Shokhrukh Abdiev le dice una sola palabra a Mukhammadyusuf Nematov, en lenguaje universal: «Instagram». Nematov posa para la foto en el gimnasio de la Federación Argentina de Box como si fuese Muhammad Ali. Es el más joven de los tres boxeadores de Kirguistán que llegaron con su entrenador, Abdullaev Olim, para lanzarse en el profesionalismo en la Argentina. Kirguistán: un país independiente después del colapso de la Unión Soviética en 1991, en Asia Central, a 16 mil kilómetros de Buenos Aires. Mukhammad Kuldashov comprende a Abdiev, todos comprenden: Nematov es además el más extrovertido de los kirguís. Abdiev, Nematov y Kuldashov están acá, en el barrio de Almagro, porque entrar a los Estados Unidos, destino de los trabajadores de los puños del mundo, es especialmente complicado para los musulmanes, y ellos son boxeadores y musulmanes.

«Lo cómico es cómo nos comunicamos –dice Marcelo Domínguez, excampeón mundial argentino peso crucero–. El primer día que hablé con ellos les tiré un par de palabras en inglés y los tipos nada. Hasta que vino uno y me avivó: ‘No entienden nada. Sólo ruso’. Lo que pasa es que no son rusos-rusos. Son achinaditos, más morochos, más mongoles, no como Iván Drago». Domínguez es el encargado de subir al rincón en las peleas de los kirguís. El entrenador Olim aún no fue habilitado. Abdiev –21 años, categoría wélter– ganó sus dos peleas en el país. Nematov –18, wélter– también sumó victorias; y Kuldashov –22, supermosca– empató y triunfó. Siempre combatieron en el Club Social y Deportivo El Porvenir de Quilmes. Viven al lado, juntos, en una casa. «Los vendo, les curo las heridas, les hablo. El entrenamiento en sí lo hacen con el profe de ellos. Andan bien. En lo que marcan la diferencia es en que son fuertes, duros, veloces, que saben boxear, y que tienen mucha experiencia como amateurs. Cuatro rounds te lo hacen de taquito», agrega Domínguez.

En la Federación Argentina de Box, entre el ruido de los golpes a las bolsas y el chasquido de las cuerdas en el piso, suena Adrián y Los Dados Negros con «Chica vacilona»: «Oye chica vacilona/ven que haremos el amor/tus encantos me enloquecen/yo te haré feliz». Un viejo entrenador se acerca y baja la radio: «Se creen que están en el boliche». Abdiev, Nematov y Kuldashov tiran puñetazos al aire, a las órdenes de Domínguez y Olim. A lo lejos, los mira Sergio Rodríguez, mánager de los kirguís. «Cuando fui a buscarlos con mi auto al aeropuerto, hace tres meses, hice que me acompañara un amigo con una camioneta. Dije: ‘Son cuatro, no me van a entrar las valijas’. Y cuando los veo tenían cada uno una mochilita, nada más», cuenta Rodríguez, de Los Rodríguez Boxing Promotions. En Quilmes, a Nematov lo apodaron «Fideo». A Kuldashov, «Mini Pacquiao», por Manny Pacquiao, el campeón filipino; y a Abdiev, «Provodnikov», por el estilo aguerrido, de atacar como un pitbull, similar al púgil ruso Ruslan Provodnikov. «Son obedientes y sacrificados –apunta Rodríguez–. Usan mucho Internet para comunicarse. Y de hecho nos comunicamos con el traductor del celular. Vienen de clase media baja. Rezan cinco veces por día y tienen una aplicación en el celular con una brújula que les marca dónde está la Meca, con las alarmas diarias para que no se olviden de rezar».

Abdiev, Nematov y Kuldashov vivieron parte de su infancia y adolescencia en la ciudad rusa de Cheliábinsk. Iban y venían desde Kirguistán. Son peleadores natos, acostumbrados al desarraigo. En su estadía en la Argentina fueron a ver el partido de la Selección de fútbol ante Venezuela por las Eliminatorias. «Messi, Agüero», dicen. Suelen ir a rezar a la Mezquita de Avenida del Libertador, en Palermo.

En los Estados Unidos, el presidente Donald Trump decretó la prohibición de ingreso a ciudadanos de Irán, Siria, Sudán, Yemen, Libia y Somalia, países de mayoría musulmana. En febrero, Muhammad Ali Jr, uno de los hijos del boxeador que se convirtió en leyenda al luchar por los derechos de los negros, y Khalilah Ali, su primera esposa, fueron detenidos en el aeropuerto de Fort Lauderdale, Florida. Los policías les preguntaron si eran musulmanes y el origen de sus nombres y apellidos. «Está muy claro que esto está directamente relacionado con los esfuerzos del señor Trump para prohibir la entrada de los musulmanes a Estados Unidos», dijo Chris Mancini, abogado de la familia Ali. De ahí se explica, en cierta medida, la presencia de Abdiev, Nematov y Kuldashov en la Argentina.

«Al principio no se acostumbraban a la comida –retoma el mánager Rodríguez–. Comían mucho en McDonald’s, pero eso no les sirve, engordan. Entonces se acostumbraron. La otra vez fuimos a un asado y les dije: ‘Vamos a comer, vamos a picar un salamín’. Y les di salamín y les dije: ‘Carne, carne’. Y un amigo me dice: ‘No, boludo, tiene grasa de cerdo’. Y les dije: ‘¡No, no lo coman!’. Y empezaron a escupirlo. En la religión musulmana el cerdo es un animal sucio. Son así de rígidos». Domínguez se refiere al futuro deportivo: «Kuldashov es el mejor. Pero los tres tienen cosas. Abdiev es fuertísimo; y Nematov tiene una línea muy monzoniano, de manos largas y ganchos. No sé quién llegará más lejos, pero me gustan. Ellos vinieron acá a una aventura. Asumieron el riesgo. Me pongo en el lugar de ellos y pienso como si yo me fuera a otro país a hacer la carrera. Ojalá les vaya bien». El viernes 20 de octubre volverán a pelear en El Porvenir de Quilmes. La idea de los manejadores es que sumen diez peleas como profesionales y que, el día de mañana, puedan pegar el salto a los Estados Unidos, la meca del boxeo.