Dicen que unos tres mil millones de televidentes vieron este viernes la maravillosa ceremonia inaugural de Río 2016. Ese espectáculo de apertura marca, de algún modo, la idea sobre la que se basa la organización de los Juegos Olímpicos. “La ceremonia es clave para entenderlos”, dice el filosofo César Torres, investigador de la historia olímpica. Un código de unidad nacional. Brasil, atravesado por su crisis política, se mostró majestuoso, mestizo y popular en Río de Janeiro.

Para el periodista español Carlos Arribas, enviado del diario El País, que en el Maracaná haya sonado Aquel abrazo de Gilberto Gil, fue “una declaración tajante, de entrada, de que la voz cantante de la ceremonia de inauguración de los Juegos de Río la llevaría el pueblo brasileño y sus creaciones, su música revolucionaria y su arte, y no el poder político”. Michel Temer, usurpador de ese poder ante la suspensión de Dilma Roussef, tuvo que escuchar los silbidos y los gritos de “Fora Temer”.

Pero más que de unidad nacional, Rio 2016, primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica, es contraste social. De la fiesta a los carteles de los alrededores del Maracaná contra el presidente interino. Y de las luces del estadio vista desde la favela Mangueira, como lo documentó la imagen del fotógrafo Andrej Isakovic, de la agencia AFP. Un pueblo que mira sus Juegos con ajenidad.

«Estos grandes eventos deportivos no dejan retorno social y económico para la población pobre de Brasil», le dijo en estos días al periodista Darío Pignotti el ex arquero José Carlos De Paula que vive en Ciudad de Dios, la favela que inspiró a la película de Fernando Meirelles, el director de la ceremonia. «Ni un puesto de trabajo en la Villa Olímpica o de la infraestructura le tocó a los habitantes de la favela”, dijo De Paula. “Tampoco llegó una entrada para las competencias ni un ingreso gratuito para algunas de las pruebas de las ceremonias».

El mes pasado se lanzó en Río de Janeiro el Frente Favela Brasil, que intentará llegar al Congreso representando a los sectores negros y pobres del país. Los Juegos, dijeron en la presentación, «no van a dejar ningún legado para los que viven en las favelas». Mientras el viernes comenzó la fiesta olímpica, en las calles de Río se desplazan miles de militares y policías. Pero lo que es tranquilidad para quienes habitan los barrios más acomodados y turísticos, como Copacabana, Leblon e Ipanema, puede traducirse en un drama para los sectores marginados. Para ellos, dijeron desde el Frente Favela, “lo único que hay es bala y ejército reprimiendo”.