A Federico Carrizo lo atrapó un dato que escuchó una noche en la pensión de Rosario Central. “Hay una chica que juega de enganche en el equipo femenino y la mueve”, le dijo Emmanuel Arato, su compañero de cuarto, desde la cama. La chica era –es- Alana García. Ella -hoy jugadora de UAI Urquiza- desconocía a Carrizo. Sólo sabía algo que la cautivaba: jugaba en el Canalla y, como ella, era hincha del Canalla. Esa noche, en la pensión, empezó la historia de amor entre el Pachi y la Pipi, la pareja de futbolistas que en diciembre de 2014 festejó su casamiento.  
Antes necesitaron saltar una barrera que les demandó tiempo: la vergüenza. Al Pachi le ganaba la curiosidad, las ganas de conocer a esa piba que tiraba caños y lo frenaba su personalidad. Todas las noches, cuando volvía de la secundaria, pasaba por la cancha en la que se entrenaba Alana. Y seguía de largo. A veces iba a buscar un alfajor en el mismo kiosco que Alana y sus compañeras tomaban algo después de practicar. “Él ni aparecía: era muy tímido”, cuenta García. “No iba a caer re-colgado porque eran todas mujeres. Iba a comer un Guaymallén, pero todo encapuchado. Compraba y me iba. Nunca podíamos hablar”, detalla el mediocampista de  Boca, algo retraído. Alana lo mira. Lo escucha con atención. La cara del Pachi refleja lo que Alana, después de la entrevista, resumirá en una frase de WhatsApp: “Lo bueno es que hay mucho amor.”
-Si era tan tímido, ¿Cómo terminó de encararte?
García:– Le costó. Empezamos hablando como amigos, sin ninguna intención de nada y después se fue dando todo.
Carrizo:– Nosotros estábamos en la pensión, no teníamos nada para hacer y en los días libres aprovechábamos para ir a verlas. Ella me gustaba porque jugaba de enganche. Después la tiraron de tres. 
García:– Ahora me dice que soy rústica. 
Carrizo:– Mi compañero de la pensión iba todos los días a verlas y les había sacado el Facebook. De ahí nos conocimos. Él me contó que jugaba bien. 
-O sea que te entusiasmó su posición.
Carrizo:– Sí, me impresionaba ver que una chica jugara así. 
-¿Cómo la encaraste?
Carrizo:– Le escribí por Facebook…
García:– En realidad la primera vez que nos vimos fue en un recital de Sergio Torres, un cantante de cumbia santafesina que nos gustaba a las dos. 
-¿Desde ahí están juntos?
García:– Hubo un tiempo con idas y vueltas hasta que me vine a Buenos Aires. Ahí el me bancó bastante.
Carrizo:– Estuvimos viéndonos como un año y medio, pero no éramos novios. Cuando vino a jugar a UAI Urquiza nos empezamos a extrañar y a ver que la cosa iba en serio. Decidió volver, nos fuimos a vivir juntos y ya no nos separamos más. 
-¿Cómo hacían para congeniar?
García:– Fue complicado. Él hizo cualquier cosa. Salía de Rosario, se volvía a la madrugada y se entrenaba cansado. Hizo las mil y una. Ahí me di cuenta la importancia que tenía porque hizo muchas locuras. 
Carrizo:– Una o dos veces a la semana me iba a Buenos Aires ni bien terminaba el entrenamiento en Arroyo Seco. Nos veíamos un rato. Volvía a la noche o salía a las cinco de la mañana para entrenar a las nueve. Lo hicimos durante dos meses hasta que me di cuenta de que corría riesgo y no era una vida profesional como yo necesitaba. Estaba enamorada y hacía cualquier cosa. 
García:– Para mí era un sueño jugar en Buenos Aires. Nos tocó salir campeonas y después de ese torneo volví a Rosario. Y me quedé.
-¿Cuánto tiempo ocupaban las charlas de fútbol cuando se conocieron?
García:– Contale vos…
Carrizo:– Uh, el día que nos conocimos me volvió loco. Hablamos todo de fútbol. No me acuerdo qué pero fue toda. Después se fue dando cuenta que a mí me gusta hablar de fútbol pero no tanto. 
García:– Cuando estás en el ambiente, hay cosas que ni preguntás. El otro día vino un muchacho a casa y me preguntó qué pensaba de (Daniel) Osvaldo. Esas cosas ni las hablamos. Para mí es normal, pero todo el mundo quiere saber. Al principio yo también quería conocer todo porque soy hincha de Central. 
-¿Qué es lo positivo de ser los dos futbolistas?
Carrizo:– La tele… Es importante porque coincidimos en lo que queremos ver. Como viene del palo del fútbol, hay cosas que entendió mucho más rápido que otra mujer como los viajes, las concentraciones y el hecho de estar ocupado el fin de semana porque jugamos. Es una ventaja. 
García:– Lo entiendo y lo aguanto. Cualquiera el fin de semana quiere salir a tomar mate al parque. Yo también, pero prefiero ir a verlo a la cancha. Me acostumbré enseguida y la tengo re-clara. Si sale algo, armo las valijas y nos vamos. Disfruto a la par de él porque me gusta el fútbol.
-¿Cómo sos como espectadora?
García:– Quiero que siempre tenga la pelota él. Como mujer, quiero que la agarre porque confío en él y sé todo lo que puede dar.
–¿Te molesta su exposición?
García:– No tomo mucha dimensión porque no compramos diarios ni miramos mucha tele. Me cae la ficha cuando estoy en el entrenamiento y mis compañeras me empiezan a preguntar cosas. Para mí, siempre es el Pachi
-¿Y quién es el Pachi?
García:– Una gran persona y un gran compañero.
Carrizo:– El compañerismo es uno de los puntos altos. Y que me aguante y me quiera a pesar de todo. Es difícil estar conmigo cuando vuelvo caliente un domingo porque no agarré una, o cuando tengo semanas malas. A veces llego a casa y no quiero que nadie me hable.
García:– Hubo días en los que yo me enojaba. Una vez que cruzás la puerta ya está, relajate. Pero después lo empecé a entender. Estaba imbancable. Me daba cuenta y lo dejaba solo hasta que hablaba.  
-¿Intentan copiar algo del juego del otro?
Carrizo:– Espero que no porque ella se volvió más rústica. 
-Vos tampoco jugás de enganche ahora…
Carrizo:– No, casi que no hay enganches en el fútbol argentino. Así jugaba en Inferiores y algunos partidos en Primera, pero me tiraron para los costados. 
García: La verdad es que mucho no puedo sacar. Somos muy diferentes: él es rápido, habilidoso, y yo cada vez estoy más tosca. Mis compañeras siempre me cargan porque tengo la manía de tirar caños. Es algo que no me lo puedo sacar y a veces no me doy cuenta. Pero es como les digo: ¿qué se piensan, que lo mío es solo las patadas?  
Carrizo:– Es verdad: le gusta tirar caños. Y le salen. Pasa que a veces los tira en lugares complicados. 
-¿Juegan juntos al fútbol?
García:– Sí, cuando vamos a Córdoba o a Rosario de vacaciones, con amigos. En realidad, no es fútbol mixto: yo soy la única en el medio de los hombres. Pusimos una regla: tenemos que jugar juntos, en el mismo equipo porque sino terminamos mal. 
-Carrizo: Viene la patada…
-¿Quién pega más?

