentes. «¿Cómo se lo digo a mi papá?», se decía entre sollozos. «Ahí, cuando quedé afuera -contó-, empecé a darme cuenta de que la bronca era un combustible para mí». Estuvo en el Monumental ante Italia y en la final contra Holanda. Festejó el título por las calles, subido a la camioneta de su suegro.

España 82 fue el primer Mundial con Diego adentro. Guerra de Malvinas, roja ante Brasil y adiós. México 86 como la epifanía, la Mano de Dios y el gol de todos los tiempos: tocar el cielo. «En cada Mundial dejaba todo de lado ya un mes y pico antes -dice el Profe Signorini-. Antes de México le decía para mojarle la oreja: ‘No sé si va a ser el Mundial de Argentina, pero tiene que ser tu Mundial. Y si es tu Mundial, Argentina va a tener más chances. Si no va a ser el Mundial de Platini'». Italia 90, una selección a los tumbos, más emocional, subcampeonato y llanto de Maradona. Y Estados Unidos 94, la esperanza interrumpida cuando la FIFA le cortó las piernas. Son los Mundiales de Maradona como futbolista, pero no los únicos.

Mural dedicado a Diego.
Foto: Juan Mabromata / AFP

Diego volvió a jugar por última vez en 1997. «Quiero ser campeón con Boca y jugar el próximo Mundial. Pero sé que hoy tengo pocas posibilidades», dijo en la presentación. El técnico de la selección era Daniel Passarella. Cinco meses después, el 25 de octubre de 1997, jugaba su último partido como profesional. Pero viajó a Francia 98. Primer Mundial post Maradona. «Lo que más bronca me dio es que no se jugó a la argentina -dijo en Marsella, tras la derrota ante Holanda-. Nos disfrazamos de Alemania y quedamos afuera del Mundial». Al mediodía, antes de que se sumara como comentarista en el canal América, había dicho: «Quiero ser el DT de la selección. Porque la selección no es de todos, como dice Passarella. Es de él».

A Japón-Corea del Sur 2002, Maradona llegó para presenciar la final que Brasil le ganó 2-0 a Alemania en Yokohama después de que Japón le negase la visa por «problemas de drogodependencia». Diego se encontraba en Cuba, recuperándose de su adicción. «Estados Unidos les tiró dos bombas atómicas y los estadounidenses pueden ingresar sin problemas», había dicho. Antes del Mundial, la FIFA había elegido a su segundo gol contra Inglaterra como «Gol del Siglo». Cuando arribó a Japón, Maradona también dijo que se sentía «culpable» de la eliminación en primera ronda de la selección que dirigía Marcelo Bielsa: no había podido acompañar. Del Mundial asiático queda una publicidad maradoniana: Diego despierta a los argentinos tocando los timbres de las casas, meta ring raje por la madrugada, para terminar sentado en el cordón. Marginado.

Alemania 2006 fue el primer Mundial con el Diego tribunero, más hincha. Maradona compartió un almuerzo en la concentración con la selección. Participaba de las arengas en el vestuario antes de los partidos. Hasta que llegó Alemania: no pudo entrar a tiempo al Olímpico de Berlín. Eliminación por penales. Pero Alemania 2006 fue el debut mundialista de Messi, en el 6-0 frente a Serbia y Montenegro en Gelsenkirchen. Maradona lo festejó como un gol, brazos en alto, sonrisa de dientes blancos, con una camiseta réplica del 86: una bienvenida al panteón de los más grandes. Antes de Alemania 2006, Diego se había postulado como el sucesor de José Pekerman: «Me debo a mí mismo. Es la frutilla del postre de mi vida». Sudáfrica 2010 fue su Mundial como entrenador, el de la ilusión -siempre Maradona- y el del beso a la lona con otra caída (4-0) contra Alemania.

Brasil 2014 y Rusia 2018 fueron los de Maradona en De zurda y en De la mano del Diez, programas que condujo junto a Víctor Hugo Morales. Stefano Ceci, amigo, asistente y confidente, «el Tano» para Diego, lo acompañó en esos Mundiales. «Siempre lo vivimos con tensión, de futbolista y maradoniana. Y también de fanáticos. A Brasil 2014 Diego fue impecable. Venía de hacer una dieta y un entrenamiento de seis meses. Bajó 19 kilos. Estaba genial. En ese momento, no muy bien con FIFA, porque estaban los ladrones de Blatter y Platini. Nos metían muchas trabas para ir a la cancha. Hasta que se enojó y dijo: ‘Muchachos, no vamos a ningún lado, lo vemos por televisión’. Televisión que tuvimos que comprar porque, durante un partido de Argentina, le pegó al vidrio con una zapatilla, a una de 50 pulgadas, porque no habían cobrado un penal», relata Ceci, y viaja sin escalas a Rusia 2018: «Llegó con un poco de sobrepeso. ‘Tano, la puta que te parió, los años pasan para todos, no solo para mí’, me decía. Fuimos con otra FIFA, todo a disposición, avión, palco. Lo colgó dos veces a Putin, que todavía nos está esperando. También pasó esa falsa información de que Diego se había muerto de un paro cardíaco».

Maradona vivió los Mundiales como si siempre fuera a jugarlos. Enamorado de la camiseta argentina. Y preguntón, curioso y comprometido, con el pasado del fútbol-juego.

Ahora, en el vestuario del Estadio Azteca, sólo quedan los utileros. Argentina ya salió campeón de México 86. Maradona se ducha. El resto de los jugadores está en el micro, o dando notas. Signorini acaricia la Copa del Mundo como si fuera una pelota.

-Qué linda que es, Ciego, ¿no? -se acerca Diego, feliz.

-Sí, pero ya la tenemos, es pasado. Tenemos que hacer lo mismo en Napoli.

-¡Andá a la concha de tu madre, Ciego, dejame disfrutar del Mundial!