El yin y el yang de la Selección ingresa en una semana que puede resultar un camino hacia la definición. Después del partido del jueves ante Chile, lo que marca la vuelta al Monumental, ya no habrá dos caras. Será, en una frase que les gusta repetir a los entrenadores, plata o mierda. ¿Es Argentina la que va primera en el ranking de la FIFA, esa que tiene al mejor jugador del mundo, o es la que está en el puesto de repechaje en las Eliminatorias, la que perdió tres finales consecutivas y la que evidenció una falencia hasta en las selecciones juveniles, ya que el Sub 17 quedó eliminado en la primera ronda del Sudamericano y el Sub 20 clasificó por el último resquicio?

La dualidad ya no será tal después del duelo ante el verdugo de las dos últimas Copa América. Argentina afrontará una doble fecha en la que puede cortarse para mal, y comenzar a sangrar por la herida: primero con Chile, el equipo karma para estos jugadores que está un punto por encima en la tabla de posiciones, y luego, el martes siguiente, frente a Bolivia en la altura de La Paz, donde ganó sólo dos veces en los últimos 55 años, en 1973 y 2005.

Los puntos cosechados ya no entregan ninguna certeza. Y tampoco el juego con la conducción de Edgardo Bauza. Desde la derrota en la final de la Copa América del Bicentenario, el déficit nacional se siente en la tabla, en el nivel futbolístico y también en la desorganización institucional. Basta con repasar todo lo que ocurrió a partir del 26 de junio del año pasado, tras el último enfrentamiento con Chile en Nueva Jersey. Renunció Lionel Messi. Renunció Gerardo Martino. La Sub 23 olímpica no pasó la primera ronda en los Juegos de Río de Janeiro. Luis Segura fue corrido de la presidencia de la AFA. La Inspección General de Justicia suspendió las elecciones. Llegó un Comité de Regularización impuesto por la Conmebol y la FIFA. Bauza fue elegido después de un casting sospechado, con influencias non sanctas, y algo similar pasó con los cargos para los entrenadores de las juveniles. La Selección, con una cara distinta cada partido, giró por Mendoza, Córdoba y San Juan. En algunos lugares de esos se esperaba encontrar calor pero algunos jugadores terminaron silbados. Los futbolistas cortaron el diálogo con la prensa después de acusaciones infundadas hacia Ezequiel Lavezzi. El equipo de Bauza fue irregular: ganó dos -Uruguay y Colombia-, empató dos -Venezuela y Perú-, perdió dos -Paraguay, Brasil. Así llegó hasta acá, en unos nueve meses agitados, como si fuera un crucero cinco estrellas al que lo agarró un temporal.

Después de un verano en que la AFA parece haber encontrado la manera de plantar sus cimientos -modificó el Estatuto por unanimidad en la Asamblea, el 29 de marzo asumirá Claudio Tapia con una lista única que mantiene el consenso, resolvió en manos de quién quedará la televisación después de que Mauricio Macri haya enterrado el Fútbol para Todos, aprobó la Superliga para después de agosto- la esperanza de Bauza es que esas certezas también lleguen en el campo de juego. No es simbólico que la Argentina vuelva a hacer de local en el estadio que más veces recibió a la Selección, como es el Monumental. Eso fue una imposición económica del Comité de Regularización, por cuestiones económicas y de logística. Por eso el jueves puede ser un quiebre, un atajo hacia la normalidad. Una victoria deja Rusia a la vuelta de la esquina: lo más probable es que con dos triunfos más en las cinco fechas que quedan la clasificación esté asegurada. Una derrota cambia la ecuación: obliga a conseguir al menos tres victorias en las siguientes presentaciones, en contextos complicados: La Paz, Montevideo y Quito.

