Un cartel publicitario apenas asoma entre la crecida maleza y unos arbustos al costado de la Avenida de los Trabajadores al 3600, en la costa de Mar del Plata. «Casa del Deportista» se señala en las desgastadas letras azules sobre un fondo blanco. El edificio está al sur de Punta Mogotes, a unos 50 metros de la arena y a unos 700 del Mirador Waikiki y su rocosa playa. El cartel lleva una firma –»M.G.P.»– que indica su pertenencia: la propiedad de alrededor de 1500 metros cuadrados, capacidad para 130 personas y vista privilegiada es de la Municipalidad de General Pueyrredón. Abandonada y con riesgo de derrumbe por la falta de mantenimiento, sobrevuela la versión de una demolición inminente. La administración de Guillermo Montenegro (Juntos por el Cambio) lo niega, algunos vecinos denuncian un vaciamiento planificado de la Casa del Deportista con el objetivo de abrir la puerta a una privatización y Luis Barrionuevo dijo públicamente que les «darían por 30 años» una concesión a la Uthgra, el gremio que conduce.

Desde que la Provincia de Buenos Aires decidió cederla, la Casa del Deportista se encuentra bajo la órbita del Ente Municipal de Deportes y Recreación (Emder). Fue creada con el objetivo de alojar atletas –locales, nacionales e internacionales– y de fomentar el deporte con fines sociales. Por ejemplo, distintas delegaciones se quedaban en las más de 40 habitaciones frente al mar a precios muy accesibles. Por allí en algún momento se concentraron Las Leonas, futbolistas de inferiores, remeros y diversos atletas que después fueron campeones panamericanos o sudamericanos. Sin poder concretarlo, el exintendente Gustavo Pulti intentó convertirlo en un centro de alto rendimiento antes de la llegada del macrismo al gobierno municipal a fines de 2015. Mónica Régola –especialista en lanzamientos– recuerda su paso por el lugar durante distintos momentos de su extensa carrera de atleta. «Soy de La Plata, pero mamé esta cuna de deportistas, un edificio histórico que no se puede destruir», dice y desborda angustia por el estado de abandono en el que se encuentra hoy. 

La debacle

Ventanales sin vidrios o con vidrios rotos, paredes destrozadas y quemadas, aberturas robadas, techos demolidos y montañas de basura acumulada son solo una parte del inhóspito paisaje actual del espacio distribuido en dos zonas, una más elevada y otra más cerca del mar. Algunos testimonios hablan de un incendio en 2015 como el comienzo del daño estructural, pero otras voces sostienen que el deterioro es premeditado. Algunas ordenanzas de 2011 reseñan diferentes montos a cobrar por el uso del lugar. Parecen ser los últimos registros. «Hicieron todo para desmantelarlo y degradarlo desde hace tiempo. Fue un desgaste de años y la pandemia complicó todo un poco más», opina Régola.

Foto: Cristian Serio

En el Concejo Deliberante se presentaron proyectos para preservar el espacio, se exigieron informes a la actual administración y se pidió realizar «todas las acciones necesarias para la rehabilitación y la puesta en valor». Fueron al menos dos expedientes, en 2020 y 2022. Pero nunca llegaron las respuestas. «Hicieron abandono cuando deberían mínimamente proteger el lugar. Dejaron caer todo para después poder privatizarlo», afirma Roberto Páez, presidente a cargo de la Comisión de Deportes, concejal por el Frente de Todos (FdT) y firmante de los expedientes. Lo que ocurre en la web de la municipalidad de General Pueyrredón es sugestivo: «La página solicitada no existe dentro de nuestro sitio», se lee una vez que se hace doble click sobre la Casa del Deportista en la sección «Escenarios» del área de Deportes.

A su vez, diversos medios locales ya dieron cuenta del eventual acuerdo para entregar la comercialización a Barrionuevo. De concretarse, la zona se podría rebautizar como barrio Utghra porque en el extremo sur de Punta Mogotes el sindicato gastronómico gestiona el Hotel Sasso y también un balneario. «Estamos viendo cómo hacemos el puente, un túnel para lograr que, desde el Sasso, y todos los que viven alrededor, puedan bajar porque es un peligro cruzar esas dos avenidas hasta la Casa del Deportista», aventuró el histórico gremialista sobre el futuro del espacio en una conferencia que era para otro asunto. A principios de febrero, también contó que el oficialismo marplatense estaba redactando el proyecto y que cederían la explotación por 30 años.

