Durante la última semana, el presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, tuvo que explicar que la decisión de no excluir a todo el deporte ruso de Río 2016 ante las revelaciones de doping organizado, fue ajena a las buenas relaciones que mantiene con Vladimir Putin. Occidente no se conforma con que el atletismo de Rusia no pueda competir. Quería barrer con todos los representantes olímpicos de ese país. Un hilo conecta este escándalo con la última denuncia del FBI sobre la presencia de espías rusos en Nueva York. Son escenas de la Guerra Fría. En ese marco, el viernes tendrán su apertura los primeros Juegos Olímpicos en territorio sudamericano, dentro de una tensión política que arrastra reminiscencias a los tiempos de boicots, los de Moscú ’80 y Los Ángeles ’84. 

Los Juegos Olímpicos –su historia lo demuestra– son mucho más que un espacio de hazañas, épica, héroes, músculo y talento. Es el lugar donde las potencias juegan sus propios partidos. Por todo eso –porque no es sólo deporte– Tiempo entrega hoy con un suplemento especial sobre Río 2016. Sumar páginas a un diario autogestionado por sus trabajadores forma parte también de un compromiso con los lectores, que son los que han sostenido en todo esta etapa una lucha contra empresarios vaciadores y patoteros. Río 2016 se disputará dentro de un escenario que resultaba impensado cuando Lula da Silva apostó a organizar estos Juegos. El golpe contra Dilma Rousseff, la asunción de un desprestigiado Michel Temer, los problemas de seguridad y la aparición del zika, como relata en su nota Julián Martínez, son algunos de los problemas que se afrontan. 

La Argentina –cuenta en otro artículo Juan Manuel Danza– tendrá a la delegación más grande de su historia olímpica –iguala a la de Londres ’48– con 213 atletas, empujada por los deportes de equipo. Como el fútbol, que llega a Río de Janeiro envuelto en una crisis económica e institucional, con un entrenador interino, y una AFA intervenida, en los hechos, por el gobierno nacional. O como el básquet, cuya Generación Dorada tendrá en Río su despedida. El fútbol podría mirarse en el básquet. Fueron Scola, Ginóbili y compañía los que se plantaron contra los desmanejos y la corrupción dirigencial. Al fútbol no le vendría mal una rebelión de sus figuras.