Gabriel Carabajal escucha a Gabriel Milito y cuando llega a su casa toma apuntes en un cuaderno. Son conceptos de juego que el técnico le acerca. El resto corre por su cuenta. No es el único jugador que lo hace. Tampoco es el único futbolista de Argentinos Juniors que rescata a su entrenador como el hombre que ayuda a mejorarlos. Gabriel Avalos dice que Milito le cambió su juego como delantero. Fausto Vera, que ahora parte hacia el Corinthians, celebra de la libertad que le da para jugar. Milito cumplió un año y medio como entrenador de Argentinos, un tiempo en el que logró convencer de su idea a un grupo de jugadores que además lo cuenta como formador. De eso se trata armar un equipo.

Milito ya había estado en la agenda de Argentinos durante otra búsqueda. Antes de que llegara Diego Dabove le habían ofrecido el cargo. Entendió que todavía no era el momento. Hasta que volvieron a llamarlo a fines de 2020. Estaba sin club, desde el final de su segunda experiencia con Estudiantes. Es posible que Milito haya visto que Dabove dejaba una base -un trabajo que él mismo le reconoce a su antecesor- aunque cambiaría el estilo: basta de “ese juego directo del orto”, como se lo escuchó quejarse en un partido, ahora es el tiempo de un juego posicional. 

Sabía también que había algo abajo. Había estudiado al club. En su primera reunión con Cristian Malaspina, el presidente de Argentinos, le habló de los jugadores que podía promover a Primera. “Me gustaba el sistema de entrenamiento, el tema de potenciar juveniles y el sistema de juego de proponer e intentar ser protagonista siempre. Habíamos experimentado con (Gabriel) Heinze algo similar”, cuenta Malaspina. “Dieciocho meses después -dice el dirigente- lo veo con la experiencia de conocer el club. Está totalmente comprometido con el objetivo y cuenta con un equipo de jugadores que ya son propios y que hace crecer día a día”. 

Milito ofrece pocas entrevistas pero se extiende en sus conferencias de prensa para explicar ante los periodistas métodos de trabajo, formas de juego, decisiones tácticas y otros conceptos más generales de lo que entiende del fútbol. “No le digo a mis jugadores ‘apoyá la pelota y salí jugando’. No, nos colocamos de cierta manera, según el rival, para hacerlo”, explicó una vez. “Si me hacen mano a mano -agregó- y tengo que jugar al 9, juego al 9. Y si mi defensor está apremiado y la tiene que sacar del estadio, eso es jugar bien al fútbol también. Porque es la interpretación”.

También suele darle notas al programa partidario Argentinos Pasión. Días atrás, en una larga charla que incluyó una evaluación sobre sus 18 meses en el club, les dijo: “Hay que ejecutar y transmitir la idea que se siente. Para convencer hay que estar convencido”. Habló también de cómo, en algunas ocasiones, los representantes interfieren de modo negativo en la formación de los futbolistas dándole autos de alta gama, casas en barrios privados y otros lujos a cambio de que formen parte de sus escuderías. “Lo que importa -les dijo- no es cuánto juego en Primera, sino cómo juego en Primera”.

En el camino de la conformación del grupo también hubo conflictos y salidas de referentes, como la de Gabriel Hauche. Hubo jugadores que crecieron como David Zalazar, Federico Redondo, Thiago Nuss, Gastón Verón o José María Herrera. Otros se reconvirtieron: Lucas Villalba y Kevin Mac Allister eran laterales y hoy juegan de centrales. Algo similar pasó con Román Vega, que se va al Barcelona B. A Luciano Sánchez, que llegó desde Independiente Rivadavia de Mendoza, lo preparó para que pueda ser reemplazante de Mac Allister. Gabriel Florentín, que negocia su destino en Rusia, bajó para ser volante central. 

A Milito lo definen con un estilo duro de docencia. Cuando se enoja es difícil. Otra vez la comparación con Heinze. Lo vieron en Santiago del Estero cuando se agarró con un miembro del cuerpo técnico de Central Córdoba. “No me podés mandar a callar”, lo frenó a Marcelo Gallardo en uno de los duelos con River. Es parte de su personalidad. La conoció Pep Guardiola cuando lo tuvo como jugador en Barcelona. Hablaron una noche en un restorán para decirse las cosas en la cara. Fue Guardiola también el que le pidió que les hablara a sus compañeros en la final del Mundial de Clubes contra Estudiantes. Milito sabía con qué se iban a encontrar. Y Guardiola ya intuía que ese jugador tenía otra cabeza para saber transmitirlo.  

Después de dos estadías en Estudiantes, una en Independiente -el club donde creció como futbolista- y otra en O’Higgins de Chile, se encontró con Argentinos y su tradición de fútbol elegante. Y se encontró con tiempo. Su equipo está arriba en una Liga que de los cinco grandes sólo tiene a Racing entre los diez primeros. Gallardo, que es una anomalía en el fútbol argentino por sus ocho años en River, dijo esta semana que los equipos pueden tener altibajos, por supuesto. Pero que lo importante es permanecer. Una idea necesita tiempo. Argentinos se lo está dando a Milito. Milito le está dando a Argentinos un convencimiento.