A Diego Abal lo despidieron sin indemnización. El telegrama que le llegó a su domicilio sólo indicó la liquidación de los haberes de mayo. Hacía más de 30 años que trabajaba como árbitro. Durante el último tiempo ya no lo hacía en la cancha -se había retirado de esa función- sino en la cabina del VAR. Su despido fue una decisión de Federico Beligoy, director nacional de arbitraje y también secretario general de la Asociación Argentina de Árbitros, el sindicato al que Abal está afiliado. El argumento fue la edad, 51 años, que excede el límite de los 48 que impone FIFA. Abal -como otros árbitros- ya los había pasado pero recién ahora surgió el asunto. No hay casualidades.  

Abal fue el encargado del VAR en el partido entre Gimnasia  y Sarmiento, el fin de semana pasado. Desde ahí, le indicó al árbitro Ariel Penel que había fuera de juego en el gol de Felipe Sánchez. La decisión no sólo tuvo la gravedad de haberle quitado la victoria al equipo platense, también porque no había interpretación posible para fallar de esa manera: el reglamento es demasiado claro en cuanto a que no hay fuera de juego en tres instancias, el lateral, el saque de arco y el córner. El gol era legítimo; la indignación de Gimnasia ante lo escandaloso, también.

Por fuera de si fue justa o no la sanción a Abal, la cuestión en el fondo sigue ahí y es la falta de credibilidad del arbitraje argentino en toda su estructura. La incompatibilidad de tareas, para empezar, queda tan expuesta que si Abal fuera al primer piso de Viamonte 1355, donde funciona la sede sindical, justo enfrente de la AFA, y ahí intentara activar un reclamo por su despido se encontraría con Beligoy, la persona que lo echó. 

No fue, además, el primer despido que decidió Beligoy bajo su conducción. En 2019, incluso, echó a once árbitros que pertenecían al otro sindicato, el SADRA. Uno de ellos, Hernán Salado Paz, asistente en Primera Nacional y Federal A, tuvo un fallo favorable durante febrero pasado en un juicio laboral contra la AFA por discriminación sindical. La denuncia sostenía que para ser designado a un encuentro tenía que pasarse al gremio que conduce Beligoy. 

Promovido por Julio Grondona, conducido desde siempre por Guillermo Marconi, el SADRA nació para romper una huelga de la AAA. Fue el sindicato más cercano a la AFA mientras Grondona estuvo en el poder. Sus afiliados estaban, sobre todo, en las provincias. Con Claudio Tapia en la AFA y Federico Beligoy en la dirección arbitral, cayó en desgracia. Una renuncia masiva de árbitros con críticas a la conducción de Marconi lo vació. Esos jueces hoy están organizados como “independientes”. Tienen como referente al ex árbitro Sergio Pezzotta, cercano a Pablo Toviggino, tesorero de la AFA, a quien algunos árbitros se atreven a llamarlo “El 1” por su poder en la calle Viamonte.

Beligoy acumula críticas entre quienes debieran ser sus representados, que entienden que su doble rol es nocivo para la actividad. Esta semana tuvo una reunión dura con un grupo de afiliados a partir de lo que había ocurrido en La Plata. Entre ellos estaba Abal, que después de una discusión con Beligoy recibió el telegrama de despido. Al director nacional de arbitraje le reprochan, además, que desactive cualquier línea interna que se le oponga en el sindicato. El que levanta la cabeza la pone en riesgo.

Beligoy ve una amenaza en Pezzotta y el grupo de árbitros independientes. Mientras tanto, reparte suspensiones. Además de Penel y de quienes lo acompañaron en el partido entre Gimnasia y Sarmiento, le cayó a Fernando Espinoza después de que empujara a Gustavo Canto, jugador de Central Córdoba. Nunca dejó de discutirse el arbitraje pero pocas veces estuvo tan señalado como en este tiempo, exacerbado además con la llegada del VAR. 

Y con el fondo de otro asunto que crece cada vez más, las apuestas. Las clandestinas y las oficiales, que regaron de publicidad al fútbol argentino. Camisetas, estadios, televisión, radio, diarios, webs y redes sociales. Hasta los clubes -Racing y Vélez lo hicieron en estos días- alientan a jugar en sus posteos de anuncios de partidos. Todo ese marco, no sólo un árbitro, es la cuestión.