Ya serán muy pocos los que le miren el currículum de entrenador a Lionel Scaloni. Y quienes busquen hacerlo no se encontrarán solo con su inexperiencia en un banco de suplentes: también podrán leer algo que no aparece en ningún otro CV de un técnico en actividad: campeón con la Selección Argentina. El triunfo ante Brasil, en la final de la Copa América en el Maracaná, ya es una página importante en los libros de la historia del fútbol argentino. Y allí está Scaloni, un seleccionador que se inventó a sí mismo.

En septiembre de 2016 era el entrenador del Cadete A del CF Son Caliu, un equipo de juveniles de entre 14 y 15 años del barrio de Calvià, a 15 minutos de Palma de Mallorca. Llegó por casualidad: en una oficina municipal un miembro del equipo reconoció al exjugador del Deportivo La Coruña y lo invitó a colaborar. A los pocos meses se sumó al cuerpo técnico de Jorge Sampaoli en el Sevilla. El vínculo entre Sampaoli y Scaloni es territorial: cuando el casildense estaba comiendo un asado antes de partir desde sus pagos a Andalucía para asumir como DT, apareció el padre de Scaloni desde Pujato, a unos pocos kilómetros, para recomendarle a su hijo.

Luego el camino es conocido: Sampaoli dio el salto a la Selección y Scaloni lo acompañó. Llegó el terremoto de Rusia 2018. “Refundación” era la palabra más escuchada después de la eliminación ante Francia. El cuerpo técnico de Sampaoli, aún con contrato vigente, dio un paso al costado. Scaloni, en cambio, buscó lugar en las juveniles de la AFA. Tomó la Sub 20. Fue campeón del torneo L’Alcúdia. Sin candidatos firmes, con Mauricio Pochettino, Marcelo Gallardo y Diego Simeone ocupados en otros asuntos, lo designaron a Scaloni como interino hasta fines de 2019. Hasta que aclare.

Y aún está ahí, ahora campeón. “Es un iluminado de Dios, porque el primer equipo que le tocó dirigir fue la Selección Argentina. A ninguna persona del mundo le tocó lo que le tocó a él. Es algo hermoso; lo van a criticar para bien y para mal, pero lo tiene que disfrutar”, definió esta semana Ariel Ortega, con su habitual sencillez. Aún le dura la luz a Scaloni: su apellido quedará para siempre como el del DT que cortó la racha de 28 años sin títulos y llevó, por fin, a Lionel Messi al escalón del primer puesto con la camiseta de la Selección.

Se rodeó de pares, exfutbolistas con experiencia mundialista en la Selección pero sin ningún antecedente en cuerpo técnico alguno. Entre Scaloni (2006), Walter Samuel (2002 y 2010), Pablo Aimar (2002 y 2006) y Roberto Ayala (1998, 2002 y 2006) suman ocho Mundiales. Pero su primera vez en un banco de suplentes llegó con el escudo de la AFA. Con Samuel, campeones del mundo Sub 20 en Malasia 97, también los une el sur de Santa Fe. Samuel es de Firmat, a 60 kilómetros de Pujato. Cuando aún jugaban, se decían que una vez retirados trabajarían juntos. Es la mano derecha de Scaloni. Aimar, que cumple la doble función de DT de la Sub 17, es el cerebro del cuerpo técnico. Y Ayala, que se sumó cuando ya había pasado el interinato, entrega la templanza. La pata táctica la aporta Matías Manna, licenciado en Comunicación en la Universidad de Rosario, fundador del blog Paradigma Guardiola, con diez años de recorrido en análisis de videos en distintos cuerpos técnicos. Junto a Javier Mascherano (Departamento de Metodología y Desarrollo), Fernando Batista (Sub 23 y 20), Diego Placente (Sub 15), y con la mirada del director de Selecciones, César Luis Menotti, sembraron lo que parecía terreno árido: la renovación tras una camada de lujo que llevó a Argentina a una final del mundo después de 24 años en Brasil 2014.

Para eso hubo que tomar decisiones importantes. En 34 partidos, perdió solo cuatro: ganó 21 y empató los otros nueve. Pero no se trata solo de los triunfos. En esta Copa América se consolidaron como futbolistas de Selección el arquero Emiliano Martínez y los defensores Cristian “Cuti” Romero y Nahuel Molina. Los tres debutaron el mes pasado, en el partido de Eliminatorias ante Chile. Un botón de muestra que se vuelve más claro en el arco. No solo por el nivel de Martínez en Brasil, sino por las variantes: Dibu fue el octavo arquero que probó Scaloni desde que tomó la Selección en 2018. Pasaron Franco Armani, Esteban Andrada, Agustín Marchesín, Gerónimo Rulli, Sergio Romero, Paulo Gazzaniga y Juan Musso.

En este ciclo, el técnico citó 77 futbolistas, de los cuales 36 fueron debutantes con la Selección. Más allá del recambio de nombres, de algunos buenos funcionamientos, de las sociedades creadas y de hallazgos como Dibu Martínez, Rodrigo De Paul, Cuti Romero y Nicolás González, el gran mérito de Scaloni parece haber sido la composición del grupo. Es lo que repite cada uno de los interlocutores que estuvieron en la burbuja que se armó a finales de mayo, en la previa de la doble fecha de Eliminatorias. “Siento emoción por liderar un grupo de jugadores que me ha demostrado que saben lo que es representar a nuestro país. Estoy profundamente orgulloso de cada uno. Si los argentinos conocieran lo que piensan los futbolistas en la intimidad, estarían orgullosos también. Han sido padres, no vieron a sus hijos por estar concentrados con la Selección, para ganar algo. Ese es nuestro triunfo”.

En eso también fueron importantes los ayudantes de Scaloni. Hay una frase que suele repetir Aimar para intentar transmitir qué significa la Selección Argentina. “Esa camiseta que usan ustedes para entrenar –suele decir Aimar– se la regalo a cualquier amigo y la usa hasta para ir a un casamiento”. Eso es la Selección. Esa es la Argentina que grita campeón de América. «