Cuando Loana Mosquera denunció en redes sociales que un fotógrafo la acosaba en las canchas, le enviaba mensajes, le tomaba imágenes a sus espaldas, le hacía comentarios sin consentimiento de su cuerpo, cuando eso ocurrió la fuerza para frenar esos episodios se esparció entre sus compañeras. Loana es periodista deportiva. Y otras periodistas deportivas le contaron que habían atravesado la misma situación, con el mismo sujeto o con otros acosadores, también escrachados. Ahora son unas 50 mujeres que formaron Periodistas Unidas.

«Nos cansamos del acoso, de las propuestas sexuales directas o indirectas, nos cansamos de la falta de respeto, de que nos subestimen y de la discriminación que vivimos por ser mujeres», dijeron en una declaración que difundieron por Twitter (@periodistasuni3), Instagram (@periodistasunidas) y Facebook (Periodistas Unidas). Laura Grecco, periodista de Mar del Plata, forma parte del grupo: «Cuando salió el tema de nuestra compañera Loana –explica– dijimos basta. Si tocan a una, tocan a todas. Y ya somos 50, de casi todo el país». Hay estudiantes de periodismo y profesionales ya recibidas, mujeres que se topan con otros periodistas, algunos incluso que recién empiezan en el oficio, pero que aun así se creen capaces de ejercer poder sobre ellas, de proponerles sexo y enojarse si son rechazados, de insultarlas si no les contestan, de amenazarlas con afectarles el trabajo. Todo eso queda expuesto en capturas de WhatsApp y en mensajes de Facebook.

Otras periodistas deportivas, que no forman parte del grupo, también sufrieron acoso al ejercer el oficio. Algunas pudieron afrontarlo mejor paradas que otras. «En la cancha siempre me tratan muy bien –dice la periodista Antonella Valderrey, que trabaja en DirecTV y TNT Sports–. Pero ejerciendo el oficio pasé situaciones incómodas». Y relata un episodio de años atrás con un productor de televisión, que un día la invitó al canal, le contó que le gustaría incorporarla al programa que hacían, pero que a la salida le mandó un mensaje para pedirle que eligiera restorán donde cenar. Él ponía el auto. «Fue una situación horrible –explica Valderrey–, pero yo pude salir airosa de esa situación. No sólo negarme a hacerlo sino también no bajonearme, porque juegan con eso, con el poder que tienen para ilusionar a las chicas que están arrancando, y si alguna no tiene esas herramientas puede terminar cayendo en estos tipos que son nefastos y que están en el medio».

Si en ese momento Antonella no denunció al productor –al que luego lo despidieron por otro episodio– fue porque sintió miedo. «Quizá no me iban a dar bolilla, me iban a tratar de conflictiva, o no me iban a creer», dice. Angela Lerena, una de las periodistas deportivas con más trayectoria y de las más prestigiosas, agrega otro elemento: «A mí esto me hace pensar que hay situaciones que yo naturalicé y que en el momento no entendí como acoso pero que al pensarlas ahora, con la experiencia que tengo, con lo que hemos aprendido las mujeres y la sociedad en general, creo que pueden ser contempladas como acoso». Cronista de campo de juego y conductora del programa Primera Tapa de TNT Sports, Lerena explica que aunque el acoso sucede en distintos ámbitos, en el periodismo deportivo y en el fútbol todo es más fuerte por su contexto. «Porque los hombres se sienten cómodos –agrega Lerena–, están jugando aún con sus reglas y se sienten más poderosos que la mujer. Por eso debe ser más común que en otros ámbitos, porque la mujer está metida supuestamente en el mundo que le es ajeno, tiene que someterse a las reglas que el hombre disponga».

«El mundo del deporte, en general, al ser machista y estar tantos años dominado por hombres, hace que estén acostumbrados a convivir entre ellos, que nosotras seamos como intrusas», complementa Valderrey.

Viviana Vila fue la primera mujer en ser comentarista de un Mundial de fútbol. Fue en Rusia, este año. Pero ya cuando desembarcó en televisión sufrió comentarios machistas sobre su trabajo. «Lo que me sucedió fue el chiste fácil, la frasecita con sorna, con la que convivís y por eso la tenemos tan naturalizada», dice Vila, docente y parte del equipo de Relatores con Vos que encabeza Víctor Hugo Morales. «Cuando comencé no había un colectivo tan fuerte que nos protegiera. Cualquier maltratador podía decir lo que quisiera de vos con total impunidad. Si le respondías te trataban de cualquier cosa, te decían que eras una histérica. Esos hombres siguen pensando lo mismo pero hoy se cuidan un poco más. La revolución es feminista. Y nos permite abordar todo este conflicto de dolores, de angustias, de momentos que no tendríamos que naturalizarlos», dice Vila.

Las periodistas con más trayectoria tienen más fuerza para afrontar estas situaciones de acoso. Pero están las que recién empiezan, las que todavía buscan su lugar en el oficio. «Está bueno que se empiece a ver el acoso diario. En las canchas lo he sufrido y en el ambiente futbolístico también, como hincha y como periodista. Hay un abuso del machismo, del que se cree superior. Y en el fútbol es como en la calle pero se nota mucho más porque hoy en día el ambiente futbolístico se sigue viendo masculino más que femenino», explica Sofía Antonacci, periodista que cubre Racing en diversos medios partidarios. «Me ha pasado con periodistas de renombre, me he sentido en una situación horrible por pensar que me podían ayudar a tirar el CV en alguna productora. Te suelen decir que sí pero a los dos minutos te preguntan cuándo te podés juntar para tomar un vino o una cerveza y ya ahí te das cuenta la razón por la cual te quieren ‘ayudar'», dice Maite Ayliffe, periodista deportiva, y cuenta que la fortaleza de su carácter la ayuda y que alguna vez hasta ha tirado una piña para defenderse.

Pero no se trata sólo de un abordaje sexual, hay una discriminación para ejercer el periodismo. Grecco, una de las integrantes de Periodistas Unidas, cuenta que en Mar del Plata, cuando los equipos de Buenos Aires llegan para los torneos de verano, no les permiten preguntar. «Yo cubro básquet y también es machista. En el deporte les molesta que estemos las mujeres. Por suerte, el feminismo nos abrió las puertas a todas, no sólo para permitir las denuncias». «Toda la fuerza que estamos haciendo ahora para hacernos respetar me parece maravillosa –agrega Ayliffe, que sigue a River desde 2014–. Si no fuese por todo este movimiento nunca hubiese sido posible que hoy se esté hablando de aborto libremente». Y así como la ola verde es imparable, también es imparable este movimiento. «No nos callamos más», dicen las Periodistas Unidas. «Ya no toleramos la cosificación que hacen de nuestros cuerpos, dándole más importancia a nuestros físicos que a nuestra profesión».