Santiago Segurola, quizás el periodista deportivo más prestigioso de habla hispana, puede decir como descripción de su constancia que “Messi es Maradona, pero todos los días”. Nacido en el País Vasco e hincha de Athletic Bilbao, aún escribe columnas en diarios de España, después de que publicase Héroes de nuestro tiempo (2012), una antología de sus crónicas. Desde el centro del fútbol actual, a los 63 años, Segurola habla de la vuelta pospandemia en Europa, de los cambios en el juego y la TV, de la Champions League como un Mundial en Lisboa, del racismo en el deporte, de Messi y Maradona, y más.

–¿Cómo es el fútbol con hinchas virtuales?

–Lo veo dentro de una gran distopía, sin el ingrediente básico: la conexión con la gente. En cuanto al juego, me preocupa que se establezca un período de laboratorio, que la excusa de la pandemia sirva para añadirle más elementos disruptivos. El fútbol cada vez se parece menos al juego que durante más de cien años lo convirtió en el deporte más popular del mundo. La influencia de la televisión, de los anunciantes, de los presidentes de los grandes clubes con sus intereses y fortunas, conspira contra la matriz del fútbol, que era un juego sencillo, con pocas reglas, de dos tiempos, al que había que añadirle la resistencia a la habilidad. Ahora tenemos cinco cambios y cuatro tiempos, porque en los minutos 30 se hace un corte para la hidratación y en realidad es más presencia de los técnicos, y si lo unimos al VAR, estamos en un período de cambio muy significativo. Y para mal.

–¿Es otro paso de la TV adueñándose del fútbol?

–Se está produciendo una fractura muy grande entre los pocos equipos muy ricos y el resto. El peligro es que la clase media del fútbol desaparezca, y que se convierta en un deporte elitista, cerrado al modo de las ligas estadounidenses como la NBA y el fútbol americano. La televisión tiene un papel muy relevante en todo lo que sucede. Y se genera un deporte que tiene el peligro de apartar a la gente de los estadios, de la formación de los jugadores, y de empobrecer a clubes y países. Este fútbol representa el modelo social que se vive en el mundo desde hace 15 años: el neoliberalismo, la codicia y la sensación de que sólo los privilegiados pueden disponer de un gran juguete.

–El final de la Champions en Lisboa se parece mucho a la idea de los clubes más poderosos de crear un torneo exclusivo, la Superliga europea.

Adhiero a equipos en los que aún hay algo humano y sociológicamente interesante, como el Eibar. Pero también sé que a los grandes clubes les molesta jugar contra equipos como el Eibar. Me lo han dicho sus directivos. Les parece poco edificante, y es al revés: tiene todo el sentido que un club pequeño se encuentre con un grande, y que, a través del mérito, tenga la chance de afrontar ese desafío. Eso es el fútbol de toda la vida. Desgraciadamente, vamos hacia un modelo elitista. El proyecto de los grandes clubes de la Champions es encerrar al fútbol en ese sistema, y que la audiencia solamente pague y sea depositaria de eso que antes se llamaba sentimiento y ahora no sé qué es.

–¿El fútbol de ataque directo del Liverpool de Klopp le ganó al de juego de posesión del Manchester City de Guardiola?

–No tenemos que ser desmemoriados. El fútbol invita a percepciones instantáneas que no reflejan la realidad. Liverpool ganó la Champions y este año lo eliminó Atlético de Madrid, aunque sin merecerlo. Liverpool ganó este año la Premier League pero el City de Guardiola el año pasado, y lo logró con 100 puntos por primera vez en la historia. Son dos modelos diferentes con una virtud: proponen un juego de ataque, con un modo diferente de interpretarlo. No es una revolución al revés: no es una revolución defensiva, como el catenaccio en los 60, cuando también se dijo que aquello era “la modernidad” y luego vino el Ajax y tumbó todo. El fútbol, por suerte, es ajeno a las fórmulas mágicas. Evoluciona, tiene ciclos.

–¿Cómo se manifiesta el racismo en el deporte?

–Esos atavismos, ese sustrato racista en Europa, se manifiesta contra los jugadores negros y rivales. Los de cada club no tienen problemas, excepto si pierden. La selección de Francia, cuando perdía, era porque los jugadores llegados de afuera no sabían la Marsellesa. Cuando ganaban, era el triunfo del modelo black-blanc-beurnegro-blanco-árabe. El deporte es un territorio que invita a la reflexión y a mostrar la situación social que muchas veces no es muy perceptible. Lo hemos visto en Estados Unidos, con Colin Kaepernick, y antes con Tommie Smith y John Carlos y el Black Power en los Juegos de México 68. Por aislados que parezcan esos hechos, denunciaban algo que latía en la sociedad. Ahora, con el asesinato de George Floyd, ha habido en el deporte una respuesta general muy grande. No sé si tendrá continuidad, si es coyuntural. Pero el deporte obliga al aficionado a reflexionar sobre lo que pasa alrededor, tiene esa condición tan importante, que es su gran poder de difusión.

