El encanto de Maradona no pudo con el karma de Gimnasia. El primer clásico platense con Diego como DT se escapó fiel a la tradición del decano del fútbol argentino: mereciendo un poco más y resignándose a su suerte al final. Y como si su historia dramática quisiera amoldarse a los formatos efímeros actuales, todo se resumió en un minuto. A los 10 del segundo tiempo, Paradela inició una jugada a pura gambeta en mitad de cancha e hilvanó un ataque que terminó en los pies de Contín. El nueve quedó de frente al arco, casi en el punto del penal, pero en vez de pegarle fuerte, como le pide el técnico («el Tanque tiene un misil»), la quiso acomodar. La pelota se fue muy lejos. En la siguiente jugada, los hinchas locales todavía tenían las manos en la cabeza cuando Mateo Retegui, el centrodelantero pincha, se acomodó entre varias piernas y desde la puerta del área acertó a una esquina, abajo, imposible para el arquero. El gris 1 a 0 apenas será recordado por el cruce entre Maradona y la Gata Fernández. No hubo mucho más.

La historia dirá que el clásico 180° entre los dos equipos platenses quedó para Estudiantes. Así estiró a 14 los partidos sin triunfos para el albiazul. El último había sido en el Clausura 2010, mientras Maradona se preparaba para conducir a Argentina en el Mundial de Sudáfrica. Tan lejano en el tiempo como suena. Parecía que esta vez el marco estaba listo para el milagro. El martes Gimnasia le había ganado a Newell’s en Rosario por 4 a 0. Por primera vez en el campeonato recortó puntos en la esperanza, cada vez más lejana, de salvarse del descenso. El miércoles Maradona cumplió 59 y la iglesia que le rinde pleitesía festejó la Navidad. Diego llegó al Bosque gritando: «Hoy es el día del Lobo». Pero no hubo regalo.

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Los hinchas incluso habían armado una fiesta en la previa y hasta el Diego estaba confiado: “Esto es lo que necesita el equipo, que la gente crea en ellos”. Ni Hebe de Bonafini, la referente de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, se lo quiso perder. Ambos conversaron un largo rato y se fundieron en un abrazo antes del partido. Pero sus buenos deseos tampoco alcanzaron. Y Gimnasia, como ellas enseñaron, deberá seguir luchando. Precisamente ese es el mensaje que Maradona quiso dejarle a sus dirigidos. Apenas terminó el partido se metió en la cancha, perseguido por los carteles publicitarios que quieren figurar en todas las fotos, para levantar a sus jugadores tirados en el campo. «Esto no termina acá», aseguró Diego a la salida del vestuario.