Alejandro Orfila dice que si tuviera un rottweiler no entraría nadie a su casa. Está en el parque, con un pichicho que ladra a los pies, ya con la cabeza en el jueves que viene, cuando vuelva a las prácticas como técnico de Comunicaciones, después de la polémica final del Reducido que determinó el ascenso de Deportivo Riestra a la B Nacional. El jueves pasado, Comunicaciones completó los últimos cinco minutos de la final con Riestra en la cancha de Defensores de Belgrano, la determinación posterior a la invasión de campo iniciada por el jugador Leandro Freyre que intentó terminar antes la vuelta en el Bajo Flores. Comunicaciones no pudo meter el gol para igualar la final. Fue 2-1 en el global. A Riestra, por reglamento, la AFA le podría haber dado por perdido el partido: le descontarán 20 puntos cuando empiece el torneo en la nueva categoría. Orfila –uruguayo, 41 años, 13 clubes en el Ascenso como volante central de hacha y tiza– quedó como el pacificador con aires de metalero en su primera experiencia como entrenador en el fútbol profesional.

–¿Había vivido algo así?

–Ando para arriba y para abajo. Fue una semana muy intensa. Lo deportivo, todo lo sucedido, los periodistas, el agobio, ha trascendido todas las barreras. Me han llamado de Uruguay, Colombia, Chile, Ecuador. Es un desgaste tremendo. En el medio, tuve que pensar en un equipo. Como futbolista, padecí el descuento de los 18 puntos con Almirante Brown. Por eso no quiero que le pase nunca más a nadie, porque la sensación después es de mucha tristeza.

–¿Le sorprendió la repercusión?

–Fue lógico, fue una situación de la que habló el país entero. Y por algo nos tocó a nosotros, ¿no? Porque si no hubiéramos jugado bien al fútbol y no hubiésemos llegado a la final… Comunicaciones es un club que toda la vida transitó las categorías de más abajo, y en la B Metropolitana siempre peleó el descenso. Y llegamos a dónde llegamos con una ideología de juego, con el 80% del plantel surgido de las inferiores, enlazando y potenciando todo el aparato del club, y por ahí sin la infraestructura y presupuesto de otros clubes. Eso es una satisfacción tremenda. Que ahora los llamen a los jugadores equipos de Primera es lo mejor.

–Comunicaciones, un club manejado por un órgano fiduciario al que pretendieron privatizarlo, ante Riestra, un club gerenciado por el abogado y empresario Víctor Stinfale. ¿Hubo un duelo más allá del juego?

–No, no lo sentimos así. El único duelo era de dos equipos que jugaban más o menos con las mismas características, y que para ganar había que jugar mejor que el otro. Eso nos seducía y motivaba. Ese era el desafío nuestro. Y vamos a ser sinceros: Riestra hizo méritos propios para llegar a la final y ascender, terminaron segundo en el torneo. Si tienen poderío económico, está al margen.

–¿Entonces por qué Comunicaciones recibió el apoyo popular?

–Porque la gente tuvo el pensamiento de que no había sido algo normal. Y ante lo anormal, o lo que la sociedad considera que es injusto, la gente se pone del lado del perjudicado. Pero en definitiva, con el fallo final, fuimos todos perjudicados, porque el cuerpo técnico de Riestra y los futbolistas no tienen la culpa de lo sucedido. Ellos el año que viene arrancan con 20 puntos de descuento y nosotros jugamos los últimos cinco minutos en otro contexto. ¿Entonces? Lo más justo hubiera sido que se sancione a la persona que cometió esa infracción como corresponde. Eso tendría que haber sido lo ideal. Ojalá que puedan sancionar a la persona o a las personas que incurrieron en eso para que no suceda nunca más y se tome como ejemplo.

–¿Cómo vivieron los cinco minutos?

–Desde que salimos del colectivo hasta el estadio vas protegido por policías y todo el mundo mira. Cuando se daban cuenta de que éramos nosotros, los autos paraban y la gente sacaba la mano y nos marcaban los cinco minutos y el gol, haciendo la seña con las manos, y así durante todo el camino. Parecíamos la Selección yendo de Ezeiza al Obelisco. Nos dio tranquilidad y alegría. Lo disfrutamos.

–Como técnico no se parece a como era como jugador.

–Sin dudas, pero muchos compañeros saben que siempre fui así, tranquilo. Dentro del campo era una cosa y afuera, otra. Siempre me gustó estar pendiente del otro, ayudar a mis compañeros, estar atento a la salud grupal, y más como capitán. Por algo era representante en Agremiados. Es parte de mi ideología. Haber sido durante 2016 el técnico de los futbolistas libres de Agremiados, fue un gran aprendizaje. Los 74 jugadores venían con un problema psicológico: no tenían trabajo. Ahí es donde te preparás como conductor para llevar la parte mental. En competencia, quieren jugar y mostrarse, pero acá vienen devastados, con la ilusión de que se abra el camino. En ese camino, tenés que contenerlos más que prepararlos futbolísticamente, mantenerlos motivados hasta que lleguen a un club. Sin dudas que tengo que seguir aprendiendo y me gustan (Marcelo) Gallardo, (Jorge) Almirón, (Gabriel) Heinze, (Walter) Coyette y otros entrenadores, pero esto fue clave en mi inicio como entrenador, para ponerme enfrente de un plantel y manejar ciertas situaciones.