El 14 de mayo de 1953, en un partido disputado en el estadio Monumental, Argentina derrotó 3-1 a Inglaterra con “el Gol Imposible” de Ernesto Grillo. A pesar de que se trataba de un encuentro amistoso, tanto el triunfo como el grito del delantero de Independiente  se convirtieron inmediatamente en un símbolo del fútbol nacional, a punto tal que Futbolistas Argentinos Agremiados, que había sido fundada apenas 9 años antes, decidió establecer esa fecha como el “Día del Futbolista Argentino”.

En esos mismos años, lejos de los flashes del estadio de River, un grupo de mujeres comenzaba a plantar la semilla del fútbol femenino en el país, un deporte que más de medio siglo después todavía es mirado de reojo y muchas veces ninguneado por la propia AFA. No es extraño, entonces, que ellas no sientan propia esa fecha del 14 de mayo y luchen por conseguir su propio reconocimiento.

Muchas de las mujeres que comenzaron a patear la pelota en el país se agruparon en la asociación Pioneras del Fútbol Femenino y comenzaron con una campaña para instalar el 21 de agosto como el Día de las Futbolistas: el proyecto llegó hasta la legisladora porteña Andrea Conde, que intentó llevarlo al recinto, aunque todavía no consiguió el apoyo de sus colegas. Por ese motivo, durante todo este martes se impulsó una campaña en redes sociales en busca de visibilizar el tema.

¿Por qué se eligió este día? Al igual que en el caso de los hombres, la fecha está relacionado con un significativo triunfo sobre Inglaterra, aunque este no mereció una portada de El Gráfico con un dibujo de los goles (como sí hizo la histórica revista para graficar el tanto de Grillo, del que no existen registros audiovisuales ni fotográficos): el 21 de agosto de 1971, la Selección Femenina goleó 4-1 a Inglaterra en su segundo partido en el Mundial de México, la segunda edición del certamen organizado por la Federación Internacional Europea de Fútbol Femenil, una organización independiente de la FIFA (que por ese entonces ni siquiera reglamentaba la actividad de las mujeres y recién organizó la Copa del Mundo femenina en 1991).

El equipo argentino que disputó aquel certamen, del que participaron seis países y tuvo como campeón a Dinamarca, estuvo compuesto por 17 jugadoras que no participaban de campeonato alguno: según le contó Gloria García, una de las Pioneras, a Ayelén Pujol en una nota para Página/12, la base del seleccionado estaba compuesta por un grupo de chicas que jugaban exhibiciones en distintos puntos del país. “Había mánagers, representantes de jugadoras que nos venían a buscar y nos llevaban de gira. Se quedaban con las recaudaciones y nos daban un poco a nosotras”, explicó.

A México llegaron invitadas por la organización. No tenían entrenador, dinero, ni camisetas. Los botines se los regalaron los organizadores. El debut fue el 15 de agosto, contra las locales: ante 80 mil personas en el mismo Estadio Azteca donde 15 años después Maradona dibujaría el mejor gol de la historia, Argentina perdió 3-1 en un partido con un arbitraje que las argentinas, todavía hoy, definen como escandaloso.

Tras el encuentro, Norberto Rozas, un argentino que había jugado en el fútbol mexicano, se presentó en el hotel y se ofreció a convertirse en el entrenador del equipo. Bajo su mando, cinco días después del debut, llegó la victoria sobre las inglesas, con cuatro goles de Elba Selva. En el tercer partido, Argentina caería con el futuro campeón por 5-0: sin chances de ser campeón, el combinado nacional jugó por el tercer puesto contra Italia y cayó 4-0. La historia ya estaba escrita. Y ahora, sólo falta que sea oficial.