El tuit del viernes a las 7:48 todavía está primero en el timeline de Mauricio Macri el sábado por la tarde. «Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica. También una oportunidad de demostrar madurez y que estamos cambiando, que se puede jugar en paz. Le pedí a la Ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir», escribió para sorpresa del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, del presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, y hasta de Daniel Angelici, en quien confía nada menos que la presidencia del club desde donde construyó su carrera política.

«Obra de Durán Barba», se reían en todas las trincheras que resistieron la apertura de las tribunas a los hinchas visitantes para la final de Copa Libertadores que Boca va a jugar con River, algo que todavía no se había formalizado al cierre de esta edición por el reclamo de Gremio. Macri había movido la pelota bajo la idea de que derivaría en un rédito político. La vuelta de los visitantes –aunque en la Copa Libertadores no rige esa restricción– es una promesa de Cambiemos. Hacerlo, además, sería quitar un parche impuesto durante los últimos años del kirchnerismo. Pero las políticas públicas en relación a la seguridad en las canchas no fueron en ese sentido. Y el gobierno mostró que se trataba de una reacción oportunista que no tenía un trabajo previo. Después del tuit, Macri le contó al periodista Paulo Vilouta: «Cuando me levanté dije: ‘vamos a hacer que esta final tenga realmente todos los condimentos que tuvieron otras finales en otro momento de la Argentina'». El viernes por la noche tuvo que aclarar en Fox Sports, la cadena que tiene los derechos de televisación de la Copa Libertadores, que la decisión sería de los clubes. Toda una jornada presidencial dedicada al fútbol.

Desde los clubes avisaron temprano que no querían visitantes. «Nosotros nos llevamos la peor parte», decían en River, recordando que en el Monumental se jugará el partido definitorio, el que puede despertar la ira del derrotado. Tampoco lo quería Boca, un club que vive bajo la Doctrina Macri: fue durante su gestión que comenzó a achicarse la entrega de entradas a los visitantes. Reivindicaba el modelo español, pero a la vez respondía a las necesidades del crecimiento de la masa societaria del club. Con la jugada de Macri y la resistencia de Boca, la final de la Copa Libertadores quedó envuelta en una rosca política, cruzada por la interna PRO. Martín Ocampo, ministro de Seguridad de la Ciudad, es amigo y compadre de Angelici. Fue abogado de las empresas del presidente de Boca. «No es factible», dijo cuando le mostraron el tuit de Macri. Participó de reuniones, pero su posición se mantuvo en que no podía abrirse la puerta a los visitantes. Su colega del Gabinete nacional, Patricia Bullrich, encolumnada con su jefe, todavía insistía: «Es un partido que va a ser visto en el mundo entero, es una posibilidad de mostrar a la Argentina en todos lados y que somos capaces de cambiar la cultura del barrabrava», dijo ayer en Radio Mitre.

¿Algo de eso cambió? «En cinco años no se hizo un sólo trabajo de capacitación con los directivos de los clubes como para prepararnos para algo así», dijo ayer en el programa El Lobby, de Radio Con Vos, Mariano Bergés, presidente de la ONG Salvemos al fútbol. «Cuando Macri, una mañana de manera muy imprudente, hace los comentarios que hace, piensa que una final como esta se organiza en media hora. Piensa que este tema se trata de manera tan ligera, me hace acordar a la doctrina Chocobar», agregó el exjuez que imputó a Macri en una causa que involucraba a barras de Boca y Chacarita. Los criterios cambian todo el tiempo. Un día antes de que Macri instalará a los visitantes, en la provincia de Buenos Aires, Newell’s y Central jugaron un clásico rosarino por Copa Argentina directamente sin público. Y ayer hubo visitantes en la cancha de Quilmes durante Estudiantes-River.

Boca y River se van a mantener firmes. Le avisarán al gobierno que no están en condiciones de recibir hinchas visitantes en su cancha. «Queda él como el que quiso cambiar pero los dirigentes no lo dejamos», se quejaba un dirigente de AFA, ajeno a ambos clubes. Puede ser una especulación. Aunque también hay que contrapesar con la ira que despertó en un sector de la prensa deportiva. «¿Capricho o cuestión de Estado?», preguntaba un graph en Canal Trece. El canal TyC Sports dedicó largos minutos a criticar la movida presidencial. «Para la tribuna», tituló el diario Olé. Todos medios del Grupo Clarín, aliado de Cambiemos. «La incoherencia en la comunicación oficial le termina costando al gobierno una crisis que se traduce en política», tuiteó ayer el especialista en medios, redes y políticas de comunicación, Luciano Galup. «Que se extiende a un público que no necesariamente consume noticias políticas», agregó. «Y que se articula con la crisis económica para audiencias que probablemente estén poco expuestas a discursos críticos. ‘Usted me ha decepcionado, no por esto sino por los 3 años de gestión… No les importa nada de lo que nos está pasando’, dicen en un programa deportivo», cerró Galup. Se refería a un editorial de Diego Díaz, conductor de TyC Sports, un canal que no tiene los derechos de la Copa.

La televisación es una clave. Para garantizar un mayor acceso a los dos partidos, el gobierno podría aplicar los artículos 77 y 78 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sobre eventos de interés general. Algo que no cumple. El Superclásico debería ir por la Televisión Pública. «