Se esperaba por la aparición de Messi en el Mineirao. Y esta vez Leo tuvo una buena actuación en la Selección. Ni así alcanzó. Por la firmeza y la contundencia de Brasil, por la diferencia de funcionamiento entre equipos, por los palos (cabezazo de Agüero en el travesaño, remate del 10 en el madero izquierdo) y por el pésimo arbitraje de Roger Zambrano.

Los penales a Agûero y Otamendi, durante el segundo tiempo, fueron demasiado evidentes gracias a las repeticiones, que esta vez no se usaron. Y todos los argentinos que dejaron el estadio pasada la medianoche se preguntaron por qué no hubo apelación al VAR en ninguna de esas dos jugadas. “Se cansaron de cobrar boludeces en esta Copa y hoy nunca llamaron al VAR”, dijo un Messi más explícito que en otras oportunidades, ya asumido como un líder.

La vuelta a Río de Janeiro de los argentinos es con pena y sin gloria. Largo viaje se espera en micro, no son ni 500 kilómetros pero se tarda más de seis horas. Por la ruta 040, que va de Brasilia a Río de Janeiro, pasando por San Pablo y Belo Horizonte. En ese trayecto de ida y en el arribo al Mineirao se cruzaron camisetas de Brasil y Argentina sin inconvenientes. Con alguna curiosidad, como los niños Juan Antonio y Juan Ignacio, hijo el argentino Claudio Eggs, quien está radicado aquí hace 20 años. Los pibes fueron con la camiseta de Brasil abajo y la de Argentina arriba.

Luego en las tribunas se mezclaron los hinchas de ambos, nomás, pero también se metieron entre ellos numerosos agentes de seguridad. Y salvo algunas escaramuzas, el verdadero duelo a trompadas fue entre dos “torcedores” brasileños y por culpa de Bolsonaro. Ahora le dicen grieta.

“Mito / Mito…” empezó a cantar un sector de estadio cuando al actual presidente se le dio por hacer una media vuelta olímpica en el entretiempo. “Mitológico”, explicó un encargado de la seguridad al preguntársele por el significado del cántico. Se mezclaron aplausos, gritos, silbidos, abucheos. En los insultos también se sumaron hinchas argentinos.

“Mitológico” es el paso de Brasil por el fútbol. Siempre ampuloso, poderoso, sobrador, hasta que en la noche más vergonzosa de la historia de su fútbol, Alemania le hizo siete. Fue aquí en el Mineirao, en Belo Horizonte. Esa mancha no se borra nunca más, pero una victoria sobre Argentina en una semifinal de Copa América al menos lava algunas heridas. Las que provocaron que hasta aquí los “torcedores” le dieran la espalda a esta competencia. También, claro, esto ocurrió por el alto costo de las entradas y la pérdida del poder adquisito de los brasileños. Ni aun para el clásico se llenó el estadio. Quedaron algo más de 3000 butacas vacías. Fue la Copa de un partido y aun en ese encuentro el estadio no se llenó y se cerró toda posibilidad de reventa. Tanto que este cronista supo que un brasileño se quedó con 35 entradas, sin poder venderlas, y un argentino con 22, con igual suerte.

Por aquel mito del poder, y porque no se podía repetir una humillación como la de Alemania (una derrota, con cualquier número, sería otra mancha grave para la historia del omnipotente fútbol de Brasil) es que quizá se notó que el juez Roger Zambrano estaba acaso presionado. Casemiro pegó con más comodidad que en el Bernabeu. El técnico Scaloni respondió cuando se le preguntó por las faltas sistemáticas del brasileño: “¿Ni siquiera le sacaron amarilla no?”. Messi fue menos irónico: “Ojalá la Conmebol haga algo, aunque no creo porque Brasil maneja todo. Se hace muy complicado así”.

Entre los periodistas en el centro de prensa, incluso brasileños, hubo coincidencia en que no hubo justificativo para que no se haya llamado al VAR en ninguna de esas oportunidades.

El zaguero Juan Foyth, con tan solo 21 años, fue revelación de la Selección y también tuvo un aceptable rendimiento ante Brasil. Pero cometió el error de quedar pidiendo la falta de penal ante Agüero en el área propia cuando partió el contraataque para el segundo gol local. Scaloni dijo que la jugada estaba “viciada de nulidad” porque el pibe se quedó parado, igual que otros seis compañeros. Tal como pasó en otros partidos, el VAR debió haber retrotraído toda la secuencia.

Si ante penales tan evidentes, las siete personas que están sentadas frente a varios televisores no mandaron ni un aviso, es porque quienes se quedaron discutiendo en el bar, cualquier bar, pasaron a tener más criterio que el equipo de Zambrano para este VAR. O al menos los parroquianos no se expresan bajo intereses o presiones, sino por propia sabiduría futbolera.