Entre 2015 y 2019, Horacio Taccone estuvo al frente del Emder y concretó un convenio con Desarrollo Social de la ciudad para que el complejo alojara a personas en situación de calle. Fue en 2016, tiempo después del incendio que agravó el estado del lugar y el mismo año en que dejó de funcionar la Casa del Deportista para las y los atletas. «Ponerlo en condiciones en una ciudad o país ideal estaría bueno, pero hoy hay otras prioridades. Sirvió, pero hace muchos años los deportistas no se alojan ahí sino que eligen hoteles céntricos más económicos y simples para trasladarse», sostiene el extitular del ente y actual concejal por Acción Marplatense. En el oficialismo local aseguran que trabajan para valorizar y mejorar el espacio. «Esperemos tener pronto iniciativas», dice una fuente municipal. En la zona algunos vecinos señalan movimientos extraños alrededor de la Casa en los últimos días y especulan que fueron a tomar las medidas del complejo para alambrarlo y finalmente demolerlo, un escenario que la administración de Montenegro niega por completo. «Hay que salvarlo. Una vez que tiren todo abajo ya no hay vuelta atrás», anticipa Rébola.

De concretarse la cesión, sería la primera privatización de un espacio deportivo estatal desde los Juegos Panamericanos 1995. «Siempre los y las marplatenses defendimos que los escenarios del Emder no sean concesionados, incluso con resistencia a los tiempos de las olas privatizadoras más grandes, en los ’90 y con el macrismo», recuerda Vito Amalfitano, concejal por el FdT. Para avanzar, la concesión tiene que pasar por el Concejo y hasta ahora no hay ningún informe en curso. «Si llega un proyecto, lo vamos evaluar. Si es conveniente para los intereses de la ciudad, le vamos a dar para adelante. Pero primero –dice Taccone– tenemos que saber de qué se trata».

El origen

«Dotado de todas las comodidades» y «Garage propio» subrayaba el aviso publicitario del Hotel Punta Cantera en la temporada 1947/48. Era parte de una época en la que la ciudad costera empezaba a convertirse en un destino de turismo social. La historia forma parte de la precuela de este espacio que muchos años después empezó a recibir atletas, entrenadores y todo tipo de profesionales vinculados al deporte.

Punta Cantera había sido construido en la década del ’30 en la zona de Playa Grande. Pero entre 1937 y 1938 fue trasladado hacia la zona del faro junto a otros hoteles como el Sasso y el Gamba, según recopila el blog Fotos viejas de Mar del Plata. Años después atravesó una etapa de abandono hasta que lo recuperaron a fines de los ’90. «Transfiérese a la Subsecretaría de Deportes y Recreación (NdR: hoy el Emder), para la instalación de la ‘CASA DEL DEPORTISTA’, la Unidad Turística Fiscal denominada Hotel Punta Cantera», estableció el único artículo del decreto 2037 de la Municipalidad en diciembre de 1989. Rubén Aguilera, periodista y expresidente de la Federación Provincial de Atletismo, recuerda que la intendencia –en manos radicales en ese entonces– decidió levantarlo y llamó a la comunidad a ayudar con la reconstrucción. Colaboraron plomeros, gasistas e incluso empresas constructoras que iban sábado y domingo para volver a dejarlo en condiciones.

En 1993, la Casa ya tenía otra vez actividad. Durante 15 días de julio de ese año, por caso, hubo un curso para entrenadores y participaron más de 30 personas de todo el país. En las ceremonias de apertura y cierre estuvo el profesor Justo Ernesto Román, padre del deporte marplatense. «Era un hombre maravilloso, siempre lo menciono como el barón Pierre de Coubertin de Mar del Plata», describe Aguilera, que este año se puso como objetivo terminar un libro sobre la vida de este personaje central. Uno de los cursos lo dictó Guillermo Chiaraviglio, padre de Germán, el garrochista y atleta olímpico argentino. Son algunas de las historias que todavía se conservan entre las arruinadas paredes de la Casa del Deporte. «