Hola, ¿cómo están?

Lionel Messi nos alargó la noche de Qatar. La iluminó, escribí el domingo a la madrugada mientras volvía en un micro de FIFA desde el estadio al centro de prensa. Se sentía la electricidad en los cuerpos por el final, el acto de justicia de Dibu con su tapada. Todo de ese partido lo pudieron leer en la edición de Tiempo de ayer. Roberto Parrottino escribe sobre sobre el salvador del arco y cuenta por qué este es el Mundial más mundial. Delfina Corti, desde Doha, hace esta crónica sobre la reconstrucción de la hinchada argentina. Ricardo Gotta se mete con la memoria y el corazón. Y encima está Víctor Hugo Morales, que ayer relató los goles de Argentina con Australia y dice: Véngase a ver a la selección

Un rato después del partido, cuando un grupo de hinchas todavía cantaba en las tribunas, Farhad se acercó a mi posición en la zona de prensa y me preguntó si podía sentarse a mi lado. No le habían designado escritorio sino un asiento y necesitaba escribir su artículo. Farhad es periodista, vive en Dacca, Bangladesh, y éste es su tercer Mundial. Ya estuvo en Brasil 2014 y Rusia 2018. 

Messi para todos

Farhad me muestra en su teléfono un video de Bangladesh, de lo que había pasado hacía un rato con el gol de Messi. Miles de personas saltando, gritando, enajenadas por un argentino. “Pero es mitad y mitad -me aclara Farhad- porque también hay hinchas de Brasil por Neymar”. Aunque ahora la gente se inclina más por Messi. Cada partido de Qatar 2022 genera más fanáticos de Messi. Y ahora en Argentina se festejan los triunfos de Bangladesh en cricket.

Los chicos que hoy aman a Messi son los hijos de los que amaban a Maradona, de los que pudieron ver un Mundial por televisión con México 86. Farhad, que tiene 54 años, recuerda los dos goles de Diego contra los ingleses, contra el colonizador. Pero si tiene que encontrar un momento de México 86 es el gol de Jorge Burruchaga contra Alemania, en la final, porque se golpeó la cabeza al saltar para celebrar. 

Y ahora este Messi, celebrado en Argentina y Bangladesh, celebrado por los indios y nepalíes que trabajan en Doha. También por los qataríes que tienen sus negocios en el Paris Saint Germain y por los saudíes que lo contrataron como embajador del deporte. Con Messi se arma un vínculo emocional diferente. Su humanidad mejora a su fútbol. Es tan impresionante lo que hace en la cancha como sencillo su modo de vivirlo afuera de ella y de contarlo, en las eses que no pronuncia hay también un motivo para amarlo. No sé cómo lo escucharán en Bangladesh pero lo que sea deben captarlo en su mirada, código universal.

Messi preparó este Mundial con obsesión, bajo la idea de que será el último. Ningún otro asunto le hizo perder la atención. Le ayudó en ese tránsito la Copa América que la selección ganó en Brasil. En realidad, ese título fue un producto de esa obsesión. La edad pudo haberle quitado velocidad, explosión, pero le entregó sabiduría. Tiene 35 años y juega su Mundial más puro, el más maradoniano. Contra Australia, hipnotizó a un estadio. También a los jugadores australianos que lo rodeaban en cada pelota y que terminaban enredados entre ellos, no pudiendo entender por dónde les pasó Messi.  

Messi
Lionel Messi celebra su gol frente a Australia.
Foto: Alfredo Estrella / AFP

El huracán Mbappé

Este domingo a la tarde, en Al Thumama, veo a Kilyan Mbappé. Impresiona porque combina dos deportes, es un velocista -llegó a correr 35 kilómetros por hora- hecho jugador de fútbol. Con algo de espacio, lo que sea que decida hacer, lo hará. Así fue el segundo gol de Francia a Polonia, que incluyó el control de Oliver Giroud, que hizo el primero. La precisión de Mbappé al apuntar y la potencia de su disparo hicieron el tercero. A los 23 años, tiene nueve goles en los mundiales.

Se cruza con Inglaterra, la expresión del fútbol colectivo. Francia lo tiene y también tiene fallas defensivas, pero sobre todo es rápida cuando sale, aprovecha bien a Giroud y Antoine Griezmann. Mbappé resuelve. Inglaterra expone el arte de la transición rápida. ¿Cuántos toques? Tres o cuatro para llegar al gol. Los tres que le hizo a Senegal para sacarlo de Qatar fueron en ese plan. Harry Kane se sacó un peso de encima, hizo uno de los goles de una selección goleadora. El equipo de Gary Southgate tiene nueve en este Mundial. Phil Foden, que no había sido titular los dos primeros partidos, tiene la sartén por el mango en este equipo. Participó de todos los goles que se hicieron contra Senegal, entregó dos asistencias. Tiene 22 años, es uno de los que representa a esta generación de futbolistas ingleses, como Bukayo Saka, de 21 años, y Jude Bellingham, que tiene 19. Juegan muy bien. A los dos equipos les sobran los goles. Va a quedar eliminada una selección que puede ser campeón del mundo. 

Mbappé impresiona, pero Messi emociona. En los argentinos y en los hinchas de cualquier país. En los mexicanos que lo sufrieron y, sin embargo, algunos lo quieren más que al Canelo Álvarez, como me cuenta mi amigo, el periodista Juan Manuel Vázquez Soriano. En el metro, en los ómnibus, en el supermercado, entre los voluntarios del Mundial, entre los de la seguridad privada, en toda la migración del sudeste asiático, los de India, Bangladesh, Pakistán, Nepal, todo eso es de Messi. Al principio era algo peleado, porque está Neymar, que no se fue pero su figura está opaca. Está Cristiano. Pero Messi es querible. 

Estás lejos de todo, pero está Messi. Te dicen Messi con una sonrisa, te dicen que quiere que gane la Argentina; con alegría porque nombran a alguien que los hace felices, un alguien al que eligieron seguir, querer, y que les responde con fútbol, que también les entrega también una reivindicación. Porque son los países del tercer mundo, los que colonizaron, los que expoliaron, también se entiende eso.

Messi hace feliz a este Mundial. Farhad, mi compañero de escritorio en el Ahmed Bil Ali, me habla del partido con Australia con mucho sentimiento. Y me dice que sería bueno que la AFA ayude al fútbol de Bangladesh, su país, que ahí también hay una oportunidad. “Tenés que escribir sobre eso -me dice- que la federación argentina colabore con nuestra federación”. Ellos son de Messi. Y Messi es argentino. Pero como Maradona, son personas que no caben sólo en un país.

Hasta la próxima carta

AW