Juan Sasturain: «Esta Selección argentina sufre de fragilidad espiritual»

Por: Ricardo Gotta

Una charla de café, con la pelota y la literatura de por medio. La reedición de La Patria Transpirada, la selección y el Mundial, revueltos sin edulcorante.

Un cortado, el fútbol, la literatura. El Mundial, la derrota argentina y Juan Sasturain en una charla enclavada en el pretexto de la reedición ampliada de su libro, La Patria Transpirada. Un rato después del 3-4 ante Francia: «Claro que la derrota entristece. También que Messi tendría que haber dado más. Pero él es así. No es Mascherano. No es ni siquiera Banega. Llegamos adonde pudimos. Se dio un resultado lógico, es lo que tenemos. Y en Francia hay muy buenas  individualidades, aunque no juegue tan bien como eso haga presumir. Pero mostraron trabajo y nosotros no».

Sasturain espera un momento y apela al recuerdo: «Sí, es triste la foto del fin de época de alguno de estos jugadores. Pero no es nada con el ’82. Debutamos en España un día antes de la rendición en Malvinas. Ahí hubo dos fotos: el equipo argentino formado y los soldados, en la misma disposición con las armas delante. Eso fue mucho peor».

-¿Qué te quedó de Messi?

-Fue la prolongación de los Messi de los últimos torneos. Evidentemente tiene problemas de tensión ante circunstancias del juego que lo hace no participar, apartarse. Con la mejor buena leche, creo que es un problema psicológico. Después te hace una maravilla como contra Nigeria. Sí, no es fácil ser Messi. Pero además, su tipo de relación con un equipo es el Barcelona, el único modelo que conoce. No se trata sólo de rodearlo de gente que juegue para él, sino que lo siente perfecto porque se crió dentro. En Argentina, aprendió a jugar a la pelota, pero no al fútbol. Lo aprendió en Barcelona.

-Otra cuestión que lo diferencia de Maradona

-El modelo Diego (o Tevez) es otro por características propias y por circunstancias histórico-biográficas. Messi siempre estuvo en un solo lugar, rozado por un contexto de comodidad, sin otras exposiciones. No podemos pensarlo separado de ese sitio. Si se hubiera quedado en Newell’s sería otro muy distinto, al que nuestro fútbol le hubiera dado otras cosas. También sería otra persona. No está ni bien ni mal… Y como a todos, a veces le sale mal, a veces no puede.

-¿Le pedimos demasiado?

-Todos pedimos demasiado. Pero nadie le debe nada a nadie… No le podemos pedirle nada más a Borges, a Leloir, al Che, a Favaloro, a Evita… Son personas y hacen su vida. Somos un país que genera individualidades fuertes..

-Cuestión que Maradona gozó, pero también padeció.

-Si pudiéramos intuir qué es la identidad argentina, Diego es mucho más representativo de esa condición, de nuestro comportamiento. Lionel no: se pone la camiseta, quiere jugar acá, es argentino, pero socialmente es menos representativo. Como el ingeniero Pelli, o Martha Argerich, que a los 14 años  se fue a Europa, estudió allá y pertenece al mundo. Del Che, ni hablemos… Pero mirá: en el fútbol, durante mucho tiempo, hacia afuera nos representó la habilidad, los grandes talentos que son las grandes individualidades. Pero paulatinamente, los jugadores de exportación fueron trasladando su eje, su modelo, hasta ser como Simeone. El argentino que se la banca, los sobrevivientes, el aguante… Hemos ido trasladando nuestra estima futbolera a lo anímico. Tiene que ver con nuestra historia, haber sobrevivido a las peores cosas. El nene (Messi), con eso, no tiene mucho que ver.

-Más allá de la Selección Argentina, ¿cómo estás viviendo el mundial?

