En la mitad exacta de la ruta hacia Rusia 2018, la Argentina se encuentra enfrascada en una discusión que arrastra –sin darle un cierre– desde la conducción de Diego Armando Maradona con esa clasificación de película en el lluvioso partido ante Perú, el mismo rival que ahora lo sumerge otra vez en la encrucijada. Después de dos mundiales y tres finales perdidas –dos en Copa América–, el debate que atraviesa a los distintos ciclos nacionales es precisamente el mismo: el equilibrio. Acaso Edgardo Bauza era –¿es?– el acróbata capaz de encontrar ese estado; el experto, según sus admiradores, para llegar a ese punto. Para darle armonía a un equipo con dos caras: una cuando ataca (y tenga a Lionel Messi); otra cuando se defiende. Bauza fue ungido, entre otras cosas, por su capacidad para unir los dos países, para gobernar las dos piezas hasta hoy casi imposible de amalgamar.  

La Argentina está en zona de repechaje por diferencia de gol, dentro de un pelotón de cinco equipos separados por apenas tres puntos. Tiene margen. Puede correr el límite un poco más: los perseguidores de la Selección, hoy la frontera para clasificar al próximo Mundial, están a cuatro o más puntos de distancia. Incluso si llegara a perder el martes ante  la desdibujada Paraguay, en Córdoba, seguirá con los pies adentro de la XXI edición de la Copa del Mundo. 

Así y todo, la Argentina –su juego, su modo, su fisonomía, su identikit futbolero– vive en asamblea permanente: hay un estado de discusión constante que llena de preguntas al equipo nacional. ¿Las críticas son exageradas? ¿Hay un exceso de cuestionamientos? ¿La Selección –esta generación– llegó a su techo?  ¿Hacia dónde va este equipo gestionado por un entrenador que hace un culto del orden, el equilibrio y el sacrificio como sus pilares? ¿Tiene el método para ganar una final, el nuevo Rubicón desde Brasil 2014? 

Hay, de cualquier modo, debates que cruzan a Maradona, Sergio Batista, Alejandro Sabella, Gerardo Martino y Bauza, los técnicos de los últimos seis años. Hay, sobre todo, un borrón y cuenta nueva sin freno. Una especie de desmonte de lo –poco o mucho– construido. Martino, por ejemplo, ordenaba el juego alrededor de la posesión de la pelota. Se movía –o intentaba hacerlo– alrededor de ella. Al menos en sus primeras tres contiendas, el equipo dirigido por Bauza pasa poco tiempo con la pelota en los pies y vive de arrebatos individuales. Un zapatazo entre mil piernas de Messi, un central que convierte en un córner (Nicolás Otamendi y Ramiro Funes marcaron en los últimos dos partidos) y el oportunismo de Higuaín. El empate ante Perú fue la muestra más precisa: no hubo nadie capaz de retener el balón aunque sea por unos segundos para pensar y modelar una idea.  

Cómo encastrar a los cuatro fantásticos es un misterio todavía abierto. Es un caso sin resolver que empezó en la etapa de Sabella y que persiste hasta estos días. Tal vez la diferencia que asoma en el naciente ciclo de Bauza es que ya no se discute si los cuatro tienen que estar de entrada. Su lugar está en duda. Exige una legitimación: Ángel Di María, Sergio Agüero e Higuaín precisan convalidar sus convocatorias con rendimientos que dialoguen con lo que muestran en sus equipos. Los tres cargan diferentes mochilas. Al mediocampista del PSG lo persiguen las lesiones en los partidos claves surgidas, además, por decisiones equivocados: recorrer la cancha de lado a lado como si compitiera en los 100 metros llanos con pelota. El delantero que en el Manchester City mete goles hasta cuando duerme se apaga cuando se pone la camiseta celeste y blanca. Ante Perú, Bauza le sirvió el salvoconducto en bandeja: la 10 y el rol, salvando las distancias, de Messi. Casi no participó del juego. Su última intervención fue su estado del arte: un intento fallido de controlar una pelota facilona que terminó perdida en el lateral cuando quiso dominarla. Higuaín acaso sea el único que dio un paso adelante con su definición esquinada. Necesitará más de esa clase y de la que reparte a diario en la Juventus para que no florezcan otros memes.

La Argentina del equilibrista Bauza anda floja de papeles en la especialidad del entrenador y agrandó la brecha entre el sufrimiento en las adyacencias de Sergio Romero y la voracidad en el territorio que lidera Messi. A la Selección de Bauza, el constructor de murallas defensivas, le entran por todos lados: en tres partidos acumula cuatro goles en contra, la mitad de los recibidos en todas las Eliminatorias. 

En la mitad exacta de la ruta hacia Rusia 2018, la Argentina sigue partida en dos, desbalanceada, envuelta en las acrobacias que propone Bauza, todavía lejos del promocionado equilibrio que lo instaló en el complejo en Ezeiza.     

La defensa, entre la urgencia y el riesgo

Sin los suspendidos Pablo Zabaleta, Nicolás Otamendi y Ramiro Funes Mori, Edgardo Bauza convocó de urgencia a Jonatan Maidana para el partido del martes a las 20:30 ante Paraguay en Córdoba, por la décima fecha de las Eliminatorias a Rusia 2018. El Patón, entonces, tendrá que rearmar la defensa. Gabriel Mercado en lugar de Zabaleta, Mateo Musacchio y Martín Demichelis como centrales, y Marcos Rojo en el lateral izquierdo, el único sobreviviente del empate 2-2 ante Perú en Lima. Maidana, de River, es la alternativa, ya que le ganó la pulseada a Matías Caruzzo (San Lorenzo) y Víctor Cuesta (Independiente), alternativas que manejaba Bauza para citar de apuro. 

Hay un grupo en riesgo para enfrentar a Brasil y Colombia en la última doble jornada del año. Sergio Romero, Javier Mascherano, Ángel Di María, Paulo Dybala y Gonzalo Higuaín encienden el alerta: tienen una amonestación y de recibir otra se perderán esa fecha crucial por las Eliminatorias, a jugarse en noviembre.

ENTRADAS

Hasta ayer todavía quedaba un remanente de entradas para ver Argentina con Paraguay en Córdoba. Se pueden adquirir a través de .