La sociedad entre Lionel Messi y Paulo Dybala funcionó como sofocados de calor en la Selección Argentina de Jorge Sampaoli. Algunos encuentros que prendieron las alarmas en la defensa uruguaya. Y, sobre todo, el papel protagónico para Messi y el socio para Dybala. Por momentos, incluso, transitaron en el mismo camino: en tres cuartos de cancha, tirarle la pelota a Ángel Di María, consustanciado en la subida por la banda izquierda, acomplejado por los centros sin destino y la terminación errática. En ese esquema, Mauro Icardi quedó un tanto al margen, alejado de Messi-Dybala, una junta que apareció apenas una vez y, quizás, terminó en la situación de gol de Argentina: Messi pegándole al arco y el arquero uruguayo Fernando Muslera sacándola al tiro de esquina.

Ese acercamiento inicial se diluyó con el paso de los minutos. Porque Dybala perdió fuerza entre los defensores puestos a marcar como orden primaria del Maestro Tabárez. Tanto fue así que en el segundo tiempo entró Javier Pastore por Dybala, como para acercárseles a Messi. Todo un síntoma: lo mejorcito de la primera mitad se había esfumado en el Centenario y desde el banco recurrieron a Pastore, un viejo socio de Messi en el cenit de la era de Gerardo Martino en el seleccionado. Ocurrió que Pastore no llegó a prender ese fueguito, esos chispazos, entre Messi y Dybala, y las asociaciones decayeron en el juego. Un equipo armado para Messi apenas tuvo un intérprete y medio. No más.

Entonces, por el lado argentino, el destino se puso en los pies de Messi. Lo que hiciera Messi iba a estar bien. Lo que hizo Messi estuvo bien. Argentina necesitó como nunca en el partido a Messi. Y, ante un equipo uruguayo siempre listo para ser aguerrido y para marcar la cancha con los perros de presa, a Messi tampoco le resultó fácil la faena. Casi emboca el gol con un tiro libre que sacó volando Muslera. Messi contuvo la pelota, buscó compañeros casi siempre tapados por uruguayos, tocó atrás, encaró entre las piernas feroces, y Messi, al final, siempre fue Messi, el que intenta con Dybala como un amor de verano, el que se suma si Pastore se presenta para intentar de nuevo, el que aunque se quede solo es el más destacado de Argentina, con Sampaoli o con Matusalén como técnico.