El gol de Cristiane, el primero del 3 a 0 de Brasil sobre la Argentina en la Copa América Femenina, lo grita Manuela Avena, la relatora que estuvo a cargo de la transmisión en directo desde la cuenta de Twitter de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). El usuario oficial de la Selección argentina lanzó dos tuits durante los 90 minutos: uno anunció el 0 a 0 del entretiempo; el otro, la derrota final. Es acaso una muestra de la dimensión de los reclamos que realizan a la AFA las jugadoras que, desde las 16:45, enfrentarán a Chile con la chance de clasificar a un mundial –Francia 2019– después de doce años. 

«Las Guerreras», el apodo del equipo que conduce Carlos Borrello, acapararon la atención por inventiva propia. Con Florencia Bonsegundo y Estefanía Banini como abanderadas, su capacidad de juego las llevó al cuadrangular final en el que le ganaron a Colombia. La creatividad para expresar su bronca –posar todas juntas con la mano en la oreja en la foto antes de empezar el partido– las convirtió en tendencia y visibilizó sus reclamos en un contexto en el que las mujeres son las protagonistas de los cambios. 

«Ojalá que las chicas puedan jugar un Mundial. El mérito es sólo de las ellas. Molesta que se cuelguen de los éxitos ajenos», dice Florencia Quiñones, de Boca y capitana de la Selección hasta el paro del año pasado. Desde ese entonces nunca volvió. En noviembre, a través de una carta, anunciaron que no se entrenarían hasta que la AFA diera una solución a recursos básicos: el pago y la actualización de los viáticos (150 pesos por práctica), una cancha de pasto natural y alojamiento en los viajes. 

«En los últimos 20 años, el fútbol femenino fue tomado como una disciplina más, sin demasiada importancia. Recién ahora con la asunción de Claudio Tapia se implementó un proyecto serio a largo plazo», afirma Ricardo Pinela, el presidente de la Comisión de Fútbol Femenino de la AFA y el destinario de aquella carta. Hoy –dice– se pagan 200 pesos por cada práctica y las llevan y traen hasta el predio en Ezeiza mientras que las convocadas para cada torneo reciben 300 pesos por día previo al viaje y 50 dólares diarios durante competencias como la Copa América. Además, Pinela dice que la presentación oficial de la camiseta se hará en conjunto con el equipo masculino frente Nicaragua, el rival de la despedida antes del Mundial en Rusia, y que la foto con la camiseta en la que posa una modelo –cuestionada por el plantel– fue una decisión de la marca. 

«Lo que están haciendo es una hazaña deportiva. Nos llena de orgullo», valora Mónica Santino, exjugadora y pionera del fútbol femenino –o feminista, como prefiere llamar– sobre el andar de la Selección en Chile. Las cuatro victorias, dos derrotas y los 15 goles las deja a un paso del tercer Mundial. Si quedan segundas, jugarán un repechaje para Tokio 2020. Sólo El Femenino, una web y un programa de radio especializado en la disciplina, sigue a la Argentina de principio a fin en el torneo. «El gesto no fue sólo a la dirigencia. El fútbol femenino crece, hay que ponderarlo y darle más visibilidad», señala la periodista Romina Sacher. 

En la competencia local, cada vez más clubes suman equipos femeninos. Contar con uno mayor y otro de juveniles Sub 17 es una obligación para jugar la Copa Libertadores, según una resolución de Conmebol. La Superliga copió el requisito para obtener la licencia del campeonato, aunque todavía no hay fecha límite para implementarlo. Por eso se multiplican las pruebas, como la que hizo Boca. Días atrás, más de 200 chicas fueron al complejo Pedro Pompilio. 

En octubre de 2016, sólo 13 de los 30 equipos de la Superliga tenían un equipo femenino. Hoy hay 18 y otros seis están armándose. Aunque compiten en la precariedad. Sólo los más fuertes –Boca, River, San Lorenzo y UAI Urquiza– pagan viáticos y ofrecen un trabajo o una casa. En otros, algunas jugadoras hacen rifas para pagar la ambulancia. «Nosotras entrenamos la misma cantidad de horas que cualquier hombre. Como mínimo queremos un sueldo en blanco», pide Quiñones. Las futbolistas comienzan a organizarse para pelear por sus derechos. Ya se contactaron –sin demasiados avances– con Agremiados. «Si pelean una o dos es difícil. Necesitamos estar todas», dice Quiñones. Precisan ser escuchadas. Como gesticularon las chicas de la Selección, las que hoy acaso les den más fuerzas para romper con las desigualdades.