Sorprendió al comienzo Croacia ejerciendo presión sobre la primera línea francesa, acostumbrada a salir jugando desde el fondo. Fueron 15 minutos, como para marcar territorio y tendencia, con monopolio del balón y algunas aproximaciones interesantes al arco rival, todas comandadas por el gran Modric.

Hasta los 18, cuando luego de la primera aparición de Mbappé hubo un tiro libre. Lo ejecutó Griezmann con maestría y Mandzukic peinó para atrás y la metió en su arco.

Se nubló Croacia y empezó a llover en Moscú. Se desorganizó y dejó espacios para la explosión francesa. Pero pronto salió el sol para los croatas y en una jugada preparada, también de pelota parada, terminó con un golazo de Perisic. Otra vez Perisic para empatar, como en la semifinal. Iba menos de media hora de una gran final.

Hasta que apareció el VAR. Y Pitana cobró el penal más importante de su vida por una mano en el área luego de un córner. Le pegó Griezmann, como siempre, y fue 2 a 1.

El segundo tiempo empezó igual que el primero. Con un seleccionado croata decidido y algunas dudas en Francia, sin dominar nunca el juego a pesar del resultado a su favor.

Una corrida tremenda de Mbappé y un mano a mano. Pudo ser el 3 a 1. La contundencia francesa en ofensiva fue otra de las claves de la final. Llegó poco y lastimó mucho.

Otra corrida de Mbappé y esta vez sí fue el 3 a 1, luego de un centro atrás y un par de rebotes antes del zurdazo de Pogbá, que había iniciado la jugada.

Y otra vez el chico de 19 años, gran figura de la Copa del Mundo, metió el cuarto y desató la fiesta azul en Moscú. Opacada increíblemente por un error grosero del arquero francés que permitió el descuento de Mandzukic para sumarle emoción a un verdadero partidazo. Faltaban 20 minutos y había tiempo para todo.

Se repitió hasta el cansancio estos días que los croatas jugaron un partido más que los franceses por los tres suplementarios que debieron afrontar para llegar a la última instancia. No se notó nunca. Posiblemente Modric no haya sido el mejor jugador de esta Copa del Mundo, pero seguramente fue “él” jugador, el símbolo, la síntesis de Rusia 2018. Se lo ve gigante al chiquito de la vincha llorando en el medio de la cancha.

En el Mundial, Francia fue de menor a mayor. A la primera fase que jugaron se la recuerda lejana, pero ganaron el primer partido con esfuerzo y en el tramo final a la débil Australia. Mejoraron y vencieron a Perú, se aseguraron el pase a octavos y guardaron titulares en el feo empate frente a Dinamarca. Después, ya se sabe, la victoria ante Argentina, mucho más cómoda y holgada que lo que marcó el 4-3 final, lo mismo ante Uruguay en cuartos y con los justo ante Bélgica en semis, en lo que para todo el mundo fue la final anticipada.

Muchos nombres para destacar: Varane, Pogbá, Griezman, Matuidi y el gran Kylian Mbappé, con sus 19 años y su desparpajo. Desde el banco Didier Deschamps, aquel símbolo y capitán de la Francia campeona por primera vez en 1998 y en su tierra, parece haber encontrado en el transcurrir del Mundial lo que carecía hasta poco antes, al punto de ser muy cuestionado en su puesto.

Ahí está la foto del final. Desde esta parte del mundo no genera envidia, pero si nostalgia. Ahí está ese equipo que aplaude el mundo del fútbol. Seguro que no quedará en la historia de los que marcan un antes y un después, de los que definen una era. Pero poco importa. Francia campeón del mundo. Chapeau.