Del mismo modo que con el cine de Hollywood, Estados Unidos logra una invasión cultural a escala mundial, esta vez bajo una nueva edad de oro de las series televisivas. House of Cards, Game of Thrones, Breaking Bad, The Walking Dead, 13 Reasons Why, Sense8, Orange Is the New Black, Vikings son los títulos más aclamados por los fanáticos. Alrededor de estas historias se desarrollan comunidades de sentido que se ponen la camiseta, como si se tratara de una banda de rock o de un equipo de fútbol.

Con la irrupción de sitios de Internet donde ver series vía streaming, se generan nuevas maneras de consumir y compartir lo que hasta hace poco se veía en la tele. Hay en primera instancia dos formas posibles: los usos piratas que se relacionan con sitios web donde se alojan series sin contar con los derechos para reproducirlas, como Cuevana, y las empresas de Video On Demand (VOD) que legalizan una práctica que ya se venía dando. De estas últimas, las más populares son la multinacional Netflix, la argentina QubitTV y el sitio de impulso estatal CINE.AR. En los tres casos media el pago –en CINE.AR hay también contenido gratuito– y aunque se puedan ver esas producciones en pantallas piratas, el pago se justifica por la mejor calidad de imagen, que el video no se corte y la posibilidad de continuar desde donde se dejó de ver la última vez. Netflix se destaca porque apuesta a la producción de contenido exclusivo que, jugando con el gusto ya construido de las audiencias, no se trata de series web sino de una televisión para Internet que tiene en cuenta las formas de decodificación actual.

Los cambios en los consumos de audiovisual con la aparición de Internet tienen más que ver con dinámicas sociales y prácticas culturales que con determinaciones propias de las tecnologías. En este sentido, las audiencias comenzaron a consumir audiovisual por fuera de la lógica de grilla y programación, viendo series cuando y donde quieran. En la cama, en el transporte público, en una sala de espera, en el trabajo o en clase. Allí son posibles algunas lógicas propias de estas pantallas que involucran nuevas denominaciones de nuevas prácticas, como el visionado en maratón y el temor al spoiler. La maratón es, en primer lugar, mirar un capítulo tras otro casi como una adicción. Estas plataformas a su vez mediante logaritmos recomiendan otras series a cada perfil de usuario para que cuando finalice la serie actual continúe la maratón con otro título.

Cuando una temporada se estrena y queda disponible para ser vista completa en Internet –como en el caso de las originales de Netflix– o cuando alguien sube a Internet el capítulo recién emitido en televisión, algunos fanáticos esperan ansiosos el momento y sin importar si es de madrugada lo miran para llegar primero. Allí se encuentra la dimensión simbólica de la maratón: llegar primero. Haber visto el material antes que los demás y ganar una suerte de capital simbólico efímero, porque pronto vendrá otro capítulo.

En este lapso, quien ya lo haya visto tiene el poder de spoilear –en inglés, algo así como destripar–, esto es develar o adelantar a quienes no lo vieron lo que sucedió con sus personajes favoritos en ese capítulo. En el marco de los foros y grupos en redes sociales creados para la discusión sobre la serie, spoilear es prácticamente una condición de existencia. Quienes no hayan visto lo último deben evitar los posteos, perdiéndose participar activamente de la comunidad.

Las series apuestan al guión, construyen universos, abren diversas posibilidades de continuidad. Con ello incentivan la elucubración de teorías y conspiraciones por parte de fanáticos. La experiencia de la maratón se extiende a otros espacios convirtiendo los contenidos en transmedia. De estos grupos en redes sociales, por ejemplo, surgió la presión de los fanáticos ante la cancelación de Sense8, una historia que contaba con dos temporadas y un público cautivo al que Netflix se vio obligado a anunciarle un próximo capítulo especial. Lo mismo ocurrió con 13 Reasons Why, basada en un libro y que debido a la cantidad de teorías posibles para su continuación se confirmó una segunda temporada. Finalmente, también tuvo lugar un leak –en inglés, «filtrado»– de capítulos de Game Of Thrones, revolucionando la comunidad de fanáticos. Hay quienes incluso dicen que el filtrado fue una estrategia de marketing de la propia HBO para mantener a su masa crítica en alerta y hablando del tema.

Por todo esto, la convergencia del visionado activo de las series y las redes sociales postulan un consumo muy diferente al del espectador del cine y las audiencias de la televisión. Las productoras de series abren juego a sus fanáticos incorporando las lógicas de visionado que las audiencias proponen. Una nueva forma de producir televisión que apela a la retroalimentación y apuesta a una nueva era de la industria cultural televisiva. <

*Director de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad de Quilmes