El 22 de febrero de 1987, Boca perdía 1-0 y hasta había errado un penal en La Bombonera ante Rosario Central cuando terminó el primer tiempo, fecha 29 de la temporada 86/87. Jugaba con la camiseta tradicional. Salió para el segundo tiempo con una amarilla. Le ganó 4-1 con goles del Chino Tapia, dos de Alfredo Graciani y el último de la Chancha Rinaldi. Central sería el campeón. Pasaron 35 años. “Boca usará una camiseta con los colores de Ucrania”, zocaleó en los últimos días el canal de noticias de La Nación. Sea por una movida de marketing, por un conjuro chamánico, por marcar tendencia –hoy Real Madrid y Barcelona estrenarán sus suplentes en el clásico español–, Boca jugará por primera vez un superclásico oficial ante River con la camiseta amarilla, lanzada por los 30 años del predio de Casa Amarilla.

Sazonada la nota de color de la camiseta, puede ser el tiempo de Boca más allá del resultado de hoy porque Boca, repite Juan Román Riquelme, “volvió a ser un club de fútbol” luego de los 24 años de macrismo. Es el vicepresidente que se calzó los cortos amarillos en la final de la Libertadores 2007 que Boca le ganó a Gremio. Y en la última semana, antes del superclásico, Boca oficializó a Adriana Bravo como vice tercera en el lugar del fallecido Roberto Digón, el cargo más alto para una mujer en la historia del club. Pero “Boca es Boca” y es el más popular y es cabaret y, desde este nuevo tiempo, es Riquelme. Y Riquelme siempre fue un animal duro de domar en el ambiente. Entonces, el Centro de Entrenamiento de Ezeiza es el “búnker” de Román y sus “talibanes”, como se leyó en medios ahora críticos, antes socios del macrismo.

¿Cuál es el tiempo de Boca? “De transformación. Estamos en crecimiento, en transición hacia encontrar el equipo para pelear lo que más nos interesa, que no es River, es la Copa”, responde Sergio Olguín, escritor, compilador de la hermosa antología Con el corazón en la Boca, ahora en TyC Sports. “Independientemente del resultado, lo que más se va a evaluar es la capacidad de Battaglia de parar un equipo competitivo de visitante, en un partido en el que casi todos dan por perdedor a Boca, mientras los hinchas de River están agrandadísimos y la prensa lo pone como el Ajax de los 70”. Olguín dice que el hincha reclama –quizá como nunca antes– la inclusión de los pibes de las inferiores. Siempre en el centro de la escena, Boca trabaja el lacerado sentido de pertenencia, la identidad pisoteada. Cuando Macri asumió en 1995, prometió “nueve de once” titulares de las inferiores. No es hoy tiempo de slogans.

Confesión: me aburren los pronósticos. Aparte, ya lo dijo Daniel Passarella, bostero en su temprana edad e ídolo y expresidente de River cuando descendió en 2011, los periodistas somos “los invictos”. Recurro a “Esto es Boca”, un grupo de WhatsApp que compartimos con amigos bosteros. Jero es el pesimista y enojón. “1-1”, deja caer. “Viendo cómo plantea los partidos Battaglia, River nos va a hacer un gol por cómo juega, y nosotros a los tumbos, en alguna jugada aislada o en esos 15 minutos de fútbol furioso que tenemos en los últimos partidos”. Poyi es el optimista y riquelmista. Centra su fe en el “buen pie”: en Pol Fernández, Medina, Molinas, Romero. Y en una columna vertebral que sueña mientras acuna a Simona: Rossi-Rojo-Pol-Romero/Molinas-Benedetto. “Ganamos 2-1 en el gallinero”. Juani es el equilibrio y el análisis: “Boquita va a salir a proponer. Por ahí, en buena parte del primer tiempo lo logramos y ahí hay que hacer el gol. Embocar el gol y a lo Boca, a sufrir”.

Boca va a estar más cerca de jugar bien y de ganarle a River si Pol Fernández hace pata ancha en la mitad de cancha del Monumental. Battaglia y Riquelme nacieron como mediocampistas centrales. Si se planta Pol, se plantará Boca. Eje en la construcción de la salida, fue la gran novedad del 1-0 ante Estudiantes (no el estreno de la camiseta amarilla). Hoy, claro, enfrente estará River y su presión asfixiante made in Gallardo. Guillermo “Pol” Fernández, surgido de las inferiores, fue el primer refuerzo de Riquelme cuando se estrenó como dirigente en 2019. “Siempre juega bien –dijo Riquelme–. Parece que tiene un escarbadientes debajo de la pera y ve todo”. Pol será el vidente de los amarillos ante River, barómetro inevitable, y más desde Gallardo DT. Se sabe: los que no son de Boca, suelen ser anti Boca.