Réquiem por Jan Jongbloed, no sólo el arquero holandés de «sangre joven» que visitó a las Madres en el Mundial 78

Por: Roberto Parrottino

Hijo de un sastre comunista, se acercó a la Plaza de Mayo antes de la final del Mundial 78 que su país perdería frente a Argentina. Elegido por Johan Cruyff, en su puesto fue un pionero del buen manejo de la pelota con los pies.

Jan Jongbloed se para cerca de la Pirámide de Mayo y mira a las mujeres que denuncian la desaparición de sus hijos dando vueltas en círculo con pañuelos blancos en sus cabezas. El arquero de Holanda, que atajará en la final del Mundial 78 ante Argentina en el Monumental, caminó desde el hotel de la delegación en Retiro. Sabe que gobierna una dictadura que desaparece, tortura y asesina. Que en la ESMA, a 600 metros de la cancha de River, funciona un campo de concentración. Los militares detectan la presencia extraña, lo reconocen, se molestan. En Holanda había sido invitado a una radio para hablar del boicot al Mundial. Su padre, un sastre comunista, le había legado “una sensibilidad con todo lo que es pueblo”. Está en el Mundial porque, “si no, a muchos países no se podría ir a jugar”, y tampoco “tendríamos que haber ido” a Alemania en 1974 “porque Holanda fue invadida por los alemanes”. Escribe columnas durante los días mundialistas en el semanario de izquierda Vrij Nederland. Jongbloed no habla con las Madres de Plaza de Mayo, como su compañero Wim Rijsbergen y el periodista Jan van der Putten, que cuenta el horror al mundo. Jongbloed es el que camina y mira.

El 30 de agosto, a los 82 años, Jan Jongbloed, arquero de la Naranja Mecánica en los subcampeonatos de Alemania 1974 y Argentina 1978, murió en Ámsterdam. Lo anunció la Asociación Neerlandesa de Fútbol. Y en Eindhoven, antes del reciente Países Bajos 3-Grecia 0 por la clasificación a la Euro 2024, lo recordaron con un minuto de silencio. En 2011 había recibido en su casa al periodista Marcos González Cezer, de Télam: le mostró una plaqueta del Mundial 78.

Jongbloed había llegado a su selección después de que Johan Cruyff convenciera al entrenador Rinus Michels. Un mes antes del Mundial 74 había jugado apenas cinco minutos en la Naranja (y 12 años atrás). Tenía 33 años -fue el más grande del plantel- y atajaba en el FC Ámsterdam, un club que ya no existe. Pero jugaba bien con los pies. Y Cruyff, que años más tarde como entrenador del Barcelona pensó en jugar sin arquero, con un defensor cubriendo eventualmente el arco, lo quería como el undécimo jugador de campo. Hoy abundan los arqueros con buen manejo de pelota, que se insertan en el juego. “Evitaba que le metieran goles -dijo Cruyff- porque sabía pensar como un delantero”. Hasta los 16 años Jongbloed había jugado de wing izquierdo. Usaba lentes de contacto y rodilleras para atajar. En el Mundial 74, con la N° 8 (Cruyff, con la 14, fue el único que rompió la asignación por orden alfabético), evitó usar los guantes para “sentir mejor la pelota”. En la final en el Olímpico de Múnich, en el 2-1 de Gerd Müller que le daría la Copa del Mundo a Alemania Federal, no pudo: se quedó petrificado, encantado. En el Mundial 78, Jongbloed ya jugó con guantes. Y Holanda, sin Cruyff.

“Cuando el ‘fútbol total’ cambió el deporte en el Mundial 74, hubo un ejemplo perfecto del estilo holandés de pensar sobre los arqueros. El N° 1 era Jan van Beveren, del PSV, considerado en toda Europa un excelente arquero, pero sin habilidad con los pies. ‘Nací arquero: reflejos, saltos y fuerza’, admitía van Beveren. Pero Cruyff se preocupaba más por la velocidad, la inteligencia y la calidad de los pases -detalla Michael Cox en The Mixer (2017)-. Jongbloed fue rápido y no tuvo problemas para jugar como líbero, protegiendo la espalda de la defensa, además de ser bueno con los pies. Así se estableció el modelo del fútbol holandés y, al comienzo de la era moderna, cuando en 1992 se cambió la regla a que los arqueros no pueden agarrar la pelota con las manos tras un pase de un compañero, los holandeses se adaptaron mejor que nadie. Siempre habían estado, literalmente, varios pasos por delante de sus rivales europeos”.

Jongbloed, arquero-líbero, jugaba y regenteaba una tabaquería en Ámsterdam-West, junto a su esposa Dien. Con su amigo Cruyff, fumaba en el vestuario. “El cigarrillo es el placer perfecto: es exquisito y te deja insatisfecho. Lo dijo Oscar Wilde. Cuando pienso en su frase -dijo él-, en el placer exquisito e insatisfecho, pienso en el 74 y el 78, en nuestros dos campeonatos del mundo perdidos en la final”. Cuentan que después del Mundial 74 rechazó ofertas del Ajax, del Feyenoord y hasta del Liverpool. En la temporada 1963/64 había ganado su único título, la liga con el DWS Ámsterdam, una temporada después de haber ascendido. Prefería la pesca antes que el fútbol (al Mundial de Alemania 74 se había llevado la caña y el cebo). En Jan Jongbloed: Aparteling (2019), le confiesa a su biógrafo Yoeri van den Busken: “Pensé que era genial jugar al fútbol o ser entrenador. Pero, como espectador, no era el mejor de los amantes. Nunca lo fui. En 1974, por obligación, necesitábamos ver otros partidos del Mundial y rápidamente me aburría”. En Países Bajos, por lo bajo, todavía hay quienes dicen que la Naranja, si no hubiese tenido a Jongbloed, tendría dos Mundiales. “Quien diga que el disparo de Müller era defendible -dijo- nunca ha jugado al fútbol”.

En 1984, a los 42 años, Jongbloed aún jugaba en el Go Ahead Eagles (nadie jugó más partidos en el fútbol neerlandés: 717). Y Erik-Jan, su hijo de 21, arquero, en el DWS Ámsterdam, donde había debutado su padre. El domingo 23 de septiembre de 1984, durante un partido del DWS Ámsterdam por la cuarta división, en medio de una tormenta, a Erik-Jan lo partió un rayo antes de un saque de arco. A pesar de la separación con Dien y de la muerte de su hijo, siguió: el 8 de septiembre de 1985, durante un partido del Go Ahead Eagles, sufrió un infarto (nadie se retiró con tantos años en el fútbol neerlandés: 44 años, 9 meses y 14 días). Entre 2000 y 2010 fue entrenador en las inferiores del Vitesse. Hasta sus últimos días se mezclaba en partidos de vóley con jóvenes. “El fútbol -dijo- es la percepción extrema del concepto de libertad. Me gusta la pesca, las mujeres y el fútbol. En ese orden”. Dijo también: “Mientras en los años 70 esperaban la utopía de la Gran Holanda, yo esperaba la afirmación de la otra utopía: la de la ‘U’ mayúscula”. Jongbloed, en su traducción del neerlandés al castellano, significa “sangre joven”.

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