Ella se mantiene intacta, aunque es otra. La vida de Yésica Bopp, una de las mejores boxeadoras argentinas de todos los tiempos, cambió invariablemente. Su sonrisa, siempre presente, hoy tiene otra razón de ser: Ariadna, su pequeña hija. Alejada de los rings por la maternidad, se dedicó a estudiar y se recibió de Psicóloga Social. «El embarazo me permitió hacer otras cosas y una de ellas fue volcarme a terminar mi carrera. En el último tiempo hasta cursaba mientras una prima me cuidaba a mi hija; yo salía cuando podía para amamantarla y volvía a clases. Fue muy loco, pero también muy placentero porque hoy ya estoy recibida”, le admite Bopp a Tiempo en un descanso de una clase de boxeo que brindó en Sparring Center junto a la gente de Everlast para una veintena de jóvenes, hombres y mujeres, que sueñan con ser como ella, una campeona mundial.

-Se te ve muy cómoda en este tipo de situaciones, enseñándoles a jóvenes a ser mejores boxeadores.
-Es algo que me gusta, me sale naturalmente. Siempre me gustó ayudar, trabajar desde lo social. Además conocí a la empresa Weber, que tiene un programa que se llama «Huella Weber» que me permitió poder ayudar y mejorar la infraestructura de dos escuelitas de boxeo, una en Concordia, Entre Ríos, y la otra en La Plata. Son esas cosas que perduran en el tiempo, un trabajo social que deja cosas en lugares con gente que lo necesitan.

-Imagino que este tipo de situaciones te deben abrir la cabeza…
-Es así, me permiten ver la problemática social desde otro lado. Si todos queremos podemos ayudar de alguna manera. Por ejemplo, cuando organizaba los torneos también donaba cosas para entrenar, y mucho también gracias a la Secretaría de Deportes del gobierno anterior. Como campeona mundial tuve esa facilidad.

El pasado 9 de abril, la campeona minimosca AMB y OMB retornó a la actividad con un combate en el gimnasio Gatica, de Wilde: venció por puntos a la dura y tenaz santafesina Vanesa Taborda. «Fue una pelea muy especial, la primera desde que tengo a Ariadna», reconoce con una sonrisa.
-¿Cómo viviste estos dos años sin pelear?
-Me dediqué a cosas que no hacía porque vivía entrenando. Además de terminar la carrera también disfruté mucho a mi familia, a mis amigos. Me dediqué a hacer eventos de boxeo porque quería seguir en el ambiente. Organicé campeonatos, uno de ellos especial, que se llamó Delfino Pérez en honor a mi entrenador. Fueron cosas que por suerte salieron bárbaras y de paso me calmaban la ansiedad por no poder pelear. Encima la carrera me abrió la cabeza, me hizo ver el abanico de posibilidades que podía tener para el día que no practique más boxeo, eso me vino bárbaro.

-¿Cómo fue esta primera preparación para una pelea siendo mamá?
-Lo primero fue buscar una niñera para sumar a mi equipo de trabajo. Necesitaba alguien que cuidara a mi hija para poder entrenar tranquila. Y las dos últimas semanas tuve la ayuda de mi suegra, Rosa, que se quedaba en casa de noche para que yo pudiera dormir al menos siete horas. Aunque fue más entrenar sin dormir que otra cosa, ja  (se ríe con picardía).

-¿Cambió tu motivación para subirte al ring?
-Sí, por completo. Todos sabemos que el boxeo femenino no gana como el masculino y por eso tengo que hacer el doble de sacrificio para poder dejarle algo a mi hija. Hoy peleo para poder asegurarle el futuro a ella. Si las mujeres cobráramos lo mismo yo no hubiese tenido que pelear tanto como lo hice para poder tener un futuro. Esa es nuestra lucha constante, lograr una igualdad entre lo que ganan varones y mujeres. Igualmente no me quejo, yo sigo entrenando y luchando por ser la mejor y hoy mi motivación principal pasa por pelear para darle un futuro a mi hija, nada más.

-¿Cuál es tu próximo objetivo?
-Empezar a defender coronas. La primera será el 18 de junio en Venezuela, aunque todavía no tengo una rival definida. Sí sé que va a ser una rival dura, por eso mi vuelta al ring fue ante Taborda porque aposté por una rival fuerte para medirme y tener un buen nivel. Espero seguir logrando títulos mundiales, aunque el título más lindo ya lo tengo, el de mamá.