Bauza ya había atacado -con declaraciones periodísticas, por supuesto- después de pisar el charco en la doble fecha de Perú y Paraguay. «Vamos a traer la Copa de Rusia», le había dicho en la vuelta a la pantalla a su amigo Fernando Niembro. Sin respuestas en el campo ni en la tabla, la estrategia de Bauza parece apelar al convencimiento. A que este grupo de jugadores crea que es posible ganar con los colores nacionales. Que la maldición se debe acabar.

Según cuentan desde adentro del vestuario, el entrenador de 59 años no se ganó la confianza futbolística de los referentes del plantel. La constante de Bauza como seleccionador es el cambio en la predisposición del juego: el día que debutó plantó cuatro delanteros y el equipo presionó durante los primeros minutos, lo que causó sorpresa porque, al fin y al cabo, era un equipo de Bauza. Y después varió según el rival y las circunstancias. Además, abusó de las frases fuertes y de las aseveraciones ante los micrófonos de la prensa, con promesas al aire hacia algunos futbolistas que luego no fueron cumplidas o declaraciones que tuvieron sus consecuencias, como «Barcelona no cuida a Messi». Ahora, a diez días de pisar La Paz, confesó en el diario La Nación cuál es el plan para el partido ante Bolivia: «Imagino un 5-4-1, cosa de llegar 0-0 a los últimos 20 minutos y después ver si podemos ganar.» Claro, mucho de lo que ocurra en el Altiplano dependerá de lo que pase el jueves en el Monumental. Ahí estará en juego buena parte del pasaje a Rusia.

Alexis y Medel prenden las alertas en el plantel chileno

Alexis Sánchez y Gary Medel, dos de las figuras de la Selección de Chile, el primero con pasado en River y el otro en Boca, salieron ayer lesionados en los partidos de Arsenal e Inter, respectivamente, y preocupan al entrenador Juan Antonio Pizzi, a cinco días del partido frente a la Argentina en el Monumental, el jueves a las 20:30. Sánchez debió salir cuando faltaban diez minutos en el partido que su equipo perdió 3-1 en la Premier League frente a West Bromwich y, automáticamente, se colocó hielo en su tobillo derecho. «Perdimos a Sánchez y su tobillo no se ve nada bien. Su estado es terrible», informó después del encuentro el entrenador francés del Arsenal, Arsène Wenger, y luego advirtió que «si es sólo una patada, jugará, pero si el ligamento está dañado, no jugará». Medel, en cambio, padeció una lesión muscular en su pierna derecha que lo sacó del campo de juego en el empate 2-2 de Inter frente a Torino por la Serie A. Estas dos situaciones se suman a las ausencias que tendrá Chile para visitar el Monumental: Marcelo Díaz por lesión y Arturo Vidal por acumulación de tarjetas amarillas.

En contrapartida, Jorge Valdivia es la gran novedad en la convocatoria de Pizzi. Valdivia, una de las figuras en la Copa América 2015, el primer título grande de la Roja, no juega desde octubre del año pasado en el seleccionado, y era uno de los máximos pedidos de los hinchas y los periodistas. «Está incluido en un grupo que creemos que nos puede dar soluciones para los partidos venideros. Todo se considera, dentro del conjunto de variables, en el grupo de jugadores entre los que está Jorge. Nos puede aportar», manifestó Pizzi. El técnico argentino, además, convocó a Carlos Carmona, del Atlanta United de la Major League Soccer, para reemplazar a Díaz. Carmona no era llamado para un torneo oficial desde la época de Jorge Sampaoli, aunque participó en la China Cup que Chile ganó el pasado enero. Las grandes ausencias en la citación son Matías Fernández, el mediocampista ofensivo del Milán, y los delanteros Edson Puch y Mauricio Pinilla. Pizzi optó por Fabián Orellana. «Con Argentina tiene la misma importancia que todos los partidos que hemos jugado y que nos quedan por jugar. Lo especial, es que no hemos ganado nunca en Argentina y es una buena oportunidad para hacerlo. Podemos competir de igual a igual», remarcó el entrenador.