Mañana a la noche, cuando la Selección argentina salga al estadio de los 49ers, en Santa Clara, una generación de futbolistas dará el primer paso para su última oportunidad de cortar la racha de 23 años sin títulos antes del Mundial de Rusia 2018, con el recuerdo todavía fresco de las dos finales perdidas en Chile y en Brasil, con la imagen todavía latente de Lionel Messi desconsolado ante la derrota, algo que sólo parece conocer con la camiseta argentina.
Será en un mes de mucha carga simbólica. Cada vez que llega junio se cumple un nuevo aniversario del último gran logro de la Selección, el Mundial de 1986, y los números se vuelven cada vez más pesados. El desafío -ganar una Copa América después de 23 años- se impone justo a tres décadas de la conquista de Diego Maradona y sus muchachos en el Estadio Azteca de México. «A medida que pasa el tiempo esa Copa pesa cada vez más. Tres décadas más tarde, esos seis kilos y pico de oro ya parecen toneladas», cuenta Diego en su reciente aventura literaria México 86. Mi Mundial. Mi verdad.
Tal vez el que más sabe cuánto pesa esa presión es el propio Messi, capitán del equipo hace cuatro temporadas y el que más tiempo lleva en el seleccionado después de Javier Mascherano, el líder espiritual que hace dos años arengó a sus compañeros en busca de una semifinal mundialista con un grito: «¡Estoy cansado de comer mierda!» Dos partidos más tarde, ambos se quedaron, otra vez, en la antesala de la gloria, como les había pasado en la Copa América Venezuela 2007 y como también les sucedería el año pasado en Chile (con el agravante de que Mascherano, además, había perdido la definición de Perú 2004).
En Estados Unidos, Messi deberá liderar al equipo con más presión en el torneo. Chile viene de hacer historia en su tierra, Brasil -sin Neymar- tiene la cabeza en los Juegos Olímpicos, Uruguay se ganó el cielo celeste en los últimos años, y Colombia ya parece haber superado los fantasmas que terminaron con el trágico asesinato de Andrés Escobar después de haber quedado eliminado en la primera fase de la Copa del Mundo Estados Unidos 1994.
Mientras tanto, las últimas dos grandes camadas de argentinos que ganaron mundiales juveniles y Juegos Olímpicos comienzan a pisar los 30 años y empiezan el tramo final de sus carreras. El 24 de este mes, Messi cumplirá 29; el Kun Agüero sopló el jueves pasado 28 velitas, igual que lo hicieron Ángel Di María, en febrero, y el Pipa Higuaín, en diciembre. Las cuatro estrellas del equipo nacieron después de México 86, como todo el plantel, a excepción de Mascherano (1984) y de Mariano Andújar (1983). De hecho, algunos podrían ser considerados hijos de aquella conquista mundialista: Sergio Romero, Facundo Roncaglia y Gabriel Mercado nacieron entre ocho y nueve meses después del gol de Jorge Burruchaga a Alemania. A falta de seis años para Qatar 2022, varios de estos jugadores entienden que si no logran cortar la racha sin títulos en esta Copa América o en Rusia en 2018, la mochila pesada se la tendrán que pasar a la siguiente camada, que por ahora no se ha mostrado capaz de levantar la esperanza argentina. Es la camada que en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro tendrá la oportunidad de lavar las malas campañas en los últimos campeonatos juveniles.
Para colmo, esa presión, propia y externa, no es lo único que rodea al equipo. Hay otros problemas. Por un lado, las lesiones no dejan a Gerardo Martino trabajar con la totalidad de los convocados e, incluso, a algunos futbolistas los esperan para el segundo o tercer partido de la Copa. Javier Pastore, Ezequiel Lavezzi, Erik Lamela, Lucas Biglia y el propio Messi llegaron a Estados Unidos con problemas físicos y con la incertidumbre de cuándo iban a poder jugar. A Biglia hasta se le había buscado un remplazante en la lista (Guido Pizarro) por si había que descartarlo.
El fuerte golpe en las costillas que sufrió Messi durante el amistoso contra Honduras no es lo único que preocupa al 10. El largo trajín que hizo desde San Juan para declarar el jueves en Barcelona y después tomarse un avión rumbo a California le restó horas de descanso y de preparación, además de generarle dolores de cabeza. No debe ser fácil pasar de ser el amo y señor de la pelota a sentarse en el banquillo de los acusados junto a su padre y a ser insultado por algunos al entrar a la corte.
Sumado a todo esto, Martino no cobra su salario desde el año pasado, aunque antes de viajar se le pagara una parte. Y está el caos institucional en el que se encuentra sumergida la AFA, lo que llevó a algunos dirigentes a amenazar con retirar a la Selección del certamen con tal de evitar la injerencia del Gobierno nacional. «El equipo está al margen de todo lo que está pasando en AFA y sólo piensa en jugar. Lo que ocurre afuera no nos incumbe y vamos a priorizar ganar la Copa América», afirmó Matías Kranevitter, que, como sus compañeros, comparte la concentración con el dirigente Claudio «Chiqui» Tapia, uno de los grandes protagonistas del Juego de Tronos versión Viamonte 1366. El que quede en pie de esa rosca se deberá hacer cargo, entre otras cosas, de optimizar las condiciones para que en los próximos dos años Messi y compañía lleguen a Rusia 2018 mejor parados que en esta Copa América. Cuántos junios habrá acumulados en sus espaldas dependerá de lo que empiecen a hacer mañana.