La explicación a que alguien acepte pararse debajo de los tres palos con una vestimenta distinta a la de sus diez compañeros puede aparecer en el árbol genealógico, como en tantos otros casos de oficios extraños. Es el caso de Wilfredo Caballero (Santa Elena, Entre Ríos; 1981): su tío y su papá fueron arqueros. “No era una posición que me gustara. Pero mi equipo, Santa Marta de Santa Elena, perdía seguido. Rotábamos en el arco. Hasta que un día me tocó a mí, y ganamos. Tenía seis años. El entrenador me dijo que ya me quede. Y así fue”, relata desde Londres el arquero de Chelsea. Cuando su documento ya marcaba los 29 años, Caballero aún parecía una promesa: campeón en el Mundial Sub 20 de Argentina 2001, campeón olímpico en los Juegos de Atenas 2004 y apenas 28 partidos entre Boca y Arsenal en Argentina. Hasta que le llegó la chance en Málaga, en la Liga de España. Luego vino la Champions League, la Premier League, la FA Cup, la Europa League y hasta el Mundial de Rusia 2018. “De todos esas competiciones guardo algo, pero si tengo que elegir una es la Segunda División de España, donde atajé en el Elche. Estuve muchos años y me terminé de formar como arquero. Fue muy duro: íbamos a todos los pueblos, conocimos todas las canchas. Fue como ir a la escuela para disfrutar de la carrera linda que después me tocó”, asegura al regreso de una práctica de a grupos de cinco jugadores, mientras se prepara para el regreso de la Premier League, anunciado para el 17 de junio.

-En estos más de dos meses sin fútbol, en los grupos de WhatsApp y en las redes sociales circuló mucha nostalgia, se revisaron partidos viejos y hubo un gran sentimiento de apego al fútbol. ¿Cómo lo vivieron los jugadores?

-Si bien uno extraña el fútbol, esa adrenalina, me da un poco de rabia todo eso que describís. Me da pena admitirlo. Creo que en Argentina, o en el mundo, lo que más están deseando todos es que vuelva el fútbol cuando lo más importante es que la gente no muera en los hospitales. Eso me da rabia. En mi familia todo esto nos ha hecho poner a pensar si estamos haciendo las cosas bien, si colaboramos lo suficiente con lo que tenemos alrededor. A nosotros se nos para el fútbol como a muchos se les ha parado su trabajo. Porque se paró el mundo. Esto te tiene que hacer pensar que si algo tan chiquito como un virus hace que se pare todo, tenemos que hacer algo más como seres humanos. Me dio mucha vergüenza ajena ver cómo se sigue tratando al fútbol como algo primordial antes que la salud, o al menos con la misma intensidad de siempre. Me da pena sentir que esto no nos va a servir para cambiar, para ser mejores, para ser iguales de hinchas pero menos fanáticos.

-Al igual que en Alemania, la Premier volverá sin público. ¿Cómo es jugar sin hinchas? Más allá del momento del partido y del clima, ¿en la cabeza del jugador está el jugar para hacer feliz a la gente?

-Somos jugadores, somos trabajadores, vivimos del fútbol. Si bien jugamos por la gente, por los colores, jugamos para ganar. Eso es lo primero. Tenemos esa obligación, ese objetivo que es jugar, clasificar, ganar y a través de eso le llevamos alegría a la gente. Hoy la alegría de la gente no se puede llevar a través de abrir un estadio y llenarlo de gente. Pero sí que podemos brindarle la oportunidad, si estamos sanos y cuidados, de poder competir y llevar un poquito de alegría para pasar todo este momento. Por el contexto no me hace mal el jugar sin público: lo único que quiero es que terminemos sanos y que nos respetemos un poco más.

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(Foto: AFP)

Se percibe en sus palabras. A Caballero no se lo puede encasillar sólo como un futbolista. Durante la cuarentena británica, aprovechó para formarse para lo que vendrá después del retiro, que a los 38 años aún no asoma: acaba de renovar su contrato con Chelsea hasta 2021. Además de atajar también usa sus manos para dibujar o tocar la guitarra. “Son hobbies que tengo desde muy chico, pero no les di tiempo, no los perfeccioné. Los tengo para distraerme, para desestresarme. La parte de estudiar me gusta: busco crecer, formarme como persona, y tiene que ver con lo que me gustaría hacer más adelante. Si bien todavía soy jugador, me gustaría más adelante ser entrenador de arqueros o seguir ligado al fútbol de alguna manera. Hay muchos roles, muchos trabajos dentro de un cuerpo técnico, así que estoy haciendo cursos sobre eso”, cuenta.

-Juveniles de Boca, un Málaga de estrellas, la Selección, Manchester City, Chelsea. Te ha tocado convivir con grandes figuras del fútbol. ¿Quién fue el que más te impresionó?

-Jugué con el mejor Tevez en la Selección y en Boca. Lo disfruté a Román, no mucho, pero disfruté a uno de los mejores. Jugué con Isco y con Santi Cazorla. Con Agüero, con David Silva, con Yaya Touré. Y podría seguir nombrando. Es muy difícil elegir a uno. Pero tener a ellos me daba sensación de tranquilidad, de que mi equipo era muy candidato a ganar cada partido.

-Si el sueño de todo chico es jugar en la Selección y jugar un Mundial, te llegó a los 36 años, quizás cuando ya no lo esperabas. Aunque no fue como en el sueño. ¿Cómo se hace para que esa jugada ante Croacia en Rusia no sea un peso constante?

-Me costó mucho trabajo llegar a la Selección, tener algún reconocimiento y que me tengan en cuenta para la citación. Cuando me tocó, fue para ir al Mundial. Y para atajar. Fue muy chocante, muy loco, muy emocionante. Defendí los colores y fue hermoso. Lo que ocurrió en ese partido con la jugada de Croacia son cosas que uno trata de pensar que pasan, aunque no quiere que pasen y entrena todos los días para que no ocurran. Pero sucedió, no sólo a mí, también a otros arqueros. Le pasó hasta en la final del mismo Mundial a Lloris, nada más que ellos ganaron la Copa del Mundo. No es fácil pasar página, no fue fácil mentalizarse enseguida para estar preparado para el próximo partido. Pero de eso vivimos los arqueros, estamos acostumbrados a ese aprendizaje de la vida. No es tan fácil, pero sí que es bueno cuando empezás a sentir que te apoyan y te necesitan.

Antes de Rusia dijiste: “Soy capaz de hacer mil cosas por jugar con la Selección, lo deseo con el alma”. Fueron sólo cinco partidos en 2018. Y chau. ¿Entendés que se te haya “crucificado” por una jugada?

-Lo entiendo, pero no lo acepto. Es muy difícil cambiar la idiosincrasia, el fanatismo argentino. Es una cuestión de educación, de respeto. Y si falta eso no lo voy a poder cambiar yo. Trato de dar el ejemplo de respetar a los demás, pero me pareció muy desmedido. Fue un error de un partido, fue una exageración para provocar que se hable demasiado de eso y echar mucha culpa  y poca solución o ayuda. Pero así es la vida del fútbol: se critica mucho el error y se elogia a los que ganan, pero no a los que se esfuerzan.