Entre las historias deportivas que nunca se dejarán de contar, la de Miguel Sánchez –uno de los atletas desaparecidos en dictadura– encabeza la lista. Hoy su carrera no es sólo un clásico en el país y diversos lugares del mundo, sino también la historia de cómo la memoria le ganó al olvido en los últimos 20 años.

Miguel Sánchez nació en Tucumán pero pronto se instaló en Berazategui, donde trabajaba de cadete en el Banco Provincial y, sobre todo, corría. Le gustaba el atletismo y vivía para el atletismo: en su casa tenía 50 medallas y trofeos. Su entrenador era una leyenda del atletismo argentino, Osvaldo Suárez, triple campeón de la San Silvestre en épocas en que la carrera brasileña tenía gran prestigio –el mismo Suárez decía que su frustración fue que los golpistas de 1955 lo hayan proscripto, por peronista, en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, cuando se sentía con chances de ganar una medalla–.

Sánchez le decía a Suárez «Yo quiero correr la San Silvestre como vos» y también le mostraba sus escritos porque, además de correr, Miguel escribía cartas, poemas, confesiones, introspecciones. En diciembre de 1977, Sánchez viajó a San Pablo para participar por tercera vez en la San Silvestre, que por entonces comenzaba media hora antes de fin de año, al borde de la medianoche del 31 de diciembre, y que terminaba en los primeros minutos del 1° de enero.

Después viajó a Punta del Este, corrió el 6 de enero de 1978, llegó a Buenos Aires el 7 y en la madrugada del 8 una patrulla militar lo sacó de su casa. Desde entonces continúa desaparecido: en uno de los juicios por torturas en el centro clandestino El Vesubio, un sobreviviente recordó una frase que seguramente perteneció a Miguel: «Soy atleta y vengo de representar al país». Los dueños de la vida y la muerte de los argentinos en la dictadura tenían marcado a Miguel por su militancia social: los sábados a la tarde trabajaba en barrios carenciados de Berazategui.

Su caso fue mencionado por primera vez en libro El terror y la gloria, de Abel Gilbert. Un periodista italiano, Valerio Piccone, de La Gazzetta dello Sport, vino a Buenos Aires de vacaciones, compró el libro, leyó el caso en unas pocas líneas y dijo: «Tengo que hacer un libro de Miguel». Fue a Tucumán, a Berazategui, leyó las cartas del atleta, habló con los familiares y, en medio de su proyecto, dos periodistas de Clarín, Ariel Scher y Víctor Pochat, publicaron por primera vez en un diario masivo la historia y una foto de Miguel. Fue en enero de 1998, bajo el título «Memorias de un atleta» y esa nota fue un disparador para que Miguel Sánchez le empezara a ganar al olvido.

Piccone, de vuelta a Roma, dejó su idea del libro y pensó: «Una carrera es la forma de homenajearlo». Lo que sonaba a delirio se hizo realidad y en enero de 2000, el 8 de enero, el día del secuestro, se corrió la primera edición de La corsa di Miguel: se anotaron 350 italianos, pocos para esa vez, muchos para el futuro.

Desde 2001 se corre en Argentina. Empezó en Buenos Aires y se desparramó por Berazategui –la patria chica de Miguel–, Morón, Puerto Madryn y más de 20 ciudades. También llegó al exterior, por ejemplo a Cuba. En CABA se correrá el domingo 26. Y volverá en 2024. Y en 2025. Y siempre.   «