Rusia estuvo cerca de convertirse en el primer país en la historia en ser excluido de los Juegos Olímpicos por doping de Estado. Afganistán tuvo prohibida su participación en Sydney 2000 por el régimen Talibán, y Sudáfrica no pudo estar entre 1964 y 1988 por el Apartheid.

Pero todo se remonta a un año y medio atrás con Yuliya Stepanova. Ella fue la primera en dar la voz de alerta, impulsada por su marido, Vitaly Stepanov, ex miembro de la agencia antidopaje rusa (RUSADA), a brindar una entrevista a una revista alemana en la que denunció irregularidades y manipulación en las agencias controladoras con falsificaciones de los test de cientos de atletas rusos en Londres 2012 y en los Juegos de Invierno Sochi 2014.
Luego de una serie de investigaciones, el COI tomó la decisión de suspender a 67 atletas de ese país pero, cuando se amenazaba con una exclusión masiva, el presidente de ese ente, el alemán Thomas Bach –luego de hablar largamente con Vladimir Putin-, no acató los reclamos de la Agencia Mundial Antidopaje y permitió al resto de los deportistas rusos viajar a Brasil.


Los últimos en dar el visto bueno a cada atleta fueron las federaciones de cada deporte y se confirmaron las prohibiciones a miembros del equipo de canotaje, de pesas y de pentatlón por doping positivo. Hoy, la delegación de Rusia, que en un principio era de 387 atletas, es de 302.


Y la historia de Stepanova no tuvo un final feliz: la Federación Internacional de Atletismo le había garantizado su participación en los 800 metros bajo bandera olímpica, pero el COI le negó ese permiso pese a «su contribución».