A Nick Kyrgios le sobra el talento para ser uno de los hombres que encabecen la renovación de las primeras planas del tenis mundial. Con apenas 21 años, el australiano está en el 14º puesto del ranking; ganó este año los primeros tres títulos de su carrera -el último, conseguido hace poco más de una semana en el ATP 500 de Tokio-; logró una victoria en Wimbledon sobre Rafael Nadal, cuando el español era número 1 del mundo; y tiene historial favorable sobre Roger Federer, al que venció en el único enfrentamiento entre ambos. Sin embargo, como le sucede a muchas de las raquetas más importantes del planeta, el juvenil tiene al enemigo en casa: su cabeza está poniendo en riesgo su futuro dentro de la elite. A punto tal que este lunes la ATP decidió obligarlo a tomar sesiones de psicoanálisis, so pena de suspenderlo por ocho semanas de las pistas.

El pasado miércoles, Kyrgios fue a menos de manera escandalosa en su partido de la segunda ronda del Masters 1000 de Shanghai frente a Mischa Zverev (110 del mundo): en la derrota por 6-3 y 6-1 contra el alemán, el díscolo australiano sacó mal a propósito, se quedó parado ante los golpes de su rival y le pidió al juez de silla: “¿Podés darlo por terminado y me voy a mi casa?”. Además, durante el partido se peleó con un espectador que le recriminó su falta de actitud y en la conferencia de prensa posterior redobló la apuesta: “¿Deberle al público un esfuerzo mayor? Soy bueno pegándole a la pelotita en la red, qué importante. Yo no les debo nada. Y si no les gusta: yo no les pedí que vinieran a verme, váyanse y listo”.

Inmediatamente, el jugador recibió una multa de 16.500 dólares: 10 mil por “no mostrar su mayor esfuerzo”, 5 mil por “abuso verbal sobre un espectador” y 1.500 por “conducta antideportiva”. Sin embargo, después de analizar en profundidad el caso, la ATP decidió ampliar la sanción: además de aplicarle una nueva penalidad económica de 25 mil dólares, se decidió una suspensión de dos meses. Finalmente, el castigo se redujo a tres semanas luego de que el tenista aceptara acudir a un psicólogo deportivo: de esta manera, Kyrgios no podrá competir hasta el 7 de noviembre y quedará afuera del Masters, que finalizará un día antes de que se termine su pena.

“Respeto y entiendo la decisión. Aprovecharé este tiempo sin competir para mejorar dentro y fuera de las canchas”, aseguró el australiano al conocerse la noticia. Lo cierto es que no le quedaba más opción que ir por el camino del acatamiento: la sanción deja en claro que el mundo del tenis se cansó de sus actitudes de rebelde sin causa. Desde su aparición en los primeros planos del circuito, en 2014, el juvenil llamó la atención por salirse de los cánones de un deporte que siempre se caracterizó por su corrección. “Creo que el deporte necesita de personalidades fuertes. Cuando ven a alguien que es frontal y no le importa mucho el qué dirán, es divertido. Pienso que hay que expresarse, esto es deporte. Me gusta interactuar con el público”, llegó a asegurar Kyrgios el año pasado. Sin embargo, lo que en un primer momento parecía simpático, con el tiempo empezó a superar algunos límites.

El primer llamado de atención llegó el año pasado en Wimbledon, cuando el juvenil tuvo una actitud muy similar a la que exhibió contra Zverev: en su partido de octavos de final frente a Richard Gasquet, durante el segundo set dejó de devolver los saques de su rival, más tarde discutió con el árbitro y luego abrazó a uno de los chicos recogepelotas sin motivo aparente. Pero su peor exabrupto llegó unos meses después del abierto británico: “Kokkinakis se acostó con tu novia, siento decírtelo”, le dijo Kyrgios a Stan Wawrinka mientras jugaban en el Masters 1000 de Canadá. La frase, que se escuchó por la televisión a través de los micrófonos de ambiente del estadio, generó el repudio generalizado de todo el mundo del tenis (hasta el siempre correcto Federer aseguró que sus actitudes “alejan a los niños del tenis”) y la furia del suizo, que lo fue a buscar al vestuario tras el partido y pidió públicamente una sanción severa: “Tiene problemas en todos sus partidos, siempre se comporta mal. Espero que la ATP tome medidas serias contra él, porque todavía es joven, pero eso no es excusa”.

En ese momento, el australiano recibió una sanción en suspenso de 28 días, que sólo se iba a hacer efectiva si no reincidía en los siguientes seis meses. Esta vez, ningún plazo pudo salvarlo. Tal vez, un psicólogo sí lo logre.