–“Messi a veces se cansa de ser Messi”, dijo Menotti. Escribiste que “en el atardecer de su carrera, parece más solo que nunca”.

–Es probable que Messi se canse de ser Messi como todos nos cansamos de ser nosotros mismos cuando llevamos mucho tiempo en la vida. Y Messi en el fútbol va camino de los 17 años. Y también está cansado de los demás: en el crepúsculo de la vida –y esta pandemia lo ha comprobado– es importante sentirse cuidado y acompañado. Y Messi, que cumplió 33 años, cada vez está peor acompañado. El Barça ha tenido seis años para arroparlo, se ha gastado más de 1000 millones de euros en fichajes, y no recuerdo uno que lo haya acompañado bien; o peor, que haya estado a su altura. El único que estaba en condiciones de situarse a su altura era Neymar, que llegó hace ya siete años al Barça y se fue. Por lo tanto, hay un vacío abismal, muy agotador para Messi.

-¿Qué es Maradona?

-Maradona es un animal poético, es más que un futbolista. Messi es un gran futbolista, maradoneano en el campo. Pero Maradona es una fantasía trascendente. En eso Messi no podrá alcanzarlo. Lo admiro, me ha hecho disfrutar más años que Maradona, lo hemos tenido en la televisión todos los días –lo que antes era más difícil–, ha sufrido pocas lesiones. Pero Maradona tiene algo que se escapa al fútbol, y que a veces no me gusta, pero comprendo que es una bestia fantaseada para el hincha. Uno imagina a Maradona en el Mundial de México 86 como un Zeus del fútbol.

-“A ojos de sus enemigos morales -escribió el periodista Vicente Verdú en 1980-, el fútbol es una Disneylandia portátil e invasora de la trabazón social”. ¿Dejará de ser portátil con la MLS (y la NBA) en Disney?

-Es inconcebible. Van a jugar en Florida, todos juntos, encerrados en Disney, como la Champions en Lisboa, y justamente la realidad desmiente a la fantasía de los dirigentes. Hay un rebrote preocupante en Lisboa y ni hablar de Florida, que está viviendo las mayores cifras de la pandemia. Es un choque de la burbuja contra la realidad, donde te obligas a preguntarte si todo tiene sentido, si es cierto que el deporte nos conmueve y nos anima o simplemente es un placebo, o nos aliena. Los Trump, Bolsonaro y Boris Johnson están dejando morir más gente que nadie en el mundo, priorizando las élites. Eso es más preocupante que la NBA y la Champions. El mundo ha girado hacia una ultraderecha infame, y están desatendiendo a la gente de los pueblos.

-¿Qué función cumple la crónica deportiva?

-La inmediatez está matando a la crónica deportiva. Tenía más sentido cuando los medios de comunicación eran lentos; cuando la televisión no estaba en todas partes, cuando el hincha esperaba que alguien le contara lo que había sucedido en un partido porque muchas veces no lo veía, o cuando había acudido al campo y quería comparar su visión con la de un periodista. Aunque ahora salga la crónica por internet, para ese momento el fútbol ya ha sido comentado en la radio, visto en la televisión, analizado de 300 formas en redes sociales. El arte de la crónica cada vez se pierde más. Y antes había una cierta arrogancia del cronista: miraba a la audiencia desde un punto elevado, veía lo que los demás no podían ver. Ahora el cronista tiene que mirar de frente al aficionado, que puede ver más y más veces que el cronista. Es un cambio radical en la estructura mediática, y es un tiempo de cierta humildad para el periodista.

-En ese sentido, es un cambio positivo.

-Sí, pero también al fútbol hay que contarlo bien. Y no sé si se está contando bien. Siempre pensé que el fútbol tenía algo teatral, cinematográfico -porque duraba 90 minutos como la mayoría de las películas-, que tenía relatos internos, y que había que intuirlos en un partido, porque no eran muy visibles. Ahora en el fútbol todo es evidente. La crónica es un artefacto de la era Gutemberg. Y estamos en la era digital. El fútbol era Marconi, el inventor de la radio, y Gutenberg, el inventor de la imprenta. Y ahora es internet. Hay que aceptarlo.

-¿Quiénes son los héroes deportivos de nuestro tiempo?

-Me gustan los deportistas decentes, que quizá no son muy conocidos ni participan en redes sociales, pero que hacen tareas. Un héroe es Óscar de Marcos, un futbolista de Athletic Bilbao. No ha sido una figura, aunque es un buen jugador, importante en el equipo. Pero es un jugador comprometido, del que nos hemos enterado, diez años después, que todos los viernes de cada semana ha visitado a enfermos terminales en hospitales de Bilbao, sin que nadie lo supiera. Y probablemente le ha molestado que se sepa. Esos tipos me parecen héroes de verdad. Y como Óscar de Marcos habrá muchos futbolistas. No los conocemos o quieren que no los conozcamos, y hacen una aportación enorme.