García:– Yo, soy muy calentona. No es fácil marcarlo. Encima siempre me quiere tirar un caño y terminamos mal.

Pachi dice de Pipi: «Le gusta hacer firuletes»

Cuando la conocí, la Pipi era bien habilidosa. Era un enganche típico de esos que tiran firuletes y caños, le encanta hacer eso. Pero con el tiempo pasó a jugar de lateral y el puesto la hizo un poco más dura como futbolista. 

A ella le cuesta un poco la marca pero fue mejorando un montón y ahora es fuerte para defender. Además, le pega bien con las dos piernas, tiene buenos pases y, por la altura, a veces le cuesta cuando la pelota viene por arriba. 

Siempre le digo que mejore la concentración. Ha mejorado un montón y es un logro poder jugar de tres después de haber sido enganche. No la veo jugar siempre porque no puedo por mis compromisos, pero cuando la veo me doy cuenta el progreso que fue teniendo. Y me alegra mucho.

Pipi dice de Pachi: «Marca la diferencia»

Le tengo mucha confianza al Pachi. Se lo dije innumerables veces: tiene que creérsela porque tiene características que no abundan y es un gran jugador. Siempre estoy expectante de que tenga la pelota, se suelte y jugue como sabe. 

Lo que le aconsejo es que vuelva a marcar con el lateral. Creo que lo mejoró mucho con el tiempo. Otra de las cosas que siempre le recalco cuando hablamos de fútbol es que encare y que patee más al arco. Cuando está encendido, marca mucha diferencia. Se nota. 

Si yo fuera el defensor lo mataría a patadas. Le daría tres o cuatro para que encarara para el otro lado. En general, le digo que intente gambetear porque los laterales suelen ser más duros, más lentos y debe ser muy difícil marcarlo.