También River -del modo más luminoso- expresa algo que pasa en el fútbol argentino, el vivir con lo nuestro, con lo propio, lo que haya a mano. En siete años y medio de administración, Marcelo Gallardo se encargó de reconstruir equipos una y otra vez, y con todos ganó algo y, mucho más meritorio, con todos consiguió una identidad. El primer título de liga, con larga distancia en puntos y, sobre todo, en juego respecto a sus rivales, tuvo un armado casero, una fórmula de jugadores que subieron desde las inferiores mezclado con otros más grandes, de más rodaje y experiencia, los que llevan en el ADN el metodismo del entrenador.

Julián Álvarez fue la representación de lo nuevo. Veintiún años, de Calchín, Córdoba, su explosión podría explicar por qué el fútbol argentino siempre vive en la esperanza de lo que vendrá. El mejor jugador del torneo, que a pesar de su edad habita la Primera del club desde 2018, salió de una localidad con menos de 2500 habitantes. No hay tierra que sea incapaz de hacer crecer a un crack. De ese puñado de gente puede salir un futbolista extraordinario. Álvarez, que tuvo sus minutos en la final de la Copa Libertadores en el Santiago Bernabéu, llegó a probarse en el Real Madrid cuando tenía once años. Su destino estuvo en River. El club que lo formó, el Club Atlético Calchín, ya espera el derrame de lo que podría ser una transferencia al exterior.

Foto: Pedro Pérez

La noche en la que River volvió a hacer suyo a Racing para ser campeón también estuvieron Santiago Simón (19 años), Héctor David Martínez (23) y Enzo Fernández (20), también jugadores de la factoría Gallardo. Los dos últimos hicieron horas de vuelo en Defensa y Justicia para volver al club que los sacó a la luz. Entró en el segundo tiempo Tomás Galván (21). Y en el camino hacia el título pasaron por la cancha Benjamín Rollheiser (21) y Felipe Peña Biafore (20). Los buenos equipos destrozan la idea de que los chicos no ganan campeonatos. 

Gallardo administró esa juventud con el vestuario de más experiencia. Que Leonardo Ponzio haya marcado el final de su carrera con este título, a los 39 años, le hizo honor a su recorrido. De Enzo Fernández a Leonardo Ponzio, de Héctor Martínez a Javier Pinola, 38 años, la amalgama generacional estuvo ahí. Pero lo que salió bien, lo que gestionó con cuidado, con una idea, con método, y que además tenía una base de trabajo de más de siete años, también es el otro lado de la precarización del fútbol argentino, golpeado desde hace tiempo, sobre todo desde la devaluación de 2018, sumado a la pandemia, los diferentes tipos de cambio, la falta de dólares. 

Los clubes más poderosos del país, con mejores presupuestos, pueden apostar a algunos refuerzos pero saben que tendrán que mirar en lo que ya hay. Le pasa a Boca también con pibes como Luis Vázquez (20 años), Aaron Molinas (21) o Exequiel Zeballos (19). Se irán -se querrán ir- pronto: Julián Álvarez ya tiene sabuesos europeos buscándolo, la apuesta es cuánto podrá sostenerlo River con salarios que tienen tope para el valor del dólar. Sin tope, es imposible. Lo sabe San Lorenzo, que acumula deudas, y que hace unos meses tuvo que deshacerse del contrato de los hermanos Ángel y Oscar Romero porque ya resultaba impagable. El colega Agustín Colombo contó meses atrás que hasta la segunda división de Uruguay tiene, en dólares, mejores sueldos que la Primera argentina.

Si la economía del país impacta, también lo hace la propia organización de un torneo que sigue sin descensos y que desde la próxima temporada contará con 28 equipos, con formatos que se van modificando año a año, lo que también devalúa al fútbol argentino. Cada tramo parece un producto de la improvisación o la desidia. Hasta los socios de River lo sufrieron el jueves por la noche cuando además de no poder ingresar a la cancha -era primer partido sin restricción de aforo- tuvieron que irse con palos, gases lacrimógenos y balas de goma. O los dirigentes de Ferro que viajaron a Tucumán para el partido por el reducido frente a San Martín y los sacaron de la platea a las piñas. Es todo lo que viene en el combo de un fútbol devaluado que, sin embargo, tiene campeones como River.