-Como mucho placer. Disfruto muchísimo del juego. Por eso me gusta el fútbol. Lo cambiante de esta Copa, el alto contenido emocional, la incertidumbre, lo hace más atractivo. Los candidatos parecen no serlo. Será porque el fútbol tiene alto porcentaje de cosa azarosa, depende de individualidades, momentos, estados emocionales, de las circunstancias, en contra de esa situación tan tonta de exagerar la planificación. ¿Quiénes son más serios, ordenados y planificados que los alemanes?

-Galeano se encerraba a ver el Mundial.

-Veo todos los partidos, en mi casa y, en general, solo. Igual que en otros mundiales, pero esta vez sin la necesidad de escribir, como en los últimos 20 años en los que ejercí el periodismo.

¿Extrañás?

-No, lo miro como un hincha y lo disfruto. Disfruto mucho el juego. Me confirma que en un momento de mierda del país, en un momento de mierda de la Selección, en un momento de muchas concesiones en todo sentido, cuando ves tantas cosas desagradables, bajar el volumen y mirar el juego me reivindican con las cosas que creo: el interés y la belleza de este juego hermoso, complejo, tan lleno de variantes.

-Así evitás intermediaciones con el juego.

-Muchas veces te hacés cargo de lo que dicen en detrimento de la atención del juego. Pero eso no impide que sufra. Argentina me hizo poner los huevos en la garganta, aunque eso sea parte del juego. Consiste en competir. No me meto en esas discusiones tontas, imbecilidades bizantinas de jugar bien o ganar… Esto no es el ludo. Para eso, hagamos jueguitos. Se compite para ganar, aunque hay formas y formas. Con esta Argentina sufrí porque le costó mantener la tensión, la intensidad. Las modificaciones del marcador, lo marcaron demasiado. Es frágil en la convicción, en la confianza. Padece fragilidad espiritual. Y en un Mundial tenés que ser fuerte, que creer en vos, confiar.

-¿Lo que menos te gusta?

-El toque intrascendente que agranda a los rivales. La Argentina lo practicó. Somos buenos para agrandar a los rivales. Empiezan a posicionarse en posición de contragolpeador antes de tiempo. Tal vez sea una de las cosas negativas del tacticismo: ‘Ahora que hicimos un gol, ellos tienen que venir…’ ¿quién lo dice? En el fútbol no hay un solo modo correcta de jugar. ¿O todo el que no hace un gol se equivoca? Gana uno solo, viejo… y los demás pierden. El acierto, el triunfo es una construcción que depende de muchos factores, muchas circunstancias. Una jugada es producto de las anteriores.

La Patria Transpirada recorre mundial por mundial: también es un conjunto de circunstancias.

-Cuento los mundiales pasados por la experiencia propia. Es una mirada de costado que tiene que ver con dónde lo viste, cuándo, con quién estabas, cómo estabas, qué le pasaba al país. Desde el Mundial del 30 hasta el del 98, lo escribí de una sentada de tres meses. Luego agregué los otros. Yo nunca había pensado escribir sobre los mundiales. Lo hice por encargo. Gracias a Daniel Arcucci. Él había hecho los reportajes y me llamaron para escribir textos que le dieran contexto. Las referencias para cada Copa Mundial eran las fotos. Y, luego, cuando no pudimos usarlas, surgieron versiones dibujadas de las fotos para ilustrarlo.

-¿Qué elegís de todo lo que escribiste sobre fútbol?

-Son muchos textos. De El Día del Arquero, que es de los años setenta, el cuento «Elementos para una teoría de un marcador de punta», por ejemplo. Pero el fútbol cambió tanto.

-De ese libro recuerdo el prólogo y una referencia a un incomparable sonido: el chasquido de una pelota rasgando la red.

-Ese chasquido tiene que ver con una experiencia futbolera sin sonidos ambientes. Cuando te pusiste la camiseta y jugaste la primera vez con un arco con red. Cuando jugás en el potrero, en el pueblo, y debe haber cierto silencio o enmudecido el estadio…

-Ahora, cuando le bajás el volumen a la televisión, ¿no buscás ese silencio?

-Sí, seguramente busco el sonido del juego. «

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