Cuando Andrés D’Alessandro vio el cartel electrónico con el número de su camiseta supo que se había terminado su estadía en el Monumental. Hasta ahí, era la figura del último Superclásico. River ganaba 2-1. Cuando Carlos Tevez metió el segundo de sus goles para remontar el partido y dejar a Boca en la punta, sabía que su salida del equipo iba a ser en paz. Hace seis meses se terminaban las etapas de las figuras de River y de Boca en un Superclásico de 10 (y de diez), de los más entretenidos de las últimas décadas, con seis goles (terminó 2-4), resultados cambiantes y con ambos como jugadores más destacados (Tevez, al final, fue la figura). Esta tarde, cuando Boca reciba a River en La Bombonera, desde las 17, los equipos tendrán una de las mayores pruebas sin aquellos referentes: demostrar el éxito de la transformación que arrancaron después de esa tarde, que puso en lo que va de 2017 a lo colectivo por encima de lo individual.

Porque cuando quiere, Guillermo Barros Schelotto apunta entre ceja y ceja al hablar. En febrero, en medio de una pretemporada de incertidumbres, el entrenador de Boca se lamentó por la salida de Tevez. «El reemplazante deberá ser el equipo. Todos tenemos que reemplazarlo. El equipo tiene que ser más importante que cualquier nombre», aseguró. Marcelo Gallardo no se refirió públicamente a la salida de D’Alessandro pero parece haber tomado la idea de Guillermo.

Los dos equipos saldrán hoy a la cancha a buscar soluciones colectivas en cada detalle. En el último Superclásico la influencia de las figuras fue determinante. River manejaba y ganaba el partido con D’Alessandro como titiritero. Cuando salió, Tevez forzó el error de Augusto Batalla para empatar y después la clavó del ángulo para darlo vuelta.

En cambio, en lo que va del año sería muy difícil (e injusto) marcar algún triunfo de Boca o de River como producto de la genialidad de un solo futbolista, sin que esto resulte un problema: Boca estiró a tres puntos la ventaja con respecto a su más inmediato perseguidor, mientras que River ganó seis de sus ocho partidos.

Transformación de Boca

Los equipos de Guillermo juegan como no jugaba Guillermo, un wing de gambeta aletargada. Son verticales, presionan -o simplemente corren hacia adelante-, y rara vez frenan para pensar. Lo que ocurrió fue que entre Fernando Gago y Tevez lo obligaron a cambiar, porque en ese sentido no son obtusos; y así Boca ganó la trilogía de clásicos a fin del año pasado (San Lorenzo, Racing, River), con el reaseguro del pase del 5 al 10. Sin Tevez, los mellizos volvieron a abrevar en sus fuentes. Le dieron carta libre a Ricardo Centurión, potenciaron a Cristian Pavón como el socio de todos (y trajeron a Oscar Benítez), ganaron la pulseada con la ratificación de Darío Benedetto, y ponderaron a la categoría de preferido a Rodrigo Bentancur porque corre hasta el desmayo, como lo hizo en el Monumental.

Desde aquel River-Boca, es cierto, varió también el arco: Agustín Rossi jugará su primer Superclásico. Ahí el equipo ganó en seguridad. En su décima presentación (cinco goles en contra), Rossi tendrá su primer gran examen. En la defensa, ya que es la misma línea de cuatro, continúan defectos y virtudes. Que Tevez haya brillado en sus últimos cuatro partidos en Boca, goleada 4-1 incluida a Colón en su despedida, se relacionó íntimamente con la vuelta de Gago al equipo después de la enésima lesión. Tevez no está. Gago cada tanto se vuelve a lesionar, y no es un «influencer» como Tevez. Boca, más allá de las individuales, juega sin 10 y con la idea fija de los pillos mellizos.

Transformación de River

Sin hacer comparaciones de estilo, el que entró en el equipo luego de la salida de D’Alessandro fue Ariel Rojas, regresado de México. El otro refuerzo fue el atacante Carlos Auzqui y el anhelo de Gallardo era sumar a Walter Montoya, por lo que, desde la búsqueda de jugadores, se notaba que la idea del entrenador no era poner a un jugador como D’Alessandro para tapar el hueco. Buscó una reconversión que encontró con un enroque en la mitad de la cancha: el Pity Martínez pasó de la izquierda a la derecha y Rojas le dio al sector zurdo el apoyo que necesitaban Milton Casco para atacar mejor, Sebastián Driussi para asociarse y Nacho Fernández para liberarse por el carril central sin la necesidad de cubrir las espaldas de nadie.

Además, el entrenador logró aceitar una maquinaria que le permite a los jugadores que pasan al ataque aparecer por cualquier lado, sin que esto descuajeringue el armado; y por eso tanto Driussi, como Fernández, Martínez, Casco o hasta Jorge Moreira han desbordado por derecha e izquierda. ¿Cómo lo logró? A pura presión en campo contrario, lo que le permite variar en ataque, pero le deja una sangría en el fondo al adelantar tanto